Narciso sale del armario

Narciso sale del armarioLa preocupación por proteger la privacidad en Internet podría dar la impresión de que vivimos en una época celosa de la intimidad. Sin embargo, nunca ha sido tan clamorosa la exhibición de lo privado. Fenómenos como la afición a los selfies, el sexting, las aplaudidas salidas del armario, las colas en el casting para el Gran Hermano, la exposición de trapos sucios en los talk shows…llevan a exclamar: por favor, ¡no me invada con su intimidad!

Muchas veces los mismos que exponen así su intimidad a la vista del público acaban lamentándolo y exigiendo que, en virtud del “derecho al olvido”, su expareja no difunda esas fotos o que los buscadores se olviden de esas palabras con las que ella/él buscó entonces admiración o notoriedad.

Todo esto refleja que vivimos en una Cultura del narcisismo, como ya diagnosticó Christopher Lasch en 1979, cuando aún no existían los recursos que hoy ofrece Internet para que Narciso se enamore de su propia imagen virtual. Con Lasch el concepto de narcisismo fue transferido de la psicología a la sociología. Si para Freud el narcisismo era una etapa del desarrollo infantil, en el que la líbido está centrada en el propio cuerpo, Lasch señaló un narcisismo social, presente hoy en las sociedades occidentales. Sin llegar a la patología narcisista que estudia la psicología, el narcisista actual es un ser inseguro y dependiente de la aprobación ajena. “El narcisista espera de otros la confirmación de su autoestima”, dice Lasch. Necesita que los demás le digan “me gusta”. No es extraño que los géneros del momento sean los autorretratos fotográficos, el diario íntimo en abierto y las confesiones públicas. Y que nadie me critique, porque entonces está incurriendo en el “lenguaje del odio”.

Esta ansiedad se nota también en esas celebridades que salen del armario para que los demás nos enteremos de que son homosexuales y les aplaudamos por ello. La semana pasada tuvimos otro coming out protagonizado por Michael Sam, jugador de la Liga Nacional de Fútbol americana. Ya el pasado febrero lo había revelado en una entrevista. Pero ahora volvió a hacerlo en televisión, cuando al saber que había sido fichado por los Rams de St. Louis abrazó entre sollozos a su novio y lo besó.

La noticia se ha presentado como la aparición del primer jugador abiertamente gay en las grandes ligas del deporte profesional americano. Bien es verdad que lo mismo se dijo cuando salió del armario el  pivot de la NBA, Jason Collins, el año pasado. Se ve que en este deporte del coming out todos pueden quedar los primeros.

Estos anuncios se aplauden como un gesto de valentía y coraje, frente a un ambiente hostil. Pero, de hecho, el lobby gay lleva años trabajando con las grandes ligas del deporte para que haya jugadores que saquen a la luz pública su homosexualidad. Todo está preparado para que el anuncio sea recibido con aplausos, por convicción o por seguir la corriente.

Pero la misma reacción orquestada tras el anuncio de Michael Sam indica que no hace falta hoy mucha valentía en EEUU para que un deportista revele que es gay. Uno puede tener la seguridad de que no le faltará la frase cálida de Obama ni el elogio de Sports Illustrated, la biblia del deporte americano que comentaba así el abrazo: “Fue algo único, incomparable con nada que hayan visto antes los espectadores”.  Vamos, ni la llegada a la Luna.

Dicen las crónicas que los espectadores escucharon los aplausos en la sala donde el futbolista afroamericano “acababa de hacer historia”. Hasta ahora para hacer historia en el fútbol americano había que ganar campeonatos. Ahora basta una declaración y un abrazo al novio.

Que uno pueda manifestar con sinceridad lo que realmente es, resulta positivo, si es que a los demás les importa. Y si Sam se siente mejor declarando que es gay, nadie se lo va a reprochar. Pero también podría considerar que a gran parte del público nos trae sin cuidado con quién se besa.

Si la valentía tiene que ver con el riesgo, el salir del armario en EEUU no requiere hoy muchos redaños. Más bien indica esa actitud narcisista tan connatural a los ambientes cerrados que buscan respetabilidad pública: aquí estoy yo, mírenme, felicítenme, apláudanme.

El narcisismo viene facilitado por la ideología según la cual la identidad sexual es variable y maleable, como moda de temporada: yo nací hombre, pero ahora soy mujer y, si lo prefiero, ¡mujer barbuda! como Conchita Wurst. Nunca Narciso tuvo tal abanico de posibilidades.

Tal como están las cosas, creo que saldríamos ganando si nos esforzáramos por meter en el armario al Narciso que, unos más y otros menos, exhibimos fuera.

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