Un escándalo victoriano

Para un libro titulado Outrages: Sex, Censorship and the Criminalization of Love, casi puede considerarse un homenaje que haya sido retirado de la circulación. Pero cuando es la propia editorial la que primero lo retira en EE.UU. antes de la venta y luego decide no publicarlo, todo indica que el problema está en el libro, no en un clima de intolerancia. Sobre todo si su autora es la célebre Naomi Wolf y cuando se había anunciado una primera edición de 35.000 ejemplares.

A partir de la vida del poeta John Addington Symonds, el libro trata de las leyes que en la Inglaterra victoriana castigaron como delito las relaciones homosexuales. Wolf mantiene que en 1857, una confluencia de factores sociales desencadenaron una “histérica aversión moral” a la homosexualidad, que llevó a que el Estado se entrometiera en la vida privada, y a arrestos y condenas de homosexuales, incluso a ejecuciones. Y este es el punto que ha desencadenado todo.

Wolf aseguraba haber descubierto “varias docenas de ejecuciones” de hombres, incluso de adolescentes, acusados de mantener relaciones sexuales con otros hombres. Pero en una entrevista radiofónica en la BBC el pasado junio, el entrevistador, Matthew Sweet (él mismo especialista en la época victoriana), le hizo notar que lo que ella veía como una prueba de ejecución realizada –la anotación “death recorded” en el registro judicial– indicaba justo lo contrario, es decir, que el juez recomendaba que no se aplicara la pena. De hecho, Sweet dijo que no había pruebas de que en la Inglaterra victoriana se hubiera aplicado ninguna pena de muerte por esta causa.

Es más, Wolf pensaba erróneamente que cuando los registros judiciales hablaban de sodomía se referían solo a la homosexualidad, pero de hecho se utilizaba también para los abusos sexuales a menores. En fin, un punto capital del libro quedaba desmentido.

Naomi Wolf agradeció la crítica y reconoció su equivocación, aunque después dijo que eso no anulaba sus tesis. Pero no debía de ser el único error. El pasado junio, pocos días antes de que se pusiera a la venta en EE.UU., la editorial Houghton Mifflin Harcourt aplazó la publicación y retiró los ejemplares ya entregados a las librerías, una inusual y costosa operación. El editor dijo entonces que “se habían planteado nuevas cuestiones cuyo examen requería más tiempo”, y consultó con varios especialistas. Finalmente, ahora ha anunciado que no publicará el libro. Por su parte, Wolf ha asegurado que su libro saldrá en EE.UU. “a su debido tiempo” y que estaba preparando la edición de bolsillo en Gran Bretaña.

Pero este tropiezo de Wolf ha desencadenado las lenguas de los críticos, que estaban ya mosqueados con la ligereza de la autora feminista a la hora de aportar datos en favor de sus argumentaciones. La autora de The Beauty Mith, donde denunciaba que el concepto de belleza femenina era construido socialmente para perpetuar la hegemonía del patriarcado, había sido ya criticada por magnificar las cifras de mujeres muertas por anorexia (ella decía que eran 150.000 al año, cuando la cifra real era de unas 50 o 60). Igualmente, en Vagina: A New Biography, sus afirmaciones sobre el funcionamiento del cerebro habían despertado la perplejidad de los científicos, que se preguntaban si el libro era literatura o no ficción.

Algunos han detectado ya un método Wolf para generar controversia y aumentar las ventas, como dice Parul Sehgal en una crítica lacerante en The New York Times. “Sus libros están siempre iluminados por una rara energía mesiánica, apoyados en datos dudosos y estructurados en torno a un momento de crisis y de revelación, como si se desvaneciera el velo de una noción tradicionalmente mantenida”. Y tras la epifanía, “extrapola un conjunto de reglas y de recomendaciones para todas las mujeres”.

Son ese tipo de escritores que se ven a sí mismos al servicio de algo más grande que la pesada tarea de documentación. “Lo importante es que se cuenten estas historias”, declaraba recientemente Naomi Wolf a The Times. Ellos, comenta Sehgal, se consideran portadores de grandes historias, historias silenciadas, y si se toman libertades o eluden cuidadosas investigaciones –como sistemáticamente hace Wolf– es porque creen que tienen derecho a hacerlo, y que la historia, la causa, de algún modo lo justifica”.

En este caso, la denuncia de la persecución sufrida en otros tiempos por los homosexuales es la causa que importa airear, aunque a estas alturas nadie puede considerarse muy original por volver sobre esta historia repetida hasta la saciedad. Pero, puestos a contarla otra vez, no es necesario exagerar unos hechos reales con documentación que lleva a conclusiones erróneas.

Muchas veces cualquier crítica a autores que quieren reivindicar con sus trabajos el respeto a los homosexuales, o las mujeres o a cualquier grupo, es descartada como si fuera un ataque a la propia causa, o como si se quisiera silenciar un nuevo conocimiento. Pero esta reacción no es más que otra forma de censurar al disidente.

Print Friendly, PDF & Email
Esta entrada fue publicada en Homosexualidad y etiquetada . Guarda el enlace permanente.