Embarazos inseguros

Tras meses de discusiones por la decisión del Tribunal Supremo de EE.UU. sobre el derecho al aborto, es fácil concluir que el mayor problema de la salud reproductiva allí es el acceso a la interrupción del embarazo. Sin embargo, el problema más acuciante es morir de embarazo. La mortalidad materna está a un nivel sorprendentemente elevado para un país desarrollado, y además está creciendo en los últimos años. Lo que lleva a preguntarse qué prioridades se están siguiendo en EE.UU. y en el mundo respecto a la salud reproductiva. Da la impresión de que se presta gran atención a los temas de salud no reproductiva (aborto, anticonceptivos), mientras que la reproductiva está aún poco cubierta.

Supongamos que en alguno de esos estados que han restringido el aborto muriera alguna mujer por un aborto clandestino e inseguro. Las protestas que se levantarían sobre el riesgo para la salud de las mujeres serían clamorosas. Sin embargo, ya antes de la decisión del Tribunal Supremo, en 2020 murieron en EE.UU. 861 mujeres por causas relacionadas con el embarazo, según datos del National Center for Health Statistics. Esto supone una tasa de mortalidad materna de 23,8 muertes por 100.000 nacidos vivos, lo que coloca a EE.UU. al nivel del Irán de los ayatolás (tasa de 22 muertes) y por debajo de Turquía (17), por no hablar de países europeos (España, 3). Y lleva a preguntarse por qué Planned Parenthood no ha puesto antes el grito en el cielo por ese dato amenazador, o por qué los estados más provida no han desarrollado una política más enérgica para rebajar esas cifras.

Pero el problema no es solo de EE.UU. Ahora un informe de distintas agencias de Naciones Unidas, titulado Trends in maternal mortality, da la voz de alarma sobre lo que califica de estancamiento de la mortalidad materna en el mundo entre 2016 y 2020.

Para colocar las cifras en su contexto, no es posible olvidar que hay una tendencia positiva de fondo: desde 2000 a 2020 el número de muertes por maternidad ha disminuido un 34%. La tasa de mortalidad materna en el mundo ha bajado de 339 en 2000 a 223 en 2020, con una disminución media del 2,1% anual. Pero todavía hoy 287.000 mujeres mueren cada año por esta causa.

Lo que preocupa a las agencias de la ONU es que desde 2016 se advierte un estancamiento, y, en algunos casos, un retroceso. En realidad, antes disminuía con más rapidez porque se partía de niveles muy altos, pero siempre cuesta más reducir lo que ya ha bajado.

También es importante advertir que la cifra mundial oculta grandes diferencias regionales. Como en tantas otras cosas, los países más pobres y los que atraviesan conflictos bélicos son los más afectados. En 2020, cerca del 70% de total de las muertes por maternidad se dieron en el África subsahariana, con una tasa de 545 muertes por 100.000 nacidos vivos (más del doble de la tasa mundial). Además de África, las regiones con más riesgo son el Caribe, Melanesia y Asia del Sur y del Sudeste.

El informe atribuye las principales causas de mortalidad materna a hemorragias graves, hipertensión arterial, infecciones ligadas al embarazo, complicaciones de un aborto inseguro y a afecciones subyacentes –como malaria y sida–, agravadas por el embarazo. Asegura que existen los recursos y los conocimientos necesarios para poner fin a las muertes maternas, pero que hace falta más voluntad política para aplicarlos. El objetivo sería reducir la tasa de mortalidad materna a 70, de aquí a 2030.

En el detalle de mortalidad materna por países, se pueden espigar datos significativos. Por ejemplo, en Europa, un país como Polonia, que apenas reconoce motivos para abortar, tiene una de las tasas de mortalidad materna más bajas (2), mientras que en el Reino Unido es 10.

En América Latina, Colombia, donde tanto se ha celebrado la legalización del aborto por parte de la Corte Suprema, la tasa de mortalidad materna es 75, mientras que en El Salvador, señalado por su rechazo del aborto, es 43. Comparaciones que llevan a relativizar la relación entre salud y aborto seguro, que la propia Organización Mundial de la Salud ha pretendido justificar en un documento reciente.

Se advierte también una penuria mundial de personal sanitario. En este aspecto, las ONG que se dedican a batallar por los derechos de las mujeres podrían dedicar buena parte de sus esfuerzos a formar a esas 900.000 comadronas que la ONU estima que faltan.

Y ahora que todo se ve bajo el prisma de la raza en EE.UU., es también significativo que las mujeres negras tengan una tasa de mortalidad materna excepcionalmente elevada (55), más del doble de la tasa media de su país y casi tres veces superior a la de las mujeres blancas. Si preocupa tanto que las actrices afroamericanas estén bien representadas en los Oscar, habría que inquietarse mucho más por ver si las madres negras tienen un buen acceso a los servicios de salud.

Como en tantas cosas, es un problema de prioridades. En los temas de salud reproductiva da la impresión de que se celebran cambios legales como si fueran un avance, mientras muchas madres que van a dar a luz siguen muriendo por falta de atención real.

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