Evitar la rusofobia

¿Hay que boicotear a un músico ruso porque Putin haya decidido invadir Ucrania? ¿Excluir a los atletas rusos de las competiciones de la federación internacional de atletismo va a servir para frenar la agresión? La cuestión suscita el tradicional debate sobre qué tipo de sanciones internacionales pueden ser útiles para rechazar las acciones ilegales de un gobierno sin estigmatizar a su pueblo.

Ante la invasión de Ucrania, Occidente ha reaccionado con las sanciones económicas anunciadas, cuyo impacto puede poner contra las cuerdas a la economía rusa. Sin duda, es la represalia más eficaz para que Putin pague el coste de la agresión y advierta que el recurso a la violencia pude salir muy caro. También lo experimentará el pueblo ruso, que va a sufrir en su vida cotidiana la dureza de una crisis provocada por su líder.

Pero de las sanciones económicas se ha pasado a la exclusión de artistas y deportistas rusos, y a la ruptura de toda colaboración con instituciones culturales rusas. En uno de esos arrebatos tan propios de esta época emotiva, la solidaridad con Ucrania parece exigir la marginación de todo lo que tenga que ver con Rusia. Los casos de personajes rusos cancelados de eventos en Occidente son ya abundantes. Aquí no se trata de oligarcas que apoyan y se benefician del gobierno de Putin, sino de personajes del ambiente cultural, académico o deportivo que se ven rechazados si no son abiertamente beligerantes contra Putin. Pero desde Europa y EE.UU. es fácil exigir a los artistas rusos una declaración contra Putin, al margen de las represalias políticas que pueda acarrearles, mientras que los que la exigen no demuestran gran valentía para resistir a la presión de las redes sociales.

A veces basta tener una foto con Putin para ser calificado de “amigo”, aunque la cercanía pueda ser muy variable. En algunos casos tampoco es extraño que un personaje célebre haya conversado en algún momento con Putin, que lleva más de veinte años en el poder.  A otros se les reprocha que se hayan mostrado “tibios” como a la soprano Anna Netrebko, aunque esta escribiera en Instagram: “Me opongo a esta guerra. Soy rusa y amo a mi país, pero tengo muchos amigos en Ucrania y el dolor y el sufrimiento me rompen ahora mismo el corazón”.  No fue suficiente para la Opera Metropolitana de Nueva York.

Con la intransigencia se quiere enviar el mensaje de que la invasión convierte a Rusia en un paria internacional, excluido de los círculos de los países civilizados. Pero los que sufren las consecuencias de ese mensaje son personas que no han tenido arte ni parte en la guerra de Ucrania y que se ven injustamente tratadas bajo sospecha por el mero hecho de ser rusas. Uno de ellos es el director de orquesta ruso Tugan Sokhiev, que iba a actuar en Toulouse y que, obligado a pronunciarse sobre la guerra, ha respondido dimitiendo de su puesto. “Me es imposible –ha dicho– elegir entre mis queridos músicos rusos y franceses. Dentro de poco se me pedirá que escoja entre Tchaikovski, Stravinski, Shostakovich y Beethoven, Brahms, Debussy. No puedo soportar ser testigo de cómo mis colegas, artistas, actores, cantantes, realizadores, son amenazados, tratados de manera irrespetuosa y víctimas de la ‘cultura de la cancelación’”.

La postura de que «el que no está conmigo está contra mí», pierde también de vista la división interior que pueden estar experimentando celebridades rusas. Es algo que se revela, por ejemplo,  en la carta abierta a Putin firmada por medio centenar de maestros de ajedrez rusos. Se declaran convencidos de que «el ajedrez y los deportes en general deben unir a la gente». Recuerdan que se han enfrentado muchas veces con sus colegas ucranianos en competiciones individuales y por equipos. «Para nosotros, la competencia justa siempre ha estado por encima de la política; los ucranianos comparten este mismo sentimiento. Les rogamos que preserven la posibilidad de respeto mutuo entre los equipos, jugadores y personas de ambos países».

No es un modo de salirse por la tangente, porque afirman con claridad: «Estamos en contra de cualquier acción militar en la tierra de Ucrania y pedimos un inmediato cese de hostilidades y una resolución pacífica del conflicto a través del diálogo y las negociaciones diplomáticas. Apoyamos la paz. Paren la guerra». No sabemos si esta postura habrá llegado a la opinión pública rusa, habida cuenta de la legislación draconiana que impide informar  libremente sobre la guerra. Pero deberíamos hacer un esfuerzo para no seguir en Occidente la lógica del blanco o negro.

La idea de que “todo es política” y que, por lo tanto, Rusia debe ser combatida en el “frente cultural”, no es una buena idea. Es una actitud más propia de autócratas que de democracias. Lo propio de los regímenes democráticos es delimitar los campos, no permitir que la política invada todo, no dejarse arrastrar por la dialéctica amigo-enemigo, que determina el valor de la cultura en función de las afinidades políticas.

Eso nos llevaría al terreno de Putin y favorecería su causa. Nada le puede resultar más útil en su labor de propaganda que presentar a Occidente como enemigo del pueblo ruso, contrario a su cultura y a su identidad nacional.

Print Friendly, PDF & Email
Esta entrada fue publicada en Cultura y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

1 respuesta a Evitar la rusofobia

  1. Maria Paz Elorrieta dijo:

    Gracias por recordar algo tan importante, pero que con el actual estado de la opinión pública en contra de Rusia, no había tenido en cuenta.

Los comentarios están cerrados.