Neolengua transgénero

Neolengua transgénero

Manifestación contra la “ley mordaza” (CC: Carlos Delgado)

Desde que estaba en la oposición, y también ahora en el gobierno, Podemos ha batallado para abolir la ley de Seguridad Ciudadana, aprobada en tiempos de Rajoy, y que la izquierda tildó de “ley mordaza”. A su juicio, bajo pretexto de reforzar la autoridad de los agentes de policía, trata de impedir las movilizaciones sociales y de silenciar opiniones incómodas para el gobierno, lo cual socava la libertad de expresión.

Sin embargo, se ve que para Podemos hay manifestaciones que no merecen esa libertad. Por eso, cuando la semana pasada una manifestación de organizaciones feministas clamó contra la «ley trans» en trámite parlamentario por “borrar a las mujeres”, el portavoz parlamentario de Podemos, Pablo Echenique, las calificó públicamente de “basura tránsfoba”. A este paso van a tener razón las feministas cuando dicen que aún quedan restos del patriarcado. Pero si un político de derechas hubiera calificado de “basura” a unas feministas, habría acabado despellejado. Echenique también condenó que la televisión pública se hubiera hecho eco de la manifestación, dando a entender que si mandaran ellos los periodistas sabrían a qué atenerse.

El incidente es revelador del apego de la extrema izquierda a la libertad de expresión ajena. En particular, muestra también el talante autoritario con el que se está llevando adelante el debate sobre la ley trans. La causa de los derechos de los transexuales es presentada como un asunto de derechos civiles, pero el activismo trans no tiene reparo a la hora de limitar los derechos de los demás, especialmente su libertad de expresión. En vez de argumentar, basta presentarse como víctimas vulnerables y acusar de “tránsfobos” a los críticos, para intentar silenciarlos.

Pero no se trata solo de silenciar ciertas ideas incómodas. En este caso se exige por ley un cambio en el lenguaje para aceptar y apoyar la ideología transgénero.

De entrada, la misma expresión de “personas trans” es una opción ideológica. Antes se hablaba de transexuales. Pero el activismo trans se empleó a fondo para “desexualizar” y “despatologizar” su causa, y para que se adoptase el término “transgénero”. El sexo biológico se ha convertido en un nuevo tabú que no puede ser nombrado, ya que se empeña en poner el sello genético masculino o femenino en cada célula. Como mucho, se puede hablar del “sexo asignado al nacimiento”, a modo de determinación arbitraria que no tiene por qué coincidir con la identidad de género de la persona. De este modo, la distinción entre hombre y mujer se presenta como algo artificial e incluso opresivo para los que se sienten no binarios o que ocupan sitios variables en un género fluido.

De ahí también la insistencia de los trans en que los demás utilicen para referirse a ellos los nombres y pronombres que eligen en función de su autodeterminación de género. En inglés ha dado lugar ya a toda una jerga de pronombres y tratamientos inventados, que exigen un verdadero aprendizaje para no herir a nadie.

Puede parecer que esto es un simple gesto de cortesía. Pero esta exigencia no solo impone la modificación de normas gramaticales bien asentadas y claras, sino que sobre todo es un modo de cambiar las ideas que se expresan con esas palabras. Como hizo notar Orwell a propósito de la neolengua totalitaria, tomar el control del lenguaje es el primer paso para cambiar las ideas que hay detrás. Lo que se busca es que todo el mundo vea la realidad social a través de la lente del transgenderismo.

Se comprende que esto es capital para los activistas trans. Como su pretensión de ser de otro sexo es contraria a la realidad sensible, necesitan que los demás nieguen lo que sus ojos ven para atenerse a lo que los trans dicen sentir. Y aunque los trans apelan a la autodeclaración de género, necesitan con ansia el reconocimiento ajeno, y no solo del Registro Civil.

También en inglés el lenguaje inclusivo a favor de los trans está llevando a contorsiones lingüísticas que borran a las mujeres. La Asociación Médica Británica recomienda a sus miembros que se refieran a “pregnant people” en vez de “pregnant women”. Recordar, como hizo recientemente un diputado laborista, que “solo las mujeres tienen útero” puede provocar una llamada al orden de su líder. Y hasta la revista médica The Lancet ha hablado de “cuerpos con vagina”, en vez de mujeres.

Este empeño por cambiar el lenguaje se refleja también en el asalto al diccionario, lo que es otro modo de encorsetar la libertad de expresión. Basta un somero repaso de la proposición de ley trans presentada  en  España, para encontrar auténticas perlas de la neolengua. Descubrimos “personas trans con capacidad de gestar”, o sea, mujeres que dicen que ya no lo son. No es extraño que las feministas críticas hablen de “borrado de las mujeres”.  El marido se convierte en el “cónyuge no gestante”. En la proposición de ley, el cambio en el Registro Civil da también  ocasión para la creatividad lingüística: “Las personas trans serán inscritas como padres, madres o adres [sic], según el sexo registral actual sea hombre, mujer o no binario o en blanco, con efectos retroactivos sobre las partidas de nacimiento de su descendencia”. O sea que los niños podrán tener un adre, en vez de madre y padre.

En general, la ley trans silencia los términos madre y padre, que recuerdan demasiado el sexo y la carne. Cuando es necesario, habla de progenitores o de representantes legales de los hijos. También respira desconfianza hacia la familia. Si el entorno familiar no da por buena la pretensión de un menor transgénero se considerará que eso perjudica el desarrollo personal del menor, “a efectos de valorar una situación de riesgo”.

Además de obligar a los demás a utilizar el lenguaje acuñado por los trans, la proposición de  ley castiga a los que se salen del coro. Está bien que sancione las “expresiones vejatorias” contra las personas por motivos de orientación y de identidad sexual. Aunque eso debería valer en todos los casos, también cuando se insulta a unas mujeres calificándolas de “basura tránsfoba”. Pero me temo que a veces se considere vejatoria cualquier crítica a las ideas y a las pretensiones trans. Ya ahora se despacha como “fobia” o “discurso del odio” la resistencia a emplear determinados términos de la neolengua, o el mero recuerdo de que los hombres tienen pene y las mujeres vulva.

Ya que la izquierda está decidida a liquidar la llamada “ley mordaza”, debería tener cuidado para no amordazar por ley a los que expresan escepticismo sobre la varita mágica del cambio de sexo.

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2 respuestas a Neolengua transgénero

  1. MARIO SANCHEZ QUINTANA dijo:

    ESTA ES UNA EXCELENTE REFLEXION SOBRE EL TEMA Y CONTRBUYE A LA COMPRENSION DE UN TEMA QUE VINCULA BIOLOGIA CON SOCIOLOGÍA Y PSICOPATOLOGÍA SINO QUE SON CAMPOS DEL SABER QUE NO DEBEN ENTRAR EN COFLICTO PARA PODER ENTENDER LAS DIVERSIDADES QUE CARACTERIZAN AL SER HUMANO Y PROCURAR QUE ESA COMPRENSION CONTRIBUYA A CONOCER MEJOR AL SER HUMANO Y FACILITE UNA CONVIVENCIA TOLERANTE CON LA DIVERSIDAD. QUEDA PENDIENTE UNA TAREA DE RESPETO POR CADA SER SIN ENFRENTAMIENTOS ESTERILES.

  2. Emilio Maus dijo:

    Muy buen artículo. Precisaría que el sexo no se «asigna» al nacimiento, sino en la fecundación; a partir de ese momento, se define si todas y cada una de las células de esa persona tendrán cromosomas XX o XY…
    La biología es mucho más profunda que cualquier ideología.

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