Matrimonio y discriminación intolerable

Matrimonio y discriminación intolerableEl afán de que el matrimonio sea una institución abierta a todo tipo de relaciones sentimentales obliga a ir descartando sus características esenciales para no discriminar a nadie. Pero no siempre en la misma dirección.

En los últimos días, la Corte Constitucional de Eslovenia ha descubierto que la concepción del matrimonio como unión de hombre y mujer “es una discriminación inadmisible respecto a las parejas del mismo sexo”. En cambio, en Costa de Marfil se ha presentado en la Asamblea Nacional una propuesta para legalizar la poligamia y proteger así a las mujeres que conviven con un hombre y que forman parte de la familia como coesposas, pero no pueden casarse. Si en un caso no importa el sexo, en el otro no importaría el número.

Hay que reconocer que en África lo de parejas matrimoniales del mismo sexo les parece un sinsentido, mientras que la poligamia es muy tradicional y aun practicada en sociedades modernas. Esta es la justificación de la proposición de ley presentada en la Asamblea Nacional de Costa de Marfil por Yacouba Sangaré, diputado de la mayoría presidencial, que quiere cambiar el matrimonio monógamo instituido en 1964.

Sangaré piensa que el régimen matrimonial actual es una “hipocresía”. De hecho, dice, la poligamia se practica por derecho consuetudinario “en todas las regiones de Costa de Marfil, en todas las clases sociales, en todas las religiones”. “A veces, la situación está a la vista de todo el mundo, la coesposa forma parte de la familia, pero está en una precariedad absoluta, porque no está casada”. Sería más veraz y ordenado que el marido pudiera elegir una segunda esposa, con el consentimiento de la primera.

Este discurso de que sin matrimonio no hay protección legal lo hemos oído mucho también a propósito de las parejas del mismo sexo, como si el Derecho no tuviera otros mecanismos y pactos para regular estas situaciones. Lo que no se tiene en cuenta es si esa protección se da a costa de erosionar el valor del matrimonio.

Los críticos de la propuesta de Sangaré mantienen que la poligamia va contra la igualdad de hombre y mujer. Aunque se dice que hace falta el consentimiento de la primera esposa, en realidad en su gran mayoría serían obligadas. En cualquier caso, su integridad moral queda avasallada.

¿La poligamia es discriminatoria? “No, responde el diputado, pues puede darse en los dos sentidos”. Su propuesta admite tanto la poliginia –un hombre casado con más de una mujer–, como la poliandria –una mujer casada con varios hombres–. Matrimonio Igualitario, al menos sobre el papel.

La idea de que esta “igualdad” justificaría la poligamia revela la tendencia a ver discriminación donde en realidad hay situaciones distintas que el Derecho trata también de modo diferente. La primera esposa no solo tiene unos derechos por ser la primera, sino también por ser la única. Y el abandono de la unicidad y la fidelidad no solo afecta a su posición en la pareja, sino que cambia también el mismo concepto de matrimonio en la sociedad.

Un referéndum que no cuenta

Este cambio del concepto de matrimonio es lo que ha hecho la Corte Constitucional de Eslovenia, al decidir que la unión entre parejas del mismo sexo es también matrimonio y al dar seis meses al Parlamento para legislar en este sentido. Como suele ser habitual, la decisión ha sido presentada como “histórica”, al ser Eslovenia el primer país del ex bloque comunista que reconoce a las parejas homosexuales el derecho a casarse y a adoptar.

Pero quizá la decisión es histórica sobre todo porque supone ignorar la voluntad popular manifestada en un referéndum en 2015. Ese mismo año se aprobó en el Parlamento una ley que reconocía el matrimonio homosexual. Los opositores recogieron en un tiempo récord las firmas necesarias para convocar un referéndum de iniciativa popular. Pero la mayoría de centro izquierda del Parlamento hizo todo lo posible para no que no se oyera la voz del pueblo. Argumentaba que esa consulta popular sería homófoba y que la Constitución no permite organizar un referéndum para retirar derechos. Pero lo que se discutía era precisamente si existía tal derecho.

Los defensores del matrimonio tradicional tuvieron que recurrir al Tribunal Constitucional (TC) para que se celebrase el referéndum. El alto tribunal lo autorizó. El resultado confirmó los peores temores de los promotores de la ley. Los partidarios del “no” triunfaron ampliamente con el 63,5% de los votos emitidos, con una participación del 36%. Según la Constitución, para anular la ley se necesitaba no solo mayoría de votos, sino que votasen en contra al menos el 20% de los eslovenos con derecho a voto. Los 390.000 votos en contra suponían el 23% de los 1.700.000 eslovenos con derecho a voto, en un país de poco más de dos millones de habitantes.

Así que los partidarios del matrimonio homosexual tuvieron que buscar un atajo que hiciera caso omiso de la voluntad popular expresada. Suscitando dos casos de parejas homosexuales que pretendían casarse, llegaron hasta el TC, para provocar un pronunciamiento que estimaban favorable. Y así ha sido, por seis votos contra tres. Como ha ocurrido en otros países, lo que la democracia negaba, el Tribunal Constitucional lo ha dado, descubriendo en la Constitución un nuevo derecho. Cabe preguntarse por qué el TC autorizó el referéndum de 2015, si ya pensaba que la exclusión del matrimonio homosexual era contraria a la Constitución.

Como la divergencia entre la decisión del TC y el resultado del referéndum de 2015 es clamorosa, los partidarios del matrimonio homosexual dan diversas justificaciones. Por una parte, se dice que la participación en el referéndum de 2015 fue débil, solo un 36%. Pero el resultado superó el mínimo que señala la Constitución, con lo que era legalmente vinculante. La activista lesbiana Natasa Sukic desacredita la voluntad popular, diciendo que “las gentes de derechas van a votar mucho más que las gentes de izquierda en ese tipo de referéndum”. Lo cual es una curiosa concepción del sufragio popular: lo importante no es la opinión del que va a votar sino la del que se abstiene, aunque su misma indiferencia transmite la impresión de que el tema le trae sin cuidado.

“Es una completa victoria para nosotros, después de largos esfuerzos de la sociedad civil”, afirma Lana Gobec, presidenta de Legebitra, la principal asociación eslovena pro derechos LGTB. Pero aún temen que los ambientes católicos, influyentes en el país, sigan oponiéndose a este cambio de concepción del matrimonio. O sea, si coincides conmigo formas parte de la sociedad civil, y si no, aunque ganes referéndums, eres un elemento extraño.

Pero el caso del matrimonio entre personas del mismo sexo es un ejemplo notorio de cómo hoy día se puede pasar por progresista sin ser demócrata, y en el que el despotismo ilustrado se ejerce sin titubeos.

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