La salud reproductiva empieza por el respeto a la mujer

Con el telón de fondo de la próxima decisión del Tribunal Supremo de EE.UU. sobre el aborto, se debate ampliamente acerca de la salud reproductiva y los derechos de la mujer. En Occidente se celebra o se lamenta que tal o cual país se haya incorporado a la modernidad de la legalización del aborto. Pero la salud reproductiva parece reducirse a la disponibilidad y legalidad de técnicas para evitar la reproducción. En cualquier caso, la salud reproductiva no puede estar asegurada sin el respeto mutuo en las relaciones entre hombre y mujer.

De vez en cuando algunas noticias nos recuerdan que la epidemia de VIH/sida sigue arruinando vidas sobre todo en países africanos y que no pocas veces va asociada a violencia de género. La epidemia incide especialmente en el África subsahariana, que en 2019 concentraba el 63% de las muertes y el 57% de las nuevas infecciones por VIH, cuando su población representa solo el 14% de la población mundial.

También es la única región del mundo en que más mujeres que hombres conviven con la enfermedad. Más del 60% de las personas infectadas son mujeres. También es peculiar que la mayoría de los contagios se producen por relaciones heterosexuales, mientras que en el resto del mundo las nuevas infecciones se propagan sobre todo por relaciones entre hombres homosexuales (EE.UU. homosexuales, 2% de la población; 57% de las nuevas infecciones).

Pero dentro de la región, el país más desarrollado, Sudáfrica, es un caso aparte, especialmente relacionado con la falta de respeto y la violencia contra las mujeres. La prevalencia del VIH (porcentaje de la población de 15-49 años infectada) era del 19,1 en 2020, frente al 3,6 del conjunto de la región.

También es uno de los países donde la proporción de mujeres entre la población de más de 15 años que convive con la enfermedad es mayor, aunque en esto otros países la superan (61% en el conjunto de la región, 64% en Sudáfrica).

Pero en Sudáfrica, según afirma la Catholic Health Care Association (CATHCA), “hay una doble epidemia de VIH/sida y de violencia de género”. La Asociación hace notar que las mujeres son seis veces más vulnerables a contraer el VIH que sus parejas masculinas. Y esto tiene mucho que ver con la violencia contra la mujer.

Según datos de la policía sudafricana, entre julio y diciembre de 2021 se denunciaron 9.500 casos de violencia de género y 13.000 de violencia doméstica. Y además todos los índices de violencia van en aumento. En el mismo periodo, fueron asesinadas –no necesariamente por su pareja– 897 mujeres (+7,7% respecto al mismo periodo del año anterior); las agresiones sexuales crecieron un 4,7% y las violaciones, un 7,1%.

Entre los factores que hacen que la enfermedad afecte especialmente a las mujeres en Sudáfrica está la desigualdad de género, la pobreza, el insuficiente acceso a la educación y a los servicios sanitarios, y las relaciones entre jóvenes adolescentes y hombres adultos que ofrecen seguridad material a cambio de sexo (fenómeno conocido como los “suggar daddy”). Estos hombres tienen una mayor probabilidad de sufrir alguna enfermedad de transmisión sexual como el VIH, por sus relaciones con varias parejas y el recurso a la prostitución. En el África subsahariana, muchos hombres y mujeres tienen relaciones de larga duración con dos o más parejas regulares. Al final, estas prácticas contribuyen a expandir la infección.

No está de más recordar aquí el escándalo mediático que se organizó por las declaraciones de Benedicto XVI en su viaje a Camerún en 2009, cuando en la improvisada rueda de prensa del avión dijo que la epidemia de sida en África no se podía resolver simplemente con la distribución de preservativos, y que incluso podía complicar más la situación. Lo que hacía falta era una humanización de la sexualidad, frente a su trivialización. Más tarde, en un libro entrevista, explicó con más calma su postura.

Benedicto XVI sufrió una crucifixión mediática, acusado de insensibilidad y de negar la evidencia científica. Algún experto, como Edward Green, salió en defensa de Benedicto XVI, aludiendo a lo que los epidemiólogos llaman “la compensación de riesgos”: al actuar como si el preservativo fuera la protección total, a menudo se pierden los beneficios asumiendo un riesgo mayor que si uno no lo usara.

Pero no son condones lo que faltan en Sudáfrica: su uso entre jóvenes de 15-24 años oscila entre el 70% y el 95%, según los grupos. Lo que escasea es el respeto a la mujer.

No todos los hombres se comportan así. Según explica CATHCA, “Sudáfrica es un país muy diverso, no solo entre las diferentes razas sino también entre los africanos, algunos de los cuales practican tradiciones monolíticas, y otros están dirigiéndose a diferentes ritmos hacia una modernización”.

Por otra parte, el aborto es legal en Sudáfrica desde 1996, aunque no parece haber contribuido mucho a la salud reproductiva ni a la valoración de los derechos de la mujer. En último término, las leyes nunca pueden sustituir esa humanización de la sexualidad que reclamaba Benedicto XVI. Y no es un problema solo del África subsahariana. También en Occidente habría que preguntarse si el aborto ha elevado la autoestima de la mujer, si ha contribuido a que sea más respetada o ha acentuado una soledad que puede abocar al aborto, presionada a menudo por su pareja o por el ambiente.

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