Los salvadores elitistas del planeta

Cuando el pasado día 14 dos activistas de Just Stop Oil entraron en la National Gallery y derramaron sopa de tomate sobre “Los Girasoles” de Van Gogh, protegido por un cristal, no estaban haciendo nada inédito ni audaz. Realizar actos vandálicos contra obras de arte icónicas, para llamar la atención en favor de una buena causa, es una manía de gente con mentalidad de salvadores. Sin ir más lejos, el 29 de mayo pasado un individuo estampó una tarta contra el cristal blindado que protege la Gioconda en el Louvre.

Para justificar su acción, las dos militantes de Just Stop Oil declararon: “¿Os preocupa más la protección de un cuadro o la protección de la vida y de la población?” También el atacante de la Mona Lisa se escudó en su ansiedad ante el estado del planeta: “¡Hay gente que intenta destruir la Tierra! Pensad en la Tierra. Es por ella por la que he hecho esto”. En realidad, es una disyuntiva absurda. Cuando los talibanes de Afganistán destruyeron las estatuas de Buda de Bamiyán por motivos religiosos también podían haber declarado: ¿Os importa más el arte o el islam?

Los activistas de Just Stop Oil pueden estar muy preocupados por la Tierra, pero sus acciones no demuestran gran aprecio por el arte ni por la población. Tratan –más bien maltratan– una obra emblemática del arte moderno como un mero reclamo, un altavoz para su causa. En el fondo, instrumentalizan el arte como propaganda, lo que siempre ha sido una característica de regímenes dictatoriales.

Sus acciones tampoco demuestran auténtico respeto e interés por la gente. Los activistas de Just Stop Oil llevan semanas provocando repetidos bloqueos del tráfico y haciendo perder el tiempo a la gente. Si toda manifestación en la calle tiene una secuela de problemas para la vida en común, las acciones de estos activistas van dirigidas precisamente a crear molestias para llamar la atención. De este modo unos pocos puedan alterar la vida de muchos. Y si el público se indigna, es que no comprende nada. ¡Protestamos por vuestro bien!

Como todos los que se consideran en el lado correcto de la historia, se atribuyen fácilmente la capacidad de actuar en nombre de los demás. “Somos gente corriente –dice un portavoz de la organización– en una resistencia no violenta dirigida a proteger nuestros derechos, libertades y nuestro legado. Tratamos de proteger las vidas y los medios de vida de toda la humanidad”. No hay por qué negar sus buenas intenciones, pero por el momento lo que hacen es complicar la vida de la gente y poner en riesgo sus medios de trabajo.

Tampoco puede decirse que sean gente corriente. Más bien revelan la mentalidad de unas élites que tienen que demostrar que ellas sí están preocupadas por el futuro de la Tierra, a diferencia de un público de insensatos que viven al día y gastan recursos sin pensar en el futuro. Mientras la gente normal se preocupa de si habrá suficiente energía este invierno, estos piden al gobierno que se produzca menos. Lo importante es que dejen de utilizarse las energías fósiles, cueste lo que cueste. Que no dependamos del petróleo ni del gas. Que vayamos adelante con las energías renovables y que recortemos la demanda de energía. Y exigen al gobierno que haga una declaración comprometiéndose a no conceder –como tiene anunciado– nuevas licencias para la extracción de energías fósiles.

Su propuesta no va acompañada de unas estimaciones que demuestren con datos que con las renovables quedarán cubiertas las necesidades de energía. Aunque, desde luego, todo depende de lo que estemos dispuestos a recortar la demanda energética.

Pero los de Just Stop Oil lo quieren todo y ya. Por eso piden también que el gobierno otorgue subvenciones para que no suban las tarifas eléctricas y “nadie se quede atrás”. Ellos no tienen ese problema ya que se financian principalmente mediante el apoyo del Climate Emergency Fund, grupo de filántropos medioambientalistas californianos. Lástima que la gente común no tenga la misma suerte y deba afrontar la emergencia de pagar la factura de la luz.

En el fondo, este tipo de actitudes revelan un sentimiento antidemocrático. No cabe confiar en que los electores respalden medidas tan extremas como las que defiende Just Stop Oil, así que hay que imponer las decisiones a gobiernos inoperantes. Más vale protestas ante el Parlamento que presentar candidatos.

Es cierto que la voz de la opinión pública y las manifestaciones en la calle tienen también su papel a la hora de expresar las expectativas y las preferencias de la gente en la vida política. Pero esto no quiere decir que haya que admitir cualquier tipo de acción porque los interesados lo califiquen como “protesta”. Derramar sopa de tomate sobre una obra de arte de propiedad ajena no deja de ser un acto de vandalismo. Y si alguien fuera a la sede de Just Stop Oil para derramar una lata de tomate –por no decir de petróleo– sobre sus carteles, lo considerarían un atentado injustificable.

También hay un sesgo narcisista en este tipo de acciones. Las dos activistas parecen decir: No mires “Los girasoles”, mírame a mí que vengo a despertar tu conciencia entumecida; que los telediarios hablen de mi audacia y valentía; y luego lo colgaré en las redes para perpetua memoria. Igual que el girasol se mueve buscando la luz, los activistas necesitan la luz mediática para que las acciones más absurdas se transformen en “protesta”.

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