Epidemia de cifras

Ante el coronavirus las mascarillas escasean pero las cifras abundan. Los gobiernos informan en tiempo real, y los medios nos transmiten, el número de infectados, de fallecidos, de curados. La información siempre es bienvenida para evitar los bulos que en situaciones de alarma se contagian más que los virus. Pero hay precisiones estadísticas que suscitan desconfianza. Cuando escribo esto, el 17 de marzo, el cuadro estadístico dice que “en el mundo” hay 182.042 infectados confirmados, así, ni uno más ni uno menos. El “mundo” de estas estadísticas suele ser el de los países desarrollados, que tienen medios para contar la morbilidad y las causas de muerte. Pero también han aparecido casos en países como Somalia o Benin, donde es muy difícil afirmar nada con estadísticas fiables.

Incluso en los países desarrollados no hay que perder de vista que cuando hablamos de casos confirmados se están midiendo dos fenómenos al mismo tiempo: el aumento real de infectados en cada país y la capacidad de detectarlos por parte del sistema sanitario. Cuantas más pruebas se hacen más infectados se detectan. Y en este aspecto, las diferencias entre países son grandes. Según las fuentes, Corea ha hecho 3.400 tests por cada millón de habitantes, Italia o Suiza han hecho entre 500 y 600, y Estados Unidos había hecho apenas 2 por millón.

Aun con estas limitaciones, las cifras permiten observar tendencias. Po ejemplo, que los curados son diez veces más que los muertos, o que la letalidad se mantiene en cifras bajas y concentrada en grupos de riesgo (aunque la cifra varía en función del número de contagios detectados: si hay más contagios confirmados, los muertos suponen un porcentaje más bajo).

Ante un fenómeno como la pandemia de coronavirus, que no podemos atajar de inmediato y que nos obliga a un cambio drástico de hábitos, las cifras nos dan la impresión de que aún mantenemos cierto control: creemos saber lo que está pasando y hacemos cálculos sobre el modo en que evolucionará; establecemos comparaciones con otros países y con los balances de epidemias infecciosas anteriores. Quizá lo que podemos confirmar no refleja toda la realidad, pero renunciamos a hacer especulaciones sin base.

En cambio, en otras cuestiones la imaginación estadística echa a volar. En unas declaraciones con motivo del Día de la Mujer, Victoria Rosell, la nueva delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, se declara convencida de que “la cifra oculta de violencia machista ronda el 90%”. Cuando uno pasa de los titulares al texto de la entrevista no encuentra nada que justifique esa cifra. Lo único que dice en apoyo de esta especulación es que la violencia machista es “el paradigma de lo que no puede cuantificarse por denuncias puestas en comisaría y excepcionalmente en juzgado de guardia”.

Lo que puede ser de juzgado de guardia es hacer afirmaciones tan poco consistentes. Según el informe que acaba de publicar el Observatorio contra la Violencia doméstica y de Género, el año pasado, 161.378 mujeres presentaron denuncias por violencia machista. Si fuera cierto que esto solo es el 10% de la violencia de género real, las afectadas serían en realidad más de 1,6 millones. Como el total de mujeres es de 24 millones, resultaría que serían víctimas de violencia machista una de cada quince mujeres, incluidas desde las niñas de preescolar a las abuelas de 90 años. Si descontamos los extremos por arriba y por abajo, la proporción de mujeres víctimas sería incluso mayor.

No hay que bajar la guardia ante las violencias contra la mujer, pero para combatirlas no hay que inventarse más amenazas que las existentes. Curiosamente, en una nota que publicaba la OCDE con motivo de una reciente conferencia sobre este tema, se recordaban algunas cifras de un informe de 2014 de la Unión Europea. Este informe se hizo a partir de una encuesta a mujeres de 18 a 74 años, preguntándoles entre otras cosas si en los 12 meses precedentes habían experimentado violencia física o sexual. El 1% de las españolas decían haberla sufrido a manos de su actual pareja, otro 1% a manos de un “ex” y un 2% a manos de alguien que no es pareja. No hay que olvidar que la gama de violencia contemplada en la encuesta era muy variada, desde un empujón a un apuñalamiento. Y, aunque las comparaciones entre países en este asunto son difíciles, respecto a los otros 27 países europeos de la encuesta España era, junto con Austria, el que registraba menor tasa de violencia física por parte de la pareja o expareja.

Sin embargo, Victoria Rosell está convencida de que la violencia contra la mujer es una epidemia oculta en nuestro país, y que la ley de libertad sexual que amadrina el Ministerio de Igualdad va a ser, como dice, “un hito en la protección de los derechos humanos de las mujeres a nivel mundial”. Vamos, que su Ministerio ha encontrado la vacuna contra la epidemia de violencia machista como Jenner descubrió la vacuna contra la viruela. Pero debería someter sus propuestas, si no a una cura de humildad, al menos a una cura de estadística.

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1 respuesta a Epidemia de cifras

  1. Melchor dijo:

    Es bueno porque da razones datos y argumentos!

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