Cuánto cuesta no tener hijos

Cuando se habla de los flujos migratorios, Europa puede parecer una fortaleza asediada que intenta frenar la “invasión”. Pero si se pregunta a los empresarios alemanes cuál es el mayor riesgo para sus negocios, el 56% responde que es la falta de trabajadores cualificados. Con una tasa de paro de solo un 3,1%, y aun con 2,5 millones de trabajadores procedentes de la UE, en Alemania hay 1.359.000 puestos sin cubrir, según datos del Instituto para la Investigación del Empleo.

El caso de la locomotora de Europa ilustra la situación de muchos países europeos, cuya insuficiente natalidad augura descensos de población de aquí a 2050. En la UE, 2018 ha sido el segundo año consecutivo en que ha habido más muertes que nacimientos. Y si la población total (513 millones) ha aumentado en un millón, se debe a los inmigrantes.

En estas condiciones es previsible que se produzcan trasvases de población de regiones con abundante población joven y en búsqueda de empleo hacia otras de población envejecida y necesitadas de mano de obra. Pero el tipo de inmigrante que la UE desea es cada vez más un trabajador especializado. Y esta es una categoría de trabajadores por la que los países desarrollados compiten.

Para atraerlos a Alemania, el Gobierno, los empresarios y los sindicatos se han puesto de acuerdo en preparar una ley que permita a trabajadores de fuera de la UE acceder al mercado laboral sin tener que demostrar que no hay alemanes ni otros europeos disponibles para cubrir ese puesto. Se agilizará la concesión de visados y se llegará a acuerdos con los países de origen para facilitar la incorporación de los trabajadores cualificados. Incluso puede bastar la experiencia profesional del candidato, aunque no tenga un título académico. Los esperan con ansiedad sectores como el informático, la sanidad, los cuidados, la construcción y otros donde escasean.

Sin embargo, la apertura no garantiza que los trabajadores cualificados vayan a hacer cola para ir a Alemania, pues otros posibles destinos pueden ser más ventajosos. De entrada, deberán hablar alemán, lo cual ya es una barrera inicial. Según un informe de la OCDE sobre el atractivo de los distintos países para trabajadores cualificados, Alemania no aparece entre los diez primeros; son más atractivos países como Suiza, Suecia, Canadá, EE.UU., Irlanda, Holanda… Por eso, ha dicho Angela Merkel, “es necesario que hagamos todos los esfuerzos necesarios para reclutar a un número suficiente de especialistas. De lo contrario, las empresas tendrán que emigrar y, por supuesto, no es eso lo que queremos”.

Otra alternativa es que los alemanes trabajen más años, una reforma que viene exigida por la sostenibilidad del sistema de pensiones. Ya se está aplicando la elevación progresiva de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, que se completará en 2031. Pero muchos expertos piensan que esto es insuficiente para hacer frente al envejecimiento de la población y al declive del número de activos. El pasado octubre el Banco Central alemán dio un susto a la población al recomendar que se eleve a 69 años y cuatro meses la edad para poder jubilarse con la pensión íntegra. La financiación sostenible de las pensiones es otra razón poderosa para aumentar la población activa con trabajadores extranjeros.

Los problemas económicos que acompañan a la crisis de población en Alemania pueden ser un pronóstico de lo que le espera a España. Según los datos que acaba de publicar el INE, en 2018 el número de nacimientos (372.377) fue la cifra más baja de las dos últimas décadas, y los datos del premier semestre de 2019 indican que este año será incluso menor. La caída se explica en parte porque hay un millón menos de mujeres en edad fértil que hace dos décadas. Pero también por la caída de la fecundidad, que actualmente es de 1,26 hijos por mujer, la más baja de la UE junto con Italia y Malta, mientras que la media europea está en 1,6. La tendencia a posponer la maternidad –la edad media del primer nacimiento ha subido hasta 32,2 años– contribuye a esta escasa fecundidad. Y, como señala el informe del INE, hay una disparidad entre el número de hijos que los españoles dicen desear en teoría y los hijos que efectivamente tienen, siempre por debajo.

Ante este deseo reprimido de natalidad, es necesario que, como sociedad, procuremos modificar los factores que la condicionan, como son la inseguridad laboral, la falta de viviendas a coste accesible, las medidas para conciliar el trabajo y la atención de los hijos, la existencia de suficientes guarderías… Pero no todo depende del Estado, de las empresas y de las prestaciones familiares. También es determinante la opción de las familias, que toman distintas decisiones dentro de ese marco. No hay que perder de vista que en España los extranjeros suponen el 10% de la población total, pero aportan el 20% de los nacimientos, porque son una población más joven y tienen antes los hijos. Quizá un dato significativo es que la edad de la primera maternidad de las mujeres nacidas en España es de 32,7 años, mientras que el de las mujeres extranjeras es de 30. Y no parece que las inmigrantes estén menos condicionadas que las españolas por los factores económicos y sociales que influyen en la maternidad.

Si no fuera por los inmigrantes, España estaría perdiendo población, pues desde 2015 el saldo vegetativo es negativo: en 2018 hubo casi 55.000 muertes más que nacimientos. Puede parecer que en un país que hoy tiene un 14,2% de paro hay mucho margen para ampliar el número de trabajadores sin depender de la inmigración. Pero no hay que olvidar que una economía avanzada lo que requiere son trabajadores bien cualificados, necesidad que no se cubre con cualquier tipo de inmigrante. Como tampoco se remedia con cualquier nacional, ya que el abandono escolar temprano afecta todavía al 18% de los jóvenes, y de ahí no van a salir muchos especialistas.

La Europa envejecida empieza a ver los efectos sombríos de la falta de natalidad: escasez de mano de obra cualificada, falta de dinamismo de la economía, insuficiente productividad, dificultad para sostener las pensiones, crecientes gastos sanitarios para atender a los mayores que recaerán sobre una población activa más reducida… Pensar que esto se resuelve solo con la inmigración es aventurado. Ni tan siquiera está claro que vaya a haber suficientes inmigrantes para compensar el decrecimiento natural de la población europea. En algunos sectores hay ya competencia entre Europa, EE. UU., Canadá y Australia, para atraerse a este tipo de trabajadores cualificados. Y tampoco hay que dar por supuesto que el programador indio necesita venirse a Europa cuando puede elegir buenos empleos en una economía emergente como la de la India. Las diferencias entre países ricos y pobres no son perennes, como lo demuestra el caso de China. Y el dinamismo económico siempre exige un empuje demográfico.

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