Reproducción asistida: el interés superior del negocio

Hoy día goza de amplia aceptación el principio de que los hijos adoptados tienen derecho a conocer quiénes son sus padres biológicos, siempre que sea posible, y se ha reconocido en la ley. En cambio, con la posibilidad de la donación de gametos de forma anónima para la reproducción asistida (RA), este derecho se borra.

En España nacieron en 2017 unos 34.000 niños por reproducción asistida. De ellos, muchos no conocerán sus orígenes genéticos. Según datos de la Sociedad Española de Fertilidad, de los casi 141.000 ciclos de reproducción asistida realizados en 2017, en torno al 40% se hicieron con gametos o embriones donados. Y como la legislación española establece el anonimato del donante, los bebés así nacidos no tendrán la posibilidad de acceder a un dato fundamental para establecer su identidad.

Ahora el Comité de Bioética de España acaba de publicar un informe en el que recomienda modificar la Ley de Reproducción Humana Asistida de 2006, para eliminar el anonimato de los donantes de gametos. Se abre así un debate que en otros países europeos ha llevado a cambiar la legislación.

¿Debe prevalecer el derecho del hijo a la identidad, lo que incluye el conocimiento de su origen biológico, o el derecho a la intimidad del donante? La ley española se ha centrado casi exclusivamente en los derechos de los adultos a acceder a estas tecnologías para conseguir un hijo, aunque sea con gametos de terceros. Es también una de las leyes más laxas, lo que ha favorecido un “turismo reproductivo” desde otros países con leyes más estrictas (un 20% de los ciclos de RA fueron realizados a pacientes extranjeros). Esto ha creado un fuerte sector de clínicas de RA (307 en 2016), que hoy ven con inquietud cualquier intento de modificar el anonimato por temor a una caída de las donaciones de gametos.

Las clínicas presentan la legislación actual como una de “las más avanzadas del mundo”, lo cual es otro modo de decir que aquí hacemos cosas que en otros países se prohíben por motivos éticos. Si en otros casos se utiliza como parangón lo que ocurre en “países de nuestro entorno”, aquí se destaca que hacemos lo que otros no hacen. Pero en el caso del anonimato, lo que ha ocurrido es que las sensibilidades han cambiado, de modo que diversos países donde regía la donación anónima han reconocido el derecho del niño a saber. Es el caso de Suecia, del Reino Unido y más recientemente de Portugal, a través de su Tribunal Constitucional. Otros países en los que rige un régimen legal que permite al hijo acceder a información que le permita identificar a su progenitor son Austria, Finlandia, los Países Bajos, Noruega, Suiza y Alemania. También Australia y Nueva Zelanda reconocen este derecho.

Por lo tanto, la postura del Comité de Bioética de España se inscribe en una corriente cada vez más favorable al reconocimiento de un derecho del niño a conocer sus orígenes. Así se establece también en una Recomendación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa de 2019, que sopesa los derechos de padres, donantes y niños. La Recomendación (2156-2019) reconoce que este derecho no es absoluto, y que debe equilibrarse con los intereses de las otras partes involucradas en la donación de gametos. Pero la Recomendación concluye proponiendo a los Estados miembros la supresión del anonimato, aunque sin efectos retroactivos. Será el hijo el que decidirá, a partir de la mayoría de edad, si quiere acceder a la información sobre la identidad del donante y, en su caso, iniciar un posible contacto con él.

Parte integrante de la identidad personal

El Comité de Bioética de España se adhiere a esta postura. Para justificarlo, destaca que la herencia biológica forma parte integrante de la identidad personal. Los gametos no son células sin más, transmisoras de la vida humana en general; son transmisoras de una relación paterno-filial, que no se puede borrar. “La filiación –dice el dictamen– es la primera identidad que humaniza adecuadamente. A la identidad personal no es indiferente la identidad biológica: la vida que cada uno vive parte desde la dotación natural recibida y define quién es”. Por eso, “ocultar a una persona el conocimiento sobre su origen conlleva negarle uno de los elementos constitutivos de su identidad”.

Esto es algo que se ha reconocido ya en las leyes sobre la adopción, también en España según sentencia del Tribunal Supremo en 1999.

¿Qué es más importante: la crianza o la genealogía?, se pregunta el Comité. Lo mejor es que ambas coincidan, pero cuando el hijo es producto de una donación de gametos, “ninguna puede pretenderse que sea más importante que la otra y menos sin contar con la voluntad de la persona a la que más directamente afecta dicha cuestión, el hijo”.

Y da la impresión de que conocer los orígenes biológicos es importante para muchas personas. De hecho, la búsqueda genealógica es una importante fuente de tráfico mercantil en Internet, donde hay miles de webs especializadas en el tema.

También hay una preocupación semejante en el caso de los concebidos por la RA con donante de gametos. Tanto por testimonios de los interesados como por amplios estudios realizados, se sabe que las personas así concebidas sienten inquietud o confusión acerca de sus orígenes, en mayor grado que quienes son hijos adoptivos. Uno de sus principales temores es el pensamiento de que pueden tener medio hermanos, descendientes del mismo donante, y entrar en relación con alguno sin saberlo.

Como ha dicho Katrina Clark, una chica norteamericana nacida por inseminación artificial, “es hipócrita que tanto padres como médicos supongan que a los ‘productos’ del banco de semen no les interesa conocer sus raíces biológicas, cuando es el vehemente deseo de tener descendientes biológicos lo que hace que los clientes recurran a la inseminación artificial”.

Un deseo que también ha motivado las reclamaciones de los que se consideran “niños robados” (lo sean o no) para conectar con sus padres biológicos.

El oscurantismo de la RA con donante se manifiesta también en que nunca se ha creado el Registro Nacional de donantes previsto en nuestra “avanzada” ley. Por eso, el Comité de Bioética pide que se ponga en marcha para “reducir la posibilidad de que una misma persona realice donaciones en diferentes clínicas y ciudades, así como para mejorar el control sobre el uso que hacen las clínicas de los gametos de un mismo donante, con el fin de minimizar posibles problemas de consanguinidad que pudieran surgir”.

El “interés superior del niño” –tan invocado para otros asuntos– no parece que se haya tenido en cuenta aquí. Por no hablar de los más de 545.000 embriones congelados almacenados en las clínicas hasta finales de 2017, según datos de la Sociedad Española de Fertilidad. Lo que ha prevalecido es el interés superior del negocio, que se encuentra muy cómodo con la situación actual y teme que sin anonimato los donantes se retraigan.

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