Cuando la biología importa

Los asuntos de género están cada vez más confusos. No es fácil saber si uno tiene que hacer caso a la ideología de género o a la perspectiva de género. Para la ideología, la biología no es determinante, el género es fluido, lo binario no es la norma, uno pasa a ser hombre o mujer por mera autodeclaración, y si no lo aceptas padeces transfobia. Pero durante años se nos ha repetido hasta la saciedad –sobre todo como reivindicación feminista– lo importante que era mantener la perspectiva de género en todas las políticas. Conformarse con un número absoluto y unas reglas generales solo contribuía a ocultar la distinta situación de hombres y mujeres, a olvidar las necesidades específicas del género femenino, a perpetuar la desigualdad. En materia de género, lo neutro era una engañifa. Y si no lo veías así, eras un defensor del patriarcado.

Si en algún campo es importante la perspectiva de género es en la Medicina. La doctora Carme Valls, que ha dedicado cuarenta años a estudios con esta perspectiva, es autora del libro Mujeres invisibles para la medicina. En una reciente entrevista declara que “las mujeres no han estado presentes en los grupos de investigación”, aunque parece que a ella le hicieron un hueco. “Pero es que además –añade–  tampoco han sido investigadas y eso ha dado lugar a sesgos increíbles. Hay mil aspectos de la vida cotidiana que nos diferencian y que no se han tenido en cuenta en la medicina. Por ejemplo, nosotras metabolizamos los fármacos de forma diferente a los hombres y eso hay que tenerlo en cuenta: no necesitamos las mismas dosis que ellos. Se tendría que hacer una revisión general de la ciencia en este sentido”. Nada menos. Pues no lo va a tener fácil ahora que el sexo biológico de las mujeres está siendo borrado para dar paso al “gender neutral”, a las “personas menstruantes” y  a mujeres con o sin vagina.

Tiene razón Carme Valls cuando da relevancia a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres  a la hora de los tratamientos médicos. Pero resulta ya tópico que lo achaque a una medicina patriarcal, que estaría ignorando las necesidades de las mujeres. Los laboratorios farmacéuticos siempre han estado muy atentos a descubrir  patologías femeninas que abrieran nuevos nichos de mercado. Y a veces hasta a inventarlas, como ocurrió hace unos años con el “viagra femenino” para tratar la supuesta apatía sexual, fármaco muy publicitado pero que no ha logrado vencer la apatía de ir a la farmacia a comprarlo.

Tampoco está claro quién estaría empeñado en mantener el patriarcado en la medicina. Pues, según dice Carme Valls, “al hombre el patriarcado tampoco le ha ayudado. Le ha dicho: no te quejes”. Y así los hombres no se quejan, no dan importancia a los síntomas y llegan mal y tarde al hospital. O sea que el patriarcado debe de ser un ente maléfico sin rostro que oprime tanto a hombres como a mujeres.

Es más fácil poner cara al movimiento trans que está muy activo en su empeño por negar la importancia de haber nacido con un cuerpo determinado de hombre o de mujer. De ahí que combativas feministas de toda la vida hayan chocado con los activistas trans que no solo quieren ocupar espacios femeninos sino que también niegan el derecho de los demás a discutir sus pretensiones.

Esta actitud muestra que la negación del sexo biológico acaba perjudicando a las mujeres. No es extraño que cada vez más feministas se sientan amenazadas por una ideología trans que invade su territorio y desvaloriza los derechos basados en la diferenciación sexual.

Cabe esperar que cuando un transexual que se siente mujer sea hospitalizado por alguna patología exija el derecho a ocupar una cama en un pabellón de mujeres. Pero si quiere una buena atención médica, no tendrá más remedio que someterse a un tratamiento adecuado a su sexo nativo masculino. La biología se toma estas revanchas sobre la ideología.

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