La mujer, discriminada y triunfadora

La supermujerEl Día Internacional de la Mujer, fecha señalada en el santoral laico, siempre deja una cosecha de artículos de tono intemporal, que oscilan entre el triunfalismo y la queja. El lamento es lo más tradicional: la mujer gana menos que el hombre, sufre más el paro, apenas ocupa puestos en las cúpulas directivas… El tono reivindicativo no permite hacer distinciones, así que nunca se dice si la diferencia salarial se aplica igual a la Administración que al sector privado, si responde a distinto número de horas trabajadas y de antigüedad, si las diferencias en la distribución de sexos entre las distintas ocupaciones dan lugar a diferencias en sus rentas medias, si es la mujer, en general, o la madre, en concreto, la discriminada… Es un día para celebrar, no andemos con tiquismiquis.

El otro ángulo pone de relieve la faceta triunfal de las mujeres. Ellas son infinitamente más flexibles, pueden atender varias cosas a la vez, tienen una empatía natural, concilian trabajo y familia, y si no son superwomen es porque no quieren ser como el macho alpha. Si alguien hiciera un juicio tan global sobre los hombres en relación con las mujeres, sería masacrado como machista, pero tratándose de adular a la mujer toda corrección política es poca.

El fin de los hombres

A pesar de todo, en la guerra de sexos ahora  parece que efectivamente las mujeres tienen más motivos para el entusiasmo que para la lágrima. Así lo pone de relieve la periodista americana Hanna Rosin, autora de The End of Men, un best seller que no ha encontrado ningún techo de cristal. Su tesis es que la economía y la educación conspiran hoy a favor de las mujeres, al menos en las sociedades occidentales y asiáticas.

La evolución de la economía mundial está dejando trasnochados los sectores tradicionalmente dominados por los hombres –la construcción, el automóvil, las manufacturas en general– , mientras que el desarrollo del sector servicios, donde ya no hace falta la fuerza física, crea empleos para las mujeres.

Como además las chicas están adelantando a los chicos en los estudios y obtienen más títulos universitarios, ellas están entrando en los sectores más avanzados que les estaban cerrados, y cada vez hay más mujeres que ganan más que sus maridos. Tal como vemos en las series de televisión, los maridos van al paro, se quedan en casa cuidando de los niños o son unos inútiles, mientras ellas se machacan a trabajar. Porque, es sabido, los hombres no acaban de hacerse cargo de las tareas domésticas y familiares, con lo que las mujeres se multiplican para dar abasto de trabajo y hogar, al precio del agotamiento.

No es fácil saber a qué carta quedarse, si a la de la mujer discriminada o a la de la mujer triunfadora. Lo más probable es que tampoco entre las mujeres las cartas están bien repartidas. En vez de hablar de la mujer trabajadora en general, habría que hablar de mujeres, pues los problemas de la cajera del supermercado seguro que no son los mismos que los de la que aspira a sentarse en el consejo de administración. Pero, a diferencia de los hombres, cuando se habla de la mujer parece que hay un ser colectivo que engloba todas las situaciones y concilia todos los intereses.

Cambios en la organización laboral

En vez de plantear el problema como un asunto de guerra de sexos, habría que preguntarse si la entrada masiva y ascendente de las mujeres en el mundo laboral está suponiendo un cambio en la organización del trabajo, o si, más bien, las exigencias laborales  están copando cada vez más el tiempo, las fuerzas y las aspiraciones de hombres y mujeres. Habría que ver si la conciliación de familia, trabajo y tiempo libre se está facilitando o si, simplemente, la mujer trabajadora ha entrado por el carril de unos moldes preexistentes.

En EE.UU. también ha sido muy discutido estos días el libro de Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, que dice a las mujeres con altas aspiraciones que necesitan Lean In (involucrarse) en el trabajo, ser más ambiciosas y asertivas. Sandberg, madre de dos hijos, asegura que “las mujeres son en sí mismas un freno para su carrera por afán de preservar su vida familiar, incluso cuando todavía no tienen hijos”.

Algunos le han contestado que diagnostica mal el problema. No es que las mujeres destacadas carezcan de ímpetu y decisión  para involucrarse en el trabajo. Lo que pasa es que muchas de ellas no quieren involucrarse en un mundo laboral que no les gusta, porque para ocupar puestos directivos en organizaciones importantes hay que dedicar más de 60 horas semanales. Si ese es el precio de romper el techo de cristal, mejor dejarlo.

Al final, lo que más falta hoy día a hombres y mujeres,  arriba y abajo, es tiempo. Históricamente el progreso económico ha supuesto un descenso de la jornada laboral y un aumento del tiempo libre. El hecho de que en la economía actual el coste de ganar más y de subir profesionalmente sea tener menos tiempo para todo lo demás, indica que también la economía puede perder su sentido.

Si aún queda sitio en el santoral laico, podríamos incluir el Día Internacional del tiempo libre.

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3 respuestas a La mujer, discriminada y triunfadora

  1. Juan Luis dijo:

    Genial el final del artículo, el otro día, viendo un debate sobre este tema le comenté a mi mujer, al filo de un tertuliano que decía que lo primero para la mujer debía seguir siendo la familia, «¿y para el hombre?» Este lo decía de otra manera, había que poner ne valor la familia, y es así, para ellas y ellos, para la sociedad entera donde todo lo que no esté remunerado con «realización personal» más o menos pecuniaria, no cuenta. Los valores están bien, pero sin virtudes se quedan en brindis al sol. Hay que poner en valor la familia, y lo gratuito, y para ello promover las virtudes de reciedumbre, austeridad, paciencia, etc.

  2. rosa elena dominguez del olmo dijo:

    Me parece que las mujeres hemos de considerar un acertado manejo de nuestro tiempo, de manera que se pueda cumplir con nuestros diferentes roles tanto profesionalmente como socialmente, ya que no solo somos profesionistas sino también madres, esposas, parejas, hijas, amigas… y un adecuado balance en nuestras vidas requiere cumplir en mayor o menor grado con cada uno de nuestros roles. Por otro lado, hemos de pujar por mayores concesiones en cuanto a igualdad de condiciones de trabajo en las legislaciones de cada país así como poner nuestra mirada en lo que de manera particular cada mujer considera, es lo importante y trascendental en su vida. No hay recetas, es una decisión de cada mujer que ha de respetarse en función del bienestar propio y de su comunidad.

  3. José Ignacio Lesaca Eseverri dijo:

    Un escrito que incluye datos iluminadores.

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