La ciencia amedrentada

La ciencia amedrentada

Sede de la OMS en Ginebra (CC I. Yann)

En una época de gran diversidad ideológica y ética, la apelación a la ciencia se convierte en el último recurso para dirimir cuestiones debatidas. ¿Qué dice la ciencia? El político asegura tomar decisiones guiado por la evidencia científica, el experto lamenta que no se escuche al oráculo científico, y el público tiene una confianza ciega en la ciencia y en los científicos, confianza en muchos casos no acompañada por un mínimo de conocimientos.

En una situación de este tipo, es aún más importante que las organizaciones científicas aporten a los debates sociales lo que la ciencia puede dar: datos comprobados, conclusiones de experimentos realizados, relaciones de causalidad, hipótesis que han sido confirmadas o rechazadas… En suma, hechos objetivos sobre los que cada uno podrá construir sus opiniones. Pero también existe el riesgo de que las instituciones científicas utilicen su aureola de respetabilidad para apoyar posturas ideológicas que no responden a evidencias científicas.

Aquí no hay “buenas prácticas”

He tenido esta sensación al leer un documento que ha publicado la Organización Mundial de la Salud (OMS) con directrices sobre la práctica del aborto. Se trata de favorecer “el acceso a una atención para el aborto de calidad con base científica en todo el mundo”. El aborto aparece así como una prestación médica más, que hay que proporcionar en buenas condiciones.

En realidad, a diferencia de las verdaderas prestaciones médicas, el aborto no promueve la salud de la madre, e incluso puede perjudicarla, como se sabe por la incidencia de trastornos psíquicos posteriores al aborto. Desde luego, tampoco favorece la salud del nasciturus, cuya vida se elimina. No hay unas “buenas prácticas” cuando se trata de descartar vidas humanas.

Aún así, la OMS podría defender que se encuentra dentro de su ámbito de competencias, si se limitara a ofrecer recomendaciones sobre el tratamiento médico del aborto. Pero no se limita a eso. El documento empieza con un primer ámbito de recomendaciones relativas a la legislación sobre el aborto. Ya esto es llamativo. Es como si la OMS, dentro de una serie de recomendaciones para un parto seguro y de calidad, pretendiera definir los términos del derecho de familia.

Puesta a entrometerse en el ámbito legislativo, la OMS adopta las posturas más extremas para garantizar un “aborto sin riesgos”. Recomienda la despenalización total del aborto, sin límites de tiempo de gestación. Descarta la regulación basada en supuestos y se inclina, en cambio, por el aborto “a demanda de la mujer, niña u otra persona embarazada” (¡no vamos a convertir el aborto en un derecho exclusivo de las mujeres cisgénero!). Se rechaza establecer plazos de reflexión obligatorios antes de abortar, así como la autorización de terceros (por ejemplo, padres respecto a una hija menor de edad). En cambio, explícitamente no se recomienda el uso de la ecografía como requisito para la prestación del servicio, sin duda para que la paciente no vea esa vida humana que se mueve dentro de ella.

Mientras que en otros problemas de salud se recuerda de continuo que el paciente no debe automedicarse, si se trata del aborto antes de las doce semanas la OMS está dispuesta a admitir la “autogestión”. Aunque según las legislaciones de muchos países el uso de la píldora abortiva debe realizarse en un medio hospitalario por las posibles complicaciones, la OMS no tiene inconveniente en recomendar que la propia interesada descarte posibles contraindicaciones, tome el fármaco sin la supervisión de un profesional sanitario y evalúe por sí misma la efectividad del aborto. De cómo esto va a favorecer un “aborto de calidad”, la OMS no lo explica.

En suma, la OMS recomienda facilitar el aborto sin límites de semanas de gestación ni restricciones legales. Olvídese de esas historias lacrimosas sobre niña violada por su padrastro en El Salvador, mujer que espera un feto con graves malformaciones, o adolescente embarazada por su novio e hija de fanáticos fundamentalistas. Ya no hacen falta. Dejémoslas para las series. Hemos entrado en la era del aborto a petición, y no hay que poner ningún límite al deseo del cliente.

Para ser exactos, algún límite hay, que afecta a los profesionales sanitarios que no quieren intervenir en la provisión del aborto. Por eso se recomienda garantizar el acceso al aborto “frente a los obstáculos creados por la objeción de conciencia”.

