Últimamente las producciones de los grandes estudios de animación de Hollywood se estrenan rodeadas de polémicas sobre si aparecen suficientes personajes gais, si se permiten en pantalla escenas de afecto entre personajes del mismo sexo o, incluso, si la compañía tiene una agenda queer sin complejos. Esto es visto como un avance por parte de algunos –sobre todo creadores– que quieren dar más visibilidad a caracteres de minorías sexuales. Y también siembra la alarma de muchas familias que ven aquí un intento de adoctrinar a sus hijos a través de películas que hasta ahora eran para todos los públicos y de todas las tendencias. Sigue leyendo