De camellos a emprendedores

¿Nos sorprendería que el Estado utilizara el dinero público para favorecer la venta del tabaco y de bebidas alcohólicas? Quizá en estos tiempos sí. Pero si se trata del cannabis, parece que no solo hay que tolerar sino que hay que fomentar esta prometedora industria.

El estado de Nueva York, gobernado por los demócratas, legalizó el uso recreativo del cannabis en marzo de 2021. Como siempre ocurre en estos casos, se trata de demostrar que solo podrán funcionar los comercios autorizados, que se respetarán las regulaciones establecidas y que será una oportunidad para que el mercado no esté dominado por grandes empresas. Además, dentro de la obsesión de la lucha contra el racismo, se ha querido favorecer en las licencias a antiguos convictos por tráfico de drogas. En la época de la lucha contra las drogas, los afroamericanos eran la proporción mayor de convictos, fenómeno que hoy se atribuye al racismo policial, aunque quizá también a que efectivamente estaban más metidos en el negocio. Cabría pensar que esta política de discriminación positiva en el negocio legal del cannabis refuerza la idea de vinculación entre afroamericanos y drogas, lo que, por otra parte, se considera un estereotipo. Pero la marihuana es la planta sagrada que ya no despierta reservas, y hasta ha perdido su marchamo de “droga blanda”.

Roland Conner es el afroamericano que ha abierto el primer dispensario legal de cannabis en Nueva York, lo que ha sido saludado como un “hecho histórico”. La misma actividad que en los años 90 le llevó a encadenar una serie de arrestos y condenas por tráfico de drogas, le convierte ahora, a los 50 años, en propietario de un negocio legal y mimado por el estado. Antes era un camello, ahora es un emprendedor. Antes fue condenado, ahora es un pionero de la hierba. Antes la marihuana tenía un estigma, ahora es un comercio legal que puede contar con un préstamo del estado para promotores de start-ups.

La verdad es que el estado de Nueva York se ha empleado a fondo en el lanzamiento del mercado legal del cannabis. Una nueva agencia, la Office of Cannabis Management, se ocupa de gestionar las autorizaciones, buscar locales, ofrecer préstamos y allanar el camino a quienes compitan por las licencias. Es verdad que, desde que el cannabis es legal, también han proliferado los comercios no autorizados, que esperan no ser perseguidos en este nuevo clima. Esto ha creado la duda de si vale la pena emplear tiempo y dinero en el proceso para conseguir una de las apetecibles licencias.

Ha habido más resistencia al comercio del cannabis en la sociedad que en el gobierno de Nueva York. Los propietarios de locales se han mostrado bastante reticentes a la hora de arrendar espacios a estos negocios. Las comunidades vecinales se resisten a que se abran estos comercios –legales o ilegales– en sus inmediaciones, por temor a la delincuencia y a los desórdenes. Un fondo estatal de inversión que quería captar 200 millones de dólares para financiar la nueva industria no ha encontrado contribuciones excepto los 24 millones del capital inicial.

Pero el gobierno no ceja en su lucha por el cannabis legal. Si antes se decía que había que reconocer lo que pasaba en la sociedad, ahora da la impresión de que se trata de convencer a la sociedad de que acepte sin reservas la droga legalizada por el gobierno.

Niños intoxicados

Incluso se ha bajado la guardia respecto a la peligrosidad que el consumo de marihuana puede tener en otros, sobre todo los niños. Si se trata del tabaco, nunca falta la advertencia del daño que puede causarse al “fumador pasivo”. En el caso del cannabis, hay que tener en cuenta que el principio activo (THC) no solo está en la marihuana que se fuma, sino que también puede presentarse en forma de productos comestibles, como bombones, caramelos, barritas chocolatadas… Y este tipo de presentaciones están a menudo al alcance de los niños, que pueden confundirlas con golosinas ordinarias.

De hecho, el consumo accidental de dulces de marihuana entre niños menores de 6 años ha crecido significativamente en los últimos cinco años, provocando intoxicaciones y hospitalizaciones, según un estudio publicado este año en la revista Pediatrics. Entre 2017 y 2021 se han dado más de 7.000 casos de ingestión accidental de productos de cannabis por niños, que en el 23% de los casos tuvieron que ser hospitalizados.

El 90% de las intoxicaciones se dieron en la propia casa familiar. Ahora que el uso recreativo de la marihuana es legal en 21 estados, es mucho más probable que los niños crezcan en un ambiente donde la marihuana está presente.

No es un problema solo de EE.UU. También en Francia se ha detectado repercusiones similares. Allí los principales consumidores son jóvenes adultos (25-35 años) y padres de niños pequeños, con lo que estos pueden estar expuestos al humo de la marihuana y a productos dejados a su alcance y que pueden ser ingeridos.

Según un artículo de Isabelle Claudet, profesora y jefe del servicio de urgencias pediátricas del Hospital Universitario de Toulouse, desde 2010 más de 3.000 niños menores de 6 años han sido hospitalizados por intoxicación accidental de cannabis. Los equipos de urgencias pediátricas y de reanimación han publicado varios estudios en revistas científicas entre 2019 y 2022 a fin de alertar sobre esta situación inquietante. El análisis toxicológico de un grupo de niños ingresados en 2020 mostraba que el 39% habían sufrido una exposición ambiental intensa a derivados del cannabis.

Claudet reconoce que “no sabemos con precisión los efectos neurocognitivos a largo plazo de estas exposiciones intensas durante la infancia. Los efectos neuropsicológicos conocidos de una exposición prenatal y los de un consumo regular durante la adolescencia hacen temer repercusiones idénticas en materia de capacidades de memorización, de comportamiento y de menor desarrollo intelectual”.

Habría que pensar por qué somos a veces tan alarmistas respecto a hipotéticos peligros de productos para niños, y tan laxos cuando se trata de riesgos reales de sustancias como el cannabis cuyo consumo se banaliza. Cada época tiene sus estimulantes de confianza. Tiempo atrás lo fue el tabaco, antes de que comprendiéramos su poder adictivo y las autoridades sanitarias convirtieran a las tabacaleras en el villano de la película. Ahora el humo de la marihuana parece más sano que el del tabaco, y el Estado se dedica con entusiasmo a promocionar a sus emprendedores. Después de abandonar por cansancio la guerra contra las drogas, damos por supuesto que lo que era una plaga ahora ha pasado a ser una nueva industria.

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1 respuesta a De camellos a emprendedores

  1. Manuel José Bertrand Álvarez dijo:

    ¿Qué le está pasando a esta sociedad?
    ¿Hemos adelantado tanto los hombres del siglo XX/ XXI que nos hemos pasado al extremo opuesto de nuestras convicciones anteriores? Peor aún. En el afán de convertir en derechos lo que años atrás eran situaciones inconcebibles, hemos caído en el absurdo. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que en España esté mejor protegido el lince que la vida humana?
    ¿Y no resulta estúpido que un padre tenga que autorizar en el cole una salida cultural de su hija menor, mientras que ésta pueda abortar sin siquiera consulta paterna?
    Casos así dan idea de una sociedad muy equivocada.
    Tanto en EE.UU, con el tema del cannabis, como en nuestra tierra, con tantos asuntos que atentan contra la persona y la familia, queda claro que no están cumpliendo con su cometido quienes están obligados por su cargo para velar por el bien común.
    Por si la vida no resultara ya difícil de por sí, nos empeñamos en complicarla innecesariamente. ¡Capacidad de hacer daño impunemente! Muy, muy triste.

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