El día después del 8-M

Para el Día Internacional de la Mujer se ha consagrado un patrón celebrativo. De una parte, los medios de comunicación rivalizan en publicar artículos y reportajes que aplauden los éxitos de las mujeres; de otra, en las manifestaciones se clama contra el patriarcado que oprime y discrimina a la mujer en general. Cómo un colectivo tan discriminado puede alcanzar tantos logros es uno de los problemas no resueltos de la conciliación informativa.

La actitud de la prensa es unánime y sin reservas. Los artículos hablan de mujeres que prestan una contribución fundamental al bienestar colectivo, por ejemplo, cada vez más en la sanidad, donde son mayoría. Si todavía su presencia es minoritaria, como en las carreras científicas, se destaca alguna figura femenina para demostrar que también ahí la mujer está tan capacitada y puede hacerlo tan bien como el hombre. Si es un campo artístico donde no han brillado figuras femeninas, aunque sea simplemente por falta de masa crítica de profesionales mujeres, se rescata alguna que “ha sido silenciada”. Esto se adereza con algunas informaciones sobre “brechas” entre hombres y mujeres, para no olvidar que “aún queda mucho camino por recorrer” hasta la igualdad.

Todo esto tiene su parte de verdad. Pero también su dosis de clichés. Si alguien se atreve a decir que los hombres hacen mejor o están más inclinados a ciertas tareas, será descalificado por sus estereotipos sexistas. En cambio, puede decirse que las mujeres son iguales a los hombres y capaces de medirse con ellos en todos los terrenos, y a la vez sostener que en ciertos aspectos son mejores, si resulta conveniente o halagador. El sexismo va por géneros. Así, ante la primera ola de covid-19 algunos aseguraron que los países gobernados por mujeres, por ejemplo Alemania, habían reaccionado mejor. Luego el coronavirus decidió darse otra vuelta por el país de Angela Merkel, y el estereotipo acabó en la UCI.

Este año el covid-19 ha silenciado en buena parte las manifestaciones del 8 de marzo. Pero el clima habitual suele ser una mezcla de orgullo, frustración y llamada a la lucha. Cuanto más avanza la mujer, más lejos parece estar de la ansiada igualdad. Las pancartas de un año sirven para otro. El enemigo “heteropatriarcal” acecha para impedir el avance de las mujeres. La violencia machista no cesa. Los derechos de la mujer están siempre amenazados. Es verdad que en las manifestaciones –incluso en esta tan “oficial”– dominan los eslóganes más radicales. Pero da la impresión de que la exageración y el catastrofismo se han convertido en armas habituales del combate feminista.

Por lo general, una manifestación se organiza para protestar por lo que alguien hace o deja de hacer. El destinatario puede ser el empresariado, una institución, el gobierno, el parlamento… que ante la protesta deberá responder y ofrecer soluciones. Pero ¿quién responde por el patriarcado el 9 de marzo? El patriarcado es un enemigo sin rostro y sin portavoz, que no se aviene a dialogar con nadie. Como no da la cara, tampoco puede rendirse, así que la lucha nunca puede darse por concluida. Hasta hay quien piensa que hoy en Europa es un monstruo imaginario, fruto de teorías conspiratorias que tanto abundan.

El gobierno y todo el nuevo establishment pueden ir detrás de la pancarta, reverdeciendo sus laureles de rebeldes contra “el sistema”. Pero uno se pregunta cómo es posible que un gobierno donde la mitad son mujeres y un Congreso donde el 44% son parlamentarias, no ha logrado vencer todavía a ese patriarcado opresor.

Esto no quiere decir que las mujeres no tengan problemas. Pero son problemas que no suelen agitarse en las manifestaciones y que no son muy distintos de los de los hombres. En el Barómetro del CIS de enero de este año, a la pregunta de ¿cuál es el problema de España que a usted, personalmente, le afecta más?, los tres primeros mencionados –por hombres y mujeres– son la pandemia (36,9%), la crisis económica (29,7%) y el paro (16,4%). En esto hay mucha igualdad entre hombres y mujeres. En la respuesta espontánea, nadie menciona “los problemas relacionados con la mujer”, y solo al 0,1% le afecta la violencia de género. Lo cual no quiere decir que sea desdeñable, sino que afecta a una minoría de mujeres.

El machismo, centro de la lucha de las feministas en las manifestaciones del 8 de marzo, parece ser también un problema para la mujer en general, pero no tanto para la mujer en particular. En una encuesta de Sigma Dos que El Mundo publicó hace dos años, se preguntaba a las mujeres encuestadas: “¿Su pareja es machista?” El 77% de las mujeres dijeron que no, el 11,9% que sí, y el 11,2% no sabe/no contesta. O sea, la inmensa mayoría de las mujeres españolas han tenido una gran suerte, porque en esta sociedad machista han encontrado a un hombre que no lo es.

En el modo de afrontar los problemas tampoco siempre coinciden las feministas oficiales y la mujer corriente. En los derechos reproductivos, por ejemplo, la lucha de las feministas oficiales se ha centrado en asegurar la tecnología anticonceptiva y el aborto, es decir, el derecho a no reproducirse. Sin embargo, en la Europa actual el problema de la mayoría de las parejas es poder tener los hijos que desearían, y de eso se quejan muchas mujeres. En España la tasa de fecundidad ha caído a un mínimo de 1,23 hijos por mujer, y la pandemia ha hundido más la natalidad. Desde luego, es mucho más fácil –y rentable para los proveedores– vender tecnología anticonceptiva que garantizar las condiciones laborales, de vivienda y de atención infantil que podrían estimular la natalidad. Pero no hay muchas pancartas que hablen de esta frustración.

Si se trata de luchar por la igualdad, las feministas de oficio podrían atender también a igualar sus reivindicaciones con los problemas de la mujer corriente.

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2 respuestas a El día después del 8-M

  1. Rafael Méndez dijo:

    Excelente análisis, eso es no tragar entero.

  2. Pedro Rubio De Paco dijo:

    Un problema importante en España es que en muchas empresas privadas se despide a la mujer cuando va a ser madre. Hay una presión contra la maternidad que generalmente se silencia.

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