Fotos con el Papa

C.C: Andreas Tille

Hacerse una foto con el Papa es hoy una gran aspiración de no pocos políticos de izquierda. Lo logró Joe Biden el pasado octubre cuando se entrevistó con el Papa Francisco, y salió diciendo que se sentía un buen católico y que el Papa no le había hecho reproches. Como si hubiera ido a ganar la indulgencia mientras los obispos de EE.UU. consideraban negar la comunión a los políticos católicos que promueven el aborto. A un nivel más modesto, Yolanda Díaz, la líder de Podemos, ha podido tener su entrevista privada con Francisco, encuentro que ha calificado de “muy emocionante”.

De entrada, este afán de los políticos de mostrar su sintonía y hasta su admiración por el Papa es algo bueno. Demuestra que valoran de un modo positivo la influencia que ejercen la doctrina y los gestos del Papa en los asuntos mundiales. Manifiesta que sus enseñanzas trascienden las fronteras de la Iglesia católica, y se valoran también por no creyentes. Revela que el Papa ha logrado un capital de simpatía entre sectores antes más reacios al Vaticano. En cualquier caso, más vale eso que la indiferencia o el ataque.

Es verdad que la izquierda, sobre todo en países de mayoría católica, ha buscado siempre descalificar en el debate público argumentos defendidos por los creyentes, apartándolos como una “intromisión” de la Iglesia. Pero, cuando le conviene, recurre a enseñanzas papales o a fotos en el Vaticano como argumento de autoridad moral.

Es claro que estas son visitas interesadas. Como políticos que son, esperan obtener un rédito de imagen, de popularidad e incluso de votos. Quizá todavía creen que existe algo así como el “voto católico”. También puede ser un intento de blanquear otras políticas que ellos defienden y que chocan frontalmente con la doctrina católica.

Por ello, su sintonía con las enseñanzas del Papa es claramente selectiva. Al salir de la audiencia alabarán y compartirán su “preocupación por los pobres”, su “ejemplo en la lucha contra el cambio climático”, su “apertura a los inmigrantes”, su “defensa de un trabajo digno”… según lo que busque el político. Pero pocos van a la raíz del pensamiento del Papa. Estarán de acuerdo en que hay que proteger a los más vulnerables. Pero no entenderán que entre esos débiles que la Iglesia defiende “están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana” (Evangelii gaudium, n. 213.). Compartirán su preocupación por el cuidado de la naturaleza, que impone límites a la sobrexplotación y al arbitrio humano. Pero no llegarán a aplicar el mismo criterio a una ecología humana, que exige respetar los límites marcados por la naturaleza humana, con la diferencia entre los sexos, la idea de matrimonio entre hombre y mujer, o el respeto a la vida hasta el final.

En tales casos, los mismos políticos que acuden al Vaticano sacarán a relucir que esos son planteamientos religiosos (aunque hasta hace poco fueran los de todos), que nuestras leyes son laicas y hasta denigrarán la objeción de conciencia de los creyentes.

En el Vaticano no son tan ingenuos como para ignorar las miras interesadas de los políticos que buscan la foto con el Papa. Pero si el Papa tuviera que adoptar una estricta política de rechazar cualquier trato con un gobierno o un político cuya acción fuera favorable al aborto, al matrimonio gay o a la eutanasia, pocas posibilidades tendría de influir en el mundo. La acción diplomática no puede quedar rota por desacuerdos en un área.

Pero lo mismo puede decirse con otros políticos que no son de izquierdas. Cuando el pasado septiembre el Papa visitó Hungría para participar en la clausura de un Congreso Eucarístico y se entrevistó con el primer ministro Viktor Orbán, las informaciones periodísticas se centraban en lo que Francisco diría sobre la inmigración ante un político que se ha negado a aceptar cuotas de refugiados. Al final, en el comunicado del Vaticano ni se mencionaba la cuestión de la inmigración entre los temas tratados en la reunión. Pero, más allá de la política de inmigración, podría haber muchas razones de sintonía de Roma con un gobierno que ha consagrado en la Constitución que el matrimonio es entre hombre y mujer; que promueve la natalidad en vez del aborto; que considera que la educación sexual es una competencia de los padres; que excluye la promoción de la homosexualidad y de la reasignación de género a menores en la escuela, aunque los adultos son libres de vivir conforme a su orientación sexual.

Sin embargo, algunos comentaristas se planteaban si una entrevista con el Papa no iba a ser un modo de que Orbán se sintiera reforzado. Parece que algunos no solo quieren salir en la foto, sino también aplicar un filtro para impedir que salgan otros.

Quizá lo que deberíamos hacer es no interpretar una entrevista de un político con Francisco como si el Papa le estuviera armando caballero o dama.

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3 respuestas a Fotos con el Papa

  1. Marisa Levi dijo:

    muy bueno articulo, gracias

  2. Juan Llor Baños dijo:

    Una vez más excelente!!

  3. juan luis ayas dijo:

    Completamente de acuerdo con el contenido del artículo Sin embargo para algunos católicos y no católicos pero partidarios de los valores éticos que caracterizan la doctrina católica en temas como la sexualidad, la defensa de la vida, la honestidad en las tareas políticas, y no tan conocedores de las circunstancias diplomáticas que rodean esos encuentros pueden producir cierto asombro y hasta rechazo. Recuerdo la foto de san Juan Pablo en su viaje a Nicaragua cuando se encontró con el sacerdote miembro del gobierno Cardenal

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