Bárbaro allí, moderno aquí

cirugia

Si hay alguna causa en favor de la mujer que despierta un apoyo unánime es la lucha contra la mutilación genital femenina (FGM). Más de 200 millones de mujeres aún vivas han sufrido esta mutilación en países de África, Oriente Medio y Asia. Las agencias de la ONU movilizan sus fuerzas para erradicar esta “bárbara práctica”; la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que no tiene ningún beneficio para la salud y sí múltiples perjuicios (infecciones, hemorragias, problemas urinarios, dolor y pérdida de placer en las relaciones sexuales…); muchos países persiguen como delito esta práctica clandestina, incluso cuando se realiza en el extranjero. Y el esfuerzo va teniendo éxito, pues cada vez más mujeres de los países afectados son conscientes de que esto es un abuso grave al que no tienen por qué someterse.

Pero si, según la definición de la OMS, la FGM es todo procedimiento que “intencionadamente altera o causa daño a los órganos genitales femeninos por razones no médicas”, esta práctica empieza a convertirse en un problema… en Occidente. En concreto, el Colegio de Médicos en Australia ha visto la necesidad de dar unas directrices para orientar a los médicos que reciben cada vez más peticiones de mujeres que solicitan una intervención de este tipo por estar insatisfechas con sus genitales. Entre julio de 2013 y junio de 2014, Medicare (el seguro de enfermedad) recibió 1.584 peticiones de reembolso de gastos por intervenciones de este tipo y el siguiente año fueron 1.129. De otros países no hay datos, pero si los centros de cirugía estética la ofrecen también entre sus servicios es porque hay una demanda o porque han sabido crearla.

A diferencia de las prácticas africanas, en Occidente se llama “labioplastia” (siempre es importante un nombre evocador de terapia) y no está a cargo de una vieja curandera sino de un médico. Ciertamente, una intervención de este estilo en Occidente se hará con la máxima higiene y sin pretender dañar la salud reproductiva de la interesada, aunque no está exenta de riesgos. Pero en ambos casos se trata de quitar tejido sano de los labios de la vulva, sin que haya ningún motivo médico.

¿Por qué estas australianas se presentan voluntarias para una FGM? Motivos estéticos. La cirugía estética, que viene trabajando desde las arrugas de la frente a las uñas de los pies, ha llegado incluso a las zonas más íntimas de la mujer.

El asunto ha merecido ya un estudio publicado en el British Medical Journal. Su autora, la Dra. Magdalena Simonis, tras entrevistar a 443 médicos de familia australianos, atribuye esta insatisfacción y preocupación de las mujeres con sus genitales a la moda, a las percepciones de belleza y a la pornografía online. Factores que estarían llevando a cada vez más mujeres a pensar que hay algo “anormal” en ellas, que necesita ser corregido con el bisturí. Incluso jóvenes de 15 años la están ya solicitando a su médico de familia. Más de la mitad de los médicos entrevistados detectaban problemas psicológicos en las pacientes que requerían la intervención (depresión, ansiedad, problemas con su pareja…).

Las directrices del Colegio de Médicos intentan hacer comprender que la normalidad anatómica en este campo es variable, y que una intervención de este tipo es irreversible y no está exenta de riesgos como dolor, infección, menor respuesta sexual. También advierten que las mujeres –y sus parejas– no deberían establecer comparaciones con lo que se ve en las imágenes pornográficas. Parece que también en esto la pornografía establece unos “cánones” que distorsionan lo que cabe esperar.

Convencionalismos sociales

En el fondo, tanto en África como en Australia, las mujeres que se someten a esta práctica se sienten movidas por convencionalismos sociales –antiguos o modernos–. En su información sobre este tema, la OMS menciona una serie de factores culturales y sociales que mantienen vigente la FGM. Entre ellos, afirma que la FGM “se asocia con ideales culturales de feminidad y modestia”; en el caso de Occidente, podría decirse que está originada en el ideal de feminidad que marcan las modas y en el modelo de mujer deseable cada vez más exigente.

La OMS atribuye también la FGM a “la presión social para conformarse a lo que otros hacen “y a “las creencias sobre lo que se considera una conducta sexual aceptable”. ¿Y, en Occidente, no es el temor a no parecer “normales” y a no ser aceptadas por sus parejas lo que lleva al quirófano a mujeres que no tienen ninguna necesidad de este tipo de intervención?

Por razones culturales o estéticas, por tradición o por moda, en el Tercer mundo o en el primero, encontramos mujeres dispuestas a pasar por esta cirugía. Por supuesto, las mujeres occidentales lo hacen por “buenas razones”. No por una bárbara costumbre ancestral, no por una imposición patriarcal, sino por la libre decisión de modelar el propio cuerpo.

En esto como en otras prácticas, lo que parece bárbaro en el Tercer Mundo resulta aceptable aquí si se hace por otras razones. Occidente defiende el derecho al aborto por libre conveniencia de la mujer, pero tuerce el gesto cuando en Asía se utiliza para eliminar sistemáticamente a fetos de sexo femenino, que allí se consideran a menudo una carga. Las ONG hacen campañas contra el “matrimonio infantil” en países africanos, pero aquí se defiende el derecho de una adolescente a someterse a una cirugía de cambio de sexo que no tiene vuelta atrás. Nos escandalizamos de que en algunos países africanos se rechace a los albinos, pero aquí los fetos con síndrome de Down están siendo erradicados.

Aquí estamos hablando de mujeres liberadas. Pero si los mensajes que transmite nuestra cultura para conformarse al ideal de belleza son tan imperiosos que hacen que una mujer normal pueda sentirse anormal, no parece que haya mucha liberación.

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