Liberadas de la píldora

Empezar a tomar la píldora ha sido para muchas mujeres jóvenes un rito de paso hacia la edad adulta. Ningún otro fármaco ha gozado de tal aura de liberación como medio de controlar la fecundidad y la sexualidad. Sí, tenía ciertos efectos secundarios, pero ¿qué era eso en comparación con la despreocupación que aportaba? Los laboratorios y los médicos transmitían un mensaje tranquilizador a las usuarias.

Pero han pasado cincuenta años y la píldora está perdiendo su glamour. En este caso, las razones médicas se unen a las corrientes profundas de retorno a lo natural. En Francia, en los últimos años la píldora está en horas bajas y se habla ya de una generación post-píldora. Las lenguas se han desatado y ya es posible rechazar la píldora sin parecer una reaccionaria. Así, en un libro recién publicado, la periodista Sabrina Debusquat proclama J’arrête la pilule (“Dejo la píldora”), como un grito liberador. Pero también es llamativo que medios tradicionalmente de izquierdas como Le Nouvel Observateur y Le Monde se hagan eco del libro y del fenómeno que testimonia. Le Monde hizo una petición on line para recoger testimonios, y más de 1.000 mujeres han respondido para explicar por qué han dejado la píldora.

En Francia el shock llegó en diciembre de 2012, cuando unas treinta mujeres que habían sufrido accidentes vasculares graves, embolias pulmonares o trombosis venosas mientras tomaban la píldora, presentaron demandas contra cuatro laboratorios farmacéuticos. Estos casos tuvieron una gran repercusión mediática y pusieron de relieve el mayor riesgo de accidente cardiovascular sobre todo de las píldoras de 3ª y 4ª generación, que son las más modernas. Teniendo en cuenta este mayor riesgo, el Ministerio de Sanidad decidió no financiar estas píldoras.

La alarma entre las usuarias de la píldora ha tenido sus consecuencias en las ventas. La encuesta del estudio Fecond 2013 mostró que, aunque la píldora seguía siendo el método anticonceptivo más utilizado, su uso había caído del 50% en 2010 al 41% en 2013. Una de cada cinco mujeres declaraba haber cambiado de método anticonceptivo a raíz de las informaciones divulgadas. Las mujeres que han abandonado la píldora han optado por otros métodos: el DIU (+1,9 puntos), el preservativo (+3,2), o los métodos naturales (+3,4).

En los últimos diez años, el recurso a la contracepción oral ha caído 14 puntos en Francia. Faltan datos estadísticos más recientes, pero las impresiones recogidas en la prensa preguntando a ginecólogos confirman esta desafección respecto a la píldora, especialmente entre las mujeres de menos de 30 años. Los riesgos cardiovasculares no son los únicos asociados a la píldora. Otro estudio de 2016 publicado en la revista JAMA Psychiatry relacionó el uso de anticonceptivos hormonales con la mayor frecuencia de episodios depresivos.

Estos y otros estudios han llevado a que poco a poco se levante el velo sobre los efectos indeseables de la píldora. No es que sean todos una novedad, pero cada vez se toleran menos: aumento de peso, migrañas, fatiga, bajada de la líbido, efecto depresivo… trastornos que afectan a unas u otras usuarias.

También influyen las corrientes de fondo de la época, que llevan a privilegiar lo natural. “La píldora es un perturbador endocrino”, clama Sabrina Debusquat. Se nota un deseo de recobrar los ritmos naturales. Más mujeres están descubriendo los métodos naturales de regulación de la natalidad, bien por evitarse los riesgos de la anticoncepción hormonal, bien por el deseo de quedarse embarazadas. El boom de las aplicaciones móviles pensadas para reconocer los días fértiles es otra manifestación de este fenómeno.

La desconfianza frente a los laboratorios farmacéuticos y los conflictos de intereses de los médicos han contribuido también a minar la popularidad de la píldora. Un chiste que ilustra el artículo de Le Monde refleja el distinto enfoque de dos generaciones de mujeres. Una mujer entrada en años dice a su hija: “¡Pero la píldora ha sido un instrumento de liberación de la mujer!”. “Desde luego, pero nosotras queremos liberarnos también de la industria farmacéutica”, le responde la hija.

También es un modo de involucrar más al hombre en la regulación de la natalidad. Con la píldora la mujer se convirtió en dueña absoluta de su fecundidad, pero también cargó sola con sus molestias y riesgos. Ahora, por ironía de la historia, quienes dejan la píldora por los métodos naturales obligan al hombre a compartir la carga.

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