Mujeres en armas

Mujer empuñando una pistolaEn la tradicional polémica sobre el control de armas en EE.UU. se dispara con todo tipo de munición ideológica. Pero la novedad del actual debate es que las mujeres se han convertido en portavoces y símbolos de las posturas enfrentadas.

Por parte de los defensores del control de armas, nada más convincente que el testimonio de madres que han perdido a sus hijos por tiroteos como el último en la escuela de Newtown. A la hora de testificar ante un  comité del Congreso, de aparecer en debates o de un spot en televisión, los partidarios del control recurren al testimonio de mujeres que han vivido esta trágica experiencia. Otro ejemplo elocuente es el de mujeres que han sufrido en propia carne la violencia de armas de fuego, como la congresista Gabrielle Giffords, herida grave en un atentado en 2011, y que se ha convertido en un símbolo del freno a las armas.

Pero enfrente no se encuentran tipos machistas, cazadores inveterados o aprendices de cowboys. Hasta la Asociación Nacional del Rifle recurre ahora a mujeres que defienden el derecho a las armas pistola en mano. Si las madres del otro lado subrayan el peligro que corren sus hijos, estas reivindican el derecho a utilizar armas como un medio de seguridad y autoprotección. Dicen que les da tranquilidad tener un arma en casa, precisamente para defender a los suyos frente a posibles intrusos. “Un AR-15 (fusil de asalto)  puede ser el mejor amigo de la mujer”, asegura la portavoz del American Majority Action. Prohibir o restringir mucho las armas pondría a las mujeres en gran desventaja. Sus derechos están en juego.

En todo esto hay una estrategia de opinión pública, pero también un reflejo de las distintas opiniones entre las mujeres. En los sondeos, las mujeres son más partidarias que los hombres de reforzar el control de armas; pero, según Gallup, el 15% de las mujeres poseen un arma, porcentaje que ha variado poco en los últimos cinco años, mientras que el porcentaje entre los hombres alcanza el 44%.

A primera línea

Mientras la Administración Obama pone todo lo que está de su parte para desarmar al país, ha decidido que en el ejército las mujeres puedan ocupar posiciones de combate. El secretario de Defensa, Leon Panetta, anunció a finales de enero que se levantará la prohibición de que las mujeres combatan en primera línea. Alegó que las mujeres  se han encontrado  ya en “la realidad del combate” en Irak y Afganistán, y que desempeñan misiones importantes dentro y fuera del campo de batalla. Actualmente las mujeres representan el 14% de los 1,4 millones de militares, y se estima que el levantamiento de la prohibición actual abriría a las mujeres unos 230.000 empleos. Ya pasaron los tiempos pacifistas de “haz el amor y no la guerra”. Ahora lo importante es el empleo.

La integración de la mujer en el ejército sin ningún tipo de limitaciones, se ha planteