El imperialismo y la tumba de Tutankamón

El imperialismo y la tumba de Tutankamón

El sarcófago de Tutankamón en el Museo Egipcio de El Cairo (CC Zeinab Mohamed)

Los museos de países europeos están preocupados últimamente por “descolonizar” sus colecciones. Decididos a expiar sus culpas del pasado imperialista, pasan por la criba sus obras artísticas procedentes de países que colonizaron, para ver si tienen una procedencia legítima. A su vez, estos países exigen que vuelvan obras que consideran parte imprescindible de su patrimonio cultural, tanto si fueron adquiridas por medios legítimos o no.

Sin duda, habrá situaciones muy diversas, que merecerán un estudio adecuado a cada caso. Pero algunas reclamaciones dan la impresión de que los europeos se limitaron a expoliar los tesoros artísticos de otros países, con la misma desenvoltura con que un ladrón se apodera de algo ajeno, sin aportar nada a su valoración. Por eso me ha llamado la atención el número de National Geographic dedicado al descubrimiento de la tumba de Tutankamón, del que se acaban de cumplir cien años. No es que diga nada sorprendente a estas alturas sobre el más famoso de los faraones, pero sí contiene datos significativos sobre la actitud de los estudiosos occidentales de la época ante una cultura ajena.

La tumba de Tutankamón (1334-1325 a.C.) estaba perdida, hasta que fue descubierta en 1922 en el Valle de los Reyes por un arqueólogo británico, Howard Carter, con financiación de un aristócrata también británico, lord Carnarvon. Durante siglos los sucesivos habitantes de la zona solo se habían interesado por las tumbas de los faraones para saquearlas si podían. Afortunadamente, la memoria de la tumba de Tutankamón, excavada en profundidad, estaba perdida, lo que había evitado que fuera completamente saqueada.

Fueron estudiosos occidentales los que emprendieron las excavaciones arqueológicas con fines científicos, y sentaron las bases de la egiptología. La arqueología y el imperialismo iban de la mano, con excavaciones financiadas por museos europeos y norteamericanos, universidades y coleccionistas acaudalados. Según el artículo del National Geographic, el pacto era que los patrocinadores se llevaran hasta la mitad de las obras descubiertas.

Howard Carter había salido de Inglaterra rumbo a Egipto a los 17 años, había llegado a ser en 1899 uno de los dos inspectores jefes del Servicio de Antigüedades de Egipto, y consiguió convencer a lord Carnarvon para que financiara la búsqueda de la tumba de Tutankamón. Lord Carnarvon había comenzado a pasar los inviernos en Egipto por motivos médicos, y pronto comenzó a interesarse por las antigüedades egipcias. Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, entre 1917 y 1922, las excavaciones apenas dieron fruto y Lord Carnarvon estaba dispuesto a abandonarlas. A lo largo de ese lustro, Carter y un equipo de obreros egipcios habían movido la pasmosa cantidad de entre 150.000 y 200.000 toneladas de escombros.

Por fin, el 22 de noviembre de 1922, el descubrimiento del peldaño oculto de una escalera llevó a la tumba de Tutankamón y su tesoro, que se convertiría en el hallazgo más famoso de la egiptología. Un arqueólogo y un aristócrata, dos “imperialistas”, que con su tesón y dinero hicieron posible que hoy la tumba de Tutankamón enriquezca el patrimonio cultural de Egipto y de la humanidad, y de paso el turismo en el Nilo. Pues, en este caso, la colección de Tutankamón se mantuvo íntegramente en Egipto. Ahora que está de moda vilipendiar a los orientalistas occidentales, no convendría olvidar que estudiaron esas culturas porque les producían admiración y asombro, no por puro afán monetario. No por deseo de expoliación artística, sino por hacer descubrir un patrimonio cultural que valoraban mucho.

El artículo menciona también a otros expertos foráneos que contribuyeron al estudio de la tumba: Arthur Callender, ingeniero, que construyó un sistema de poleas para izar objetos pesados e instaló luces eléctricas; Alfred Lucas, químico y experto forense, que investigó posibles saqueos; Harry Burton, considerado entonces el fotógrafo arqueológico más destacado del mundo.

Sin estos y otros imperialistas, sabríamos mucho menos sobre la historia de Tutankamón. Y a los propios naturales del país les ocurriría lo mismo. Hoy hay más de cuarenta misiones arqueológicas dirigidas por egipcios, y pronto se inaugurará un nuevo Gran Museo Egipcio, para albergar tantas antigüedades. Pero a la vez sorprende que Monica Hanna, decana del Colegio de Arqueología, diga acerca del nuevo interés de los nacionales por el antiguo Egipto: “El problema es que no existe una bibliografía en árabe sobre los faraones, ni siquiera sobre Tutankamón. Así que, en cierto modo, la mayoría de los egipcios se sienten desconectados de su pasado”.

A lo mejor el problema no es que los museos occidentales posean obras de países antes colonizados, sino que estos se esfuercen por divulgar esa cultura entre sus propios ciudadanos.

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2 respuestas a El imperialismo y la tumba de Tutankamón

  1. Juan dijo:

    ¡Muy bien!

  2. Rafael dijo:

    Una reflexión sobre la cultura y su identidad

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