En busca de la bendición

C C Sailko

El mero hecho de que la Iglesia católica tenga que aclarar por qué no bendice las uniones homosexuales es ya una prueba de que las convicciones civiles progresistas funcionan hoy como una nueva religión secular.

Históricamente los activistas homosexuales lo que buscaban era que el Estado les dejara en paz. Querían vivir libremente su sexualidad. Si había partidarios acérrimos del amor libre, eran ellos. Veían el matrimonio y la familia como instituciones problemáticas, si no opresoras, y exigían el reconocimiento de su derecho a vivir al margen de ellas.

La reivindicación del matrimonio entre personas del mismo sexo no empezó hasta finales del siglo pasado y todavía hoy solo se ha impuesto en 30 países. Algunas élites descubrieron ahí una nueva misión moral, pese a la indiferencia popular que entonces reinaba por esta causa. De la lucha por la libertad para unas relaciones ajenas al modelo familiar tradicional, se pasó a la reivindicación de la boda. Más que una cuestión de igualdad, en el fondo se trataba de dar respetabilidad a las relaciones homosexuales. Lo que había nacido al margen del sistema quedaría integrado en él, aunque para eso hubiera que cambiar el componente más esencial de la idea del matrimonio.

Las élites progresistas abrazaron con pasión una causa con la que podían demostrar su seriedad moral y su superioridad cultural. Las uniones homosexuales quedaban así incorporadas a la nueva normalidad social, al orden que antes se denominaba burgués, de modo que las bodas gais entraran también en la prensa del corazón.

De ahí ese empeño en que nadie pudiera objetar a la nueva visión del matrimonio. Por no querer involucrarse en una boda gay, han sido llevados a los tribunales floristas, fotógrafos, pasteleros… que no querían prestar sus servicios profesionales en respaldo de una idea del matrimonio que rechazaban.

Por la misma razón molesta que muchas Iglesias, y en concreto la católica, no quieran reconocer ni hacer ceremonias religiosas para las bodas gais. Ahora, una nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha aclarado que la Iglesia no puede bendecir uniones homosexuales. La doctrina católica mantiene, como dice el Papa Francisco, que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (Amoris laetitia, n. 251). Aparte de las razones teológicas que aduce la nota, es una manifestación de coherencia. Si la Iglesia bendijera uniones homosexuales, sería porque las considera una situación positivamente buena y conforme al designio de Dios. Y en tal caso, ¿por qué no admitirlas como matrimonio y reconocer la conducta homosexual como ordenada?

Los que deberían explicar su coherencia son algunos eclesiásticos que, para manifestarse gay-friendly, no han tenido inconveniente en bendecir uniones gais, sin aclarar si eso es compatible con la visión cristiana del matrimonio. Sin duda, las personas homosexuales tienen su sitio en la Iglesia y deben ser bien acogidas, como también recuerda la nota, pero eso no significa cambiar una concepción del matrimonio, basada en la Sagrada Escritura y en una tradición milenaria.

Pero, en último término, ¿para qué necesitan una bendición de la Iglesia unas uniones que ya tienen un reconocimiento civil? Después de defender tanto la separación entre la Iglesia y el Estado, ahora parece que la Iglesia debería plegarse a lo que cambiara en la legislación civil. Pero, en el fondo, de lo que se trata es de doblegar la resistencia de la Iglesia a la aprobación moral de la conducta homosexual, de que las uniones homosexuales accedan también a la respetabilidad de una “boda en la iglesia”.

Estas presiones son una manifestación de la intolerancia de los tolerantes. Una actitud que un filósofo laico como el polaco Leszek Kolakowski analizaba así: “Si la Iglesia pidiera que volvieran a promulgarse las leyes que prohibían las prácticas homosexuales, podría ser acusada de burda intolerancia. Pero, cuando las organizaciones de homosexuales exigen que la Iglesia retire sus enseñanzas sobre la homosexualidad, son ellas quienes muestran una burda intolerancia en sentido contrario. (…) Los homosexuales que afirman que la Iglesia se equivoca son libres de abandonarla. Nada se lo impide. Pero, cuando tratan de imponer sus opiniones a la Iglesia, con insolencia y agresividad, no defienden la tolerancia, sino que abanderan la intolerancia. La tolerancia solo es real cuando es mutua”.

Si se trata de defender la autonomía de la Iglesia y del Estado, es bueno deslindar los campos respectivos. Si no, podemos llegar a una nueva mezcolanza de lo sagrado y lo profano. Podríamos ver la esquela de alguien que “fue eutanasiado habiendo recibido los santos sacramentos y la bendición apostólica”. O reclamar indulgencia plenaria por renunciar a un viaje en avión para luchar contra el cambio climático.

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1 respuesta a En busca de la bendición

  1. Rosario BC dijo:

    Coincido completamente con lo que Usted aquí expresa. Que buena reflexión. Ojalá algún día si tengamos ese respeto del que tanto se jactan los ideólogos de género.

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