La larga sombra de la informalidad

Mercado Negro, La Paz (Bolivia). CC (WT-shared) Shoestring de wts wikiviajes

La información económica está basada en cifras que parecen seguras. Sabemos cuánto ha crecido el PIB, cuántos empleos se han ganado o perdido, el nivel de los ingresos fiscales… A partir de esos datos, se hacen previsiones sobre qué ocurrirá con el PIB, el paro, la inflación, el déficit público y tantas variables, previsiones que saltan a los titulares y tienen un efecto por el mero hecho de ser publicadas. Luego se ve que muchas previsiones, incluso de instituciones respetables, no dan en la diana. A pesar de todo, hay un consenso en dar por buenas las cifras de partida. Pero ¿son una fotografía fiel de la realidad?

Ya se sabe que incluso en los países desarrollados hay una parte de economía sumergida. Pero en los países en desarrollo, el sector informal es tan patente como extenso. El sector informal es, por definición, difícil de estudiar. Pero ahora el Banco Mundial acaba de publicar un amplio informe en el que utiliza una metodología especialmente adaptada para estimar el volumen de esta economía opaca. El estudio concluye que el sector informal supone cerca de la tercera parte del PIB y más de dos tercios del empleo total en esos países en desarrollo. El propio organismo se declara sorprendido por magnitudes tan elevadas. La palma se la lleva el África subsahariana, con un 36% de economía informal; pero también es alta en el resto de África, en la mayor parte de Asia y América Latina, así como en algunos países de Europa del Este.

La idea de salir de casa por la mañana para ir a la oficina o a la fábrica es algo que no forma parte de los hábitos cotidianos de la mayor parte de los trabajadores de países en desarrollo, que no tienen un empleo fijo y formal. Quien se gana la vida con un rickshaw en Bombay, con la venta ambulante en México o con la agricultura de subsistencia en el Congo, no sabe lo que va a dar de sí su trabajo en ese día y, por lo general, escapará tanto al fisco como a la estadística.

Pero siempre tendrá que salir a la calle a la búsqueda del cliente. Ahí no hay posibilidad de teletrabajo. De ahí que el sector informal haya sido particularmente afectado por la pandemia de covid con los confinamientos y los cambios en los hábitos del consumidor. Con rentas bajas y escasos ahorros para aguantar la crisis, los trabajadores informales se han beneficiado también menos de los programas de apoyo de los gobiernos, que a menudo no les alcanzan.

El Banco Mundial señala que hay una correlación entre la extensión de la economía informal y el desarrollo más bajo y la mayor desigualdad. Los trabajadores informales tienden a estar peor pagados que los formales, en parte porque tienen menos competencias. Tampoco podrán contar con un subsidio de desempleo si les falta el trabajo, ni con una pensión de jubilación si no han cotizado o carecen de un seguro privado.

A su vez, las empresas que se mantienen en el sector informal son menos productivas porque emplean a trabajadores menos cualificados, tienen menos acceso al crédito y a los mercados, y carecen del tamaño necesario para beneficiarse de economías de escala.

La economía informal es también un lastre para el Estado. Al tener en la sombra buena parte de la economía, los ingresos fiscales son muy limitados y, en consecuencia, también la capacidad de gasto. Según el Banco Mundial, en los países en desarrollo con una tasa de informalidad superior a la media, los ingresos públicos rondaron el 20% del PIB. Esto hace que, mientras que en los países de la OCDE la recaudación fiscal sea una media del 34% del PIB, en América Latina se reduzca a un 23% y en Africa a un 19% (datos de 2018). Con estos recursos escasos es difícil que la política fiscal tenga un margen de maniobra para desarrollar políticas anticíclicas.

La informalidad también limita el alcance de la política monetaria. En los países donde el sector informal es superior a la media, solo el 19% de las empresas tienen acceso a créditos bancarios para financiar sus inversiones, significativamente menos que el 29% que se da en otros países en desarrollo. En estos niveles, la capacidad del Estado para influir en la economía a través de la política monetaria queda muy mermada.

En definitiva, tanto a los Estados como a los trabajadores informales les conviene pasar al sector formal. Pero la transición tiene también un coste y unas prioridades según las circunstancias de los países. El Banco Mundial recomienda que en África y en Asia del Sur se haga hincapié en la educación general y en los programas de capacitación para elevar la formación de los trabajadores. En Latinoamérica habría que reducir la alta fiscalidad sobre las empresas y los costes de la regulación para incentivar la transición del sector informal al formal. Y en Europa y Asia Central, mejorar la gobernanza para evitar la corrupción y la efectividad de la gestión.

Es posible ir avanzando en esta línea. Según datos del informe, de 1990 a 2018 la informalidad se redujo en siete puntos en los países en desarrollo, hasta el actual 32%. Más que cercar al sector informal, lo que se necesita es realizar reformas que convenzan a los empresarios y trabajadores informales de que van a estar mejor en la economía legal.

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1 respuesta a La larga sombra de la informalidad

  1. José M. Medina Montes dijo:

    Muy buen análisis. Felicito a su autor.

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