Pensamientos ilegales

Kate Forbes, ministra de Economía de Escocia, en un acto oficial, junio 2020 (CC Scottish Government)

El margen de tolerancia hacia el político creyente se ha ido reduciendo a medida que en la arena pública se creaba una nueva ortodoxia. Primero fue “no impondrás tus propias convicciones”. De ahí se pasó al “no mostrarás tus convicciones”. Y ahora hemos llegado al “no podrás participar en la vida política con esas convicciones”. Ya no basta el silencio o el sigilo, sino que todo lo que no sea adhesión se considera traición. Al menos cuando se trata del aborto, el matrimonio gay y últimamente los derechos de los trans.

Un caso paradigmático es el de la lucha política en Escocia por el liderazgo del partido nacionalista escocés (SNP) y, en consecuencia, por el puesto de primer ministro. Desde la dimisión el pasado febrero de Nicola Sturgeon, nacionalista en formato woke, tres políticos se disputan la sucesión. Pero hay una candidata a ser cancelada por sus ideas, no ya políticas sino religiosas. Kate Forbes, actual ministra de Economía, 33 años, casada y que acaba de tener su primer hijo, es miembro de la Free Church of Scotland, y no solo de nombre sino de convicción.

Si fuera al menos no practicante sería más aceptable. Pero despierta la tenaz oposición de algunos grupos que ven en ella un peligro. No es que quiera imponer sus convicciones presbiterianas. Pero, al ser preguntada por sus ideas, ha desentonado en el coro: no habría votado a favor del matrimonio gay, entiende que es mejor para los niños nacer dentro del matrimonio y nunca estaría dispuesta a abortar. Al mismo tiempo, Forbes mantiene que su fe no interferirá en el modo de legislar.

Realmente el matrimonio, el aborto y la familia son temas claramente políticos, en los que todo el mundo aporta sus convicciones, tengan o no una base religiosa. Pero también son un campo de minas en el momento actual, y el ruido mediático de vestiduras rasgadas ante las palabras de Forbes ha sido un estruendo. Sus adversarios achacan a Forbes que no apoye el derecho al aborto de forma decidida, aunque la misma legislación parece que sí servía en la época del gobierno de Sturgeon. Frente a los que quieren prohibir que los grupos provida ofrezcan información en torno a las clínicas abortistas, Forbes ha hablado de un equilibrio de derechos entre la libertad de expresión y el respeto a la decisión de la mujer, lo que para algunos es ya anatema.

El portavoz de un lobby que hace campaña en favor del derecho al aborto, asegura que “una de cada tres mujeres tendrá un aborto en su vida, por lo que pienso que es una perspectiva terrorífica que puedan llegar a ser gobernadas por alguien que directamente no está de acuerdo con eso”. Igual podría decir que como hay muchas madres solteras es tremendo que puedan llegar a ser gobernadas por alguien que prefiere estar casada. Pero en el caso del aborto parece que hemos pasado de legalizarlo como un mal necesario a considerarlo una experiencia enriquecedora para gobernar.

El debate en torno a Kate Forbes ha sido la ocasión para que los obispos católicos de Escocia manifiesten su preocupación por la negativa caracterización de la religión en la vida pública y la falta de respeto a la conciencia en general. Los obispos ven necesario reafirmar “el principio cívico bien asentado de que sostener o expresar creencias y valores religiosos no debe excluir a nadie del liderazgo en la vida política”. A la vez les inquieta “la creciente tendencia en los partidos políticos a privar del derecho a votar en conciencia a los parlamentarios en cuestiones que tienen que ver con temas morales”. A su juicio, tales acciones “inhiben la libertad, son insidiosamente conformistas y dificultan un debate abierto y honesto”.

¿Pero quién quiere hoy día un debate abierto cuando puede imponer sus convicciones cancelando al adversario? El asunto no preocupa solo a los obispos. Incluso han surgido voces en el movimiento LGTB que se preguntan: “¿Cuándo los gais nos volvimos tan intolerantes?” Así lo hace el productor de televisión Malcolm Clark, en un artículo publicado en Spiked, a propósito de la demonización de Kate Forbes, en este caso por no apoyar el matrimonio gay.

Clark se atreve a decir que “el movimiento LGTB en Escocia se está convirtiendo rápidamente en un positivo ejemplo de lo que ocurre cuando los acosados se transforman en acosadores”. Antes, dice, los gais éramos una “comunidad liberal que se defendía por sí misma con dignidad”. Ahora, “parece que esta noble comunidad de pensadores independientes quisiera galopar por Escocia a la búsqueda de herejes y brujas a las que quemar”.

Recuerda que en otros tiempos los gais eran despreciados, también por motivos religiosos. Pero esto ha cambiado, hasta el punto de que la primera ministra saliente, Nicola Sturgeon, “se rodeó la pasada década de un verdadero círculo de activistas LGTB que tenían poca o ningún parecido con los gais y lesbianas corrientes, y no digamos con el resto de Escocia”. Lo que ahora ha causado un verdadero pánico es que Kate Forbes se haya resistido a seguir el guion y que a pesar de todo encabece los sondeos entre los votantes.

El afán de impedir cualquier acción pública que pueda interpretarse como condena del aborto ha llevado a crear en torno a las clínicas abortistas zonas donde está prohibido ofrecer información sobre alternativas al aborto, aunque sea del modo más pacífico. En España en 2021 se incorporó al Código Penal una disposición que criminaliza este tipo de acción, calificada de “hostigamiento”, aunque poco antes se hubiera despenalizado los excesos de la acción de los piquetes informativos sindicales en las huelgas.

Prohibido rezar

También existe una prohibición de este estilo en el Reino Unido, lo cual ha dado lugar a un caso sonado precisamente por referirse a una oración silenciosa. Isabel Vaugham- Spruce es codirectora de la Marcha por la Vida en el Reino Unido, y desde hace 19 años participa en concentraciones de oración y ayuda a mujeres en torno a clínicas abortistas. Cuando se aprobó una legislación que prohíbe realizar estas acciones, Vaugham-Spruce dejó de ofrecer folletos a las mujeres, pero siguió rezando en silencio en esas zonas. Acabó detenida por la policía, y el vídeo de su arresto por rezar allí se hizo viral y le otorgó más popularidad de la que nunca había soñado. Ahora ha sido absuelta por los tribunales, por no encontrar nada delictivo en su conducta.

A pesar del veredicto de inocencia, su caso ha puesto de relieve que uno puede ser llevado ante los tribunales por acciones tan legítimas y pacíficas como puede ser la oración silenciosa en una zona determinada. En un artículo en el que explica su acción, Vaugham dice que fue incriminada por la policía por “protestar y participar en una acto que intimida a los usuarios de un servicio”. Y se pregunta cómo una oración silenciosa puede ofender a alguien. El suyo sería una “crimen sin víctima”. Frente a la censura amparada por el Estado, Vaugham afirma que “la prueba de fuego de la libertad de expresión en una sociedad es si estamos dispuestos a reconocerla a aquellos con los que discrepamos”. Y eso en todas partes, pues “en una sociedad libre no puede haber zonas donde ciertos pensamientos sean ilegales”.

Pero hoy día hay pensamientos que entran en la categoría del “crimental” orwelliano, por apartarse de la ideología dominante.

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1 respuesta a Pensamientos ilegales

  1. graciasalamanca@yahoo.es dijo:

    graciasalamanca@yahoo.es que comentario tan importante sobre semejante injusticia social

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