Dawkins, culpable de herejía

Richard Dawkins (CC David Shankbone)

Richard Dawkins, el más célebre científico ateo, ha sido condenado por la American Humanist Association –organización también atea– por un acto de herejía contra la nueva ortodoxia.

En su trabajo como biólogo, Dawkins no solo ha defendido que la evolución excluye la idea de un Dios creador, contraposición que tantos otros científicos no advierten. Más bien Dawkins considera que la actitud científica en general es incompatible con lo sobrenatural, y por eso se ha dedicado apasionadamente a desacreditar las ideas religiosas.

En 1996, la American Humanist Association (AHA) le concedió su premio de “Humanista del Año”, por su significativa contribución a la divulgación científica entre el gran público, dentro, claro está, del marco ateo que defiende la Asociación. Pero ahora la AHA le ha castigado retirándole el premio. ¿Qué ha ocurrido?

Como para tantas condenas que hoy se prodigan en nombre de la defensa de las minorías, ha bastado un tuit. En este caso, Dawkins comparaba las pretensiones de los trans que afirman ser del otro sexo con los casos de quienes se presentan como personas de otra raza. Dawkins evocaba el caso de Rachel Dolezal, una blanca americana activista contra la discriminación racial, que durante diez años se hizo pasar por afroamericana, y llegó a ocupar un puesto en la Asociación para el Avance de la Gente de Color. Dawkins propuso en Twitter este tema de debate: “En 2015, Rachel Dolezal, una blanca presidenta de la NAACP, fue vilipendiada por identificarse como negra. Algunos hombres se identifican como mujeres, y algunas mujeres deciden identificarse como hombres. Y serás vilipendiado si niegas que son literalmente lo que dicen ser. Discútase”.

Pero en la nueva ortodoxia hay temas que no se pueden discutir. El mero hecho de plantearlo es ya una ofensa. De ahí que la AHA le haya retirado el premio reprochándole que en los últimos años Richard Dawkins ha hecho afirmaciones que “utilizan la apariencia del discurso científico para menospreciar a grupos marginados, un enfoque antitético con los valores humanistas. Su reciente afirmación implica que las identidades de los individuos transgénero son fraudulentas, además de atacar la identidad negra como una identidad que puede ser asumida cuando conviene”.

La verdad es que cuando Dawkins utilizaba el disfraz del discurso científico para menospreciar a los creyentes, a la AHA no le preocupaba. Sin duda, la protección de la identidad religiosa no entra en los valores del humanismo ateo. Pero en el caso de los trans, es comprensible que el autor de El gen egoísta no se deje convencer por una identidad que niega lo que dicen los cromosomas. Después de toda una vida manteniendo que la materia explica lo que es el ser humano, no se le puede pedir que ponga entre paréntesis lo que dice la biología para no cuestionar lo que sienten algunos.

Pero la AHA no aprecia en este caso el escepticismo, aunque esta asociación de librepensadores debería hacerlo. Sus valores, resumidos en “Diez compromisos”, defienden entre otras actitudes el “pensamiento crítico”: “Ejercitaré el buen juicio planteando preguntas y pensando por cuenta propia”. Actitud que es precisamente lo que se le reprocha a Dawkins en el caso de los trans. No haga preguntas y súmese a la creencia dominante.

Mal que le pese a Dawkins, en este caso está mucho más cerca de la Iglesia católica que de los supuestos humanistas ateos. En los últimos tiempos, la Iglesia tiene que defender no ya solo la fe sino evidencias primeras: que el hombre es hombre y la mujer es mujer; que uno no nace en un cuerpo equivocado; que los hijos nacen de un padre y una madre; que lo natural no puede ser negado en función de los propios deseos… Certezas que nunca la ciencia había puesto en duda.

En cambio, ateos como los de la AHA demuestran una credulidad y un dogmatismo ante las nuevas creencias, incompatibles con los criterios científicos. Dawkins acaba de experimentar esta intolerancia, disfrazada con el ropaje de la defensa de las minorías.

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