No es que la postura de la organización sobre la legalización del aborto responda a algo nuevo que la Medicina haya descubierto sobre la interrupción del embarazo. Simplemente, la OMS adapta sus recomendaciones médicas a la ideología predominante.

Entre ciencia e ideología

Esta sumisión de la evidencia científica a las expectativas ideológicas es también moneda corriente en el fenómeno de los problemas de incongruencia de género de adolescentes trans. Organizaciones científicas como la Academia Estadounidense de Pediatría, la Asociación Estadounidense de Psicología y la de Psiquiatría, han hecho en los últimos años declaraciones en apoyo a un “enfoque afirmativo” de la identidad sentida frente al sexo biológico y de respaldo a intervenciones fármaco-quirúrgicas que pueden ser irreversibles. Y esto a pesar de que la mayoría de los adolescentes que presentan disforia de género la superan al acabar la pubertad, por no hablar del creciente número de jóvenes que se arrepienten de la transición. Todo esto aconsejaría adoptar una actitud prudente, de esperar y ver el curso del malestar, en vez del enfoque afirmativo del “cuanto antes mejor”. Pero toda otra alternativa dirigida a reconciliar a uno con su cuerpo se descarta, etiquetándola como la denigrada “terapia de conversión”.

Contra lo que dicen estas declaraciones, otros especialistas advierten que no hay una evidencia científica que las respalde. En su libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, los psicólogos José Errasti y Marino Pérez Álvaro señalan que estas asociaciones toman el autodiagnóstico del niño o del adolescente como la última palabra ante la que solo cabe asentir y acompañar. ¿Qué pensaríamos –se preguntan­– si este enfoque se aplicara a las conductas autolesivas, la anorexia y las ideas suicidas, que no son ajenas a la disforia de género? A diferencia de otros problemas, se pasa por alto aquí la importancia de la evaluación psicológica, la influencia del entorno social y la inestabilidad de los sentimientos.

¿Por qué en este caso se abandonan las precauciones que serían razonables para evitar daños irreversibles? Según los autores del libro, “el enfoque afirmativo se defiende seguramente por miedo a las acusaciones de transfobia y odio: un terror que los activistas han logrado implantar no solo a través de las redes sociales, sino como lobby capaz de influir en políticas estatales”. Por eso, dicen, “sería de esperar que asociaciones científicas y colegios profesionales antepusieran los conocimientos científicos y las cuestiones éticas a las declaraciones ideológicas y a sus prevenciones corporativas”.

Una minoría transexual, que se queja de haber sido excluida y perseguida, se convierte así en un grupo que no tolera que alguien disienta de sus pretensiones, so pena de descalificación por transfobia. En realidad, como dicen Errasti y Pérez Álvaro, “la sociedad en su conjunto muestra muchísimo menos odio a las personas trans que el miedo que siente a ser acusada de tránsfoba, y eso está provocando el silencio y la falta de respuesta de una Academia cada vez más centrada en su aprobación social que en su tarea de discusión y crítica de los contenidos científicos e ideológicos que pretenden imponerse como oficiales”.

Ya empieza a haber reacciones críticas en la propia comunidad científica sobre los procesos de transición de género para adolescentes. Hace poco la Academia Nacional de Medicina de Francia advertía que muchos casos de identidad trans en los jóvenes están relacionados con la influencia del entorno social y que debe extremarse la prudencia ante tratamientos de bloqueo hormonal y de transición de género, porque pueden resultar contraproducentes y, en muchos casos, irreversibles.

Lo peor que le puede ocurrir a la ciencia es que sea utilizada para consagrar unas verdades oficiales no basadas en la evidencia, sino en criterios ideológicos. Y eso es lo que está ocurriendo en temas candentes como la disforia de género, en los que el ropaje científico encubre el temor a disentir del clima de opinión creado por grupos activistas y políticos con afán liberador.

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1 respuesta a La ciencia amedrentada

  1. Juan Carlos dijo:

    Todo esto que se comenta en el artículo, y más, está basado en la política de la ONU de evitar el crecimiento de la población de la tierra. Los seres humanos somo los malos, los que destruimos el planeta. La solución es que haya menos seres humanos.
    Por esto se promueve el aborto, la anticoncepción… y las ideologías LGTBx, trans, etc. que consiguen que la población no tenga descendencia. Todo esto está promovido por la ONU y los gobiernos. Se chantajea a los países en desarrollo para que promuevan estas políticas.
    Es bueno estar informado. Gracias

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