Epidemia de ecoansiedad

¿Pierde el apetito cuando oye hablar de la deforestación de la Amazonia? ¿Se le saltan las lágrimas al oír que el casquete polar se derrite? ¿Se despierta en medio de la noche con pesadillas sobre el ascenso del nivel del mar? Seguro, usted padece ecoansiedad. Dentro de las múltiples fuentes de malestar psicológico del mundo de hoy, la ecoansiedad es el último trastorno de moda. La angustia surge ante la convicción de que la irresponsable acción humana nos está conduciendo a un inevitable destino de calentamiento insoportable, inundaciones, hambrunas, extinciones de especies y, en definitiva, un desastre anunciado ante el que uno se siente impotente.

Los terapeutas de este trastorno dicen que sus pacientes declaran sufrir síntomas propios de la ansiedad, como irritabilidad, ataques de pánico, insomnio, pesadillas, pérdida de apetito, sollozos incontrolables ante el cúmulo de noticias negativas sobre el estado del planeta. También se dice que cada vez hay más niños afectados por esta angustia ante el futuro. La verdad es que la supuesta epidemia de ecoansiedad es, por el momento, más tema de reportajes que de informes científicos, más una metáfora que un diagnóstico reconocido. Hasta la fecha no ha sido incluida en el Manual de diagnóstico de enfermedades mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana, aunque presiones no faltan.

Pero no hay duda de que hay personas que viven su preocupación por el medio ambiente como una obsesión angustiosa. En un reciente reportaje de la BBC, una madre con un niño de cuatro meses perfectamente sano, expresa su ansiedad ante su convicción de que al paso que vamos su hijo morirá por los efectos del cambio climático. Ante esta perspectiva, ya ha decidido que no tendrá más. Reconoce su ecoansiedad pero no busca cura: “Un médico –dice– no puede hacer nada ante las compañías responsables del 70% de las emisiones de carbono o poner fin a los vuelos por motivos turísticos. Esta misma mañana, estuve llorando por esto. Es como hacer duelo”.

Es un duelo anticipado, ya que la ecoansiedad no surge de sensaciones físicas que se estén experimentando, sino de las informaciones de lo que podría pasar en el futuro si el rumbo no se rectifica. Si se tratara de una reacción ante la realidad del momento, la ecoansiedad debería ser endémica en los países donde la comida del día es un problema, el acceso al agua potable no está asegurado o donde el recién nacido está expuesto a morir por deshidratación. Pero la ecoansiedad parece más bien un trastorno de países ricos.

Por el momento ya ha dado lugar al nacimiento de toda una rama de la psicología, la ecopsicología, que investiga cómo una relación saludable con la naturaleza contribuye al bienestar emocional del hombre. También ofrece sugerencias para reducir el estrés y la ansiedad provocados por cualquier choque en esta interacción.

También hay quien piensa que la ecoansiedad no debe verse como una patología, sino como una muestra de clarividencia. ¿Cómo no sentirse angustiado si uno piensa que el mundo está al borde del colapso? Pero las reacciones de pánico nunca han sido el mejor estado mental para tomar decisiones sensatas. De ahí que los terapeutas traten de buscar una salida a la ansiedad a través de cambios prácticos en los estilos de vida de la gente, lo que por lo menos le dará la experiencia de estar contribuyendo a mejorar el medio ambiente.

También deberían recomendarles algunas lecturas históricas, que podrían mejorar su sentido crítico ante el Armagedón ecológico. Sin necesidad de remontarse a Malthus, desde la segunda mitad del siglo XX no han faltado profecías que anunciaban inminentes catástrofes por motivos que han ido cambiando: la erosión del suelo, la superpoblación, el agujero en la capa de ozono, el crecimiento económico excesivo, el agotamiento de los combustibles fósiles… Todas se presentaron en su momento como científicas e indiscutibles. Después la experiencia demostró que la creatividad humana era capaz de resolver esos problemas –cuando existían–, de modo que una población mayor viviera mucho mejor que antes. Lo que hoy nos dicen los científicos del clima sobre el calentamiento global nos debería llevar también a buscar soluciones prácticas asumibles, en lugar de propiciar explosiones de emotivismo medioambiental.

Pero la ecoansiedad puede verse también como un modo de hacer gala de la propia buena conciencia ecológica. “Es difícil evitar la conclusión -escribe Frank Furedi– de que tanto para los adultos como para los niños se ha convertido en un signo de virtud exhibir los alarmantes síntomas de la ecoansiedad. Esos síntomas muestran que uno es una persona consciente y preocupada. Además, la idea de que la preocupación por el cambio climático está causando un sufrimiento mental es una prueba más de los daños provocados por el cambio climático”. La profecía autocumplida va aquí de la mano con la virtud.

No deja de ser paradójico también que una sociedad tan preocupada por evitar traumas a los niños les saque hoy a manifestarse con pancartas que dicen “Estamos matando nuestro planeta”. Este bombardeo continuo de amenazas ecológicas, más que favorecer su sensibilidad por el medio ambiente, puede perturbar su equilibrio psicológico.

A lo mejor la epidemia de ecoansiedad rebajaría su nivel si los medios de comunicación se dedicaran a informar y no a asustar sobre el cambio climático. Pero este es uno de esos temas en los que parece que uno está más comprometido cuando más alarma al público, hasta el punto de que se desdibuja la frontera entre lo que son hechos y lo que son predicciones.

Por el momento, los laboratorios farmacéuticos no han ofrecido ninguna pastilla específica para combatir la ecoansiedad. Según dicen, algunos ecoterapeutas recomiendan a los pacientes que lleven con ellos unos guijarros o cortezas de árbol que les recuerden su vinculación con la naturaleza. Por lo menos, es barato.

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3 respuestas a Epidemia de ecoansiedad

  1. Ana María dijo:

    Estos son los temas que por estos lados están provocando reflexiones, ansiedades varias…y revoluciones. Vea, don Ignacio y si puede, quiere, y se inspira, escriba sobre ellos. Y dígale a los «terapeutas» que bajen la omnipotencia. Al menos hasta que tengan soluciones…reales, acordes a lo que hay.
    https://argentinavorticegeopoliticomundial.blogspot.com/

    Y que este humilde cabrero de Extremadura…merecería ser escuchado…largamente, para aprender de su boca humildad, fortaleza y determinación.

  2. Arturo dijo:

    Mándenme a Hidalgo $$$ y árboles para que se quiten eso de su eco anciedad hagan algo no solo se enfermen solos

  3. Montserrat Mitjans dijo:

    Molt i molt bo!!!!
    Que aprenguin noms de mil plantes i els pasarà l’angoixa.

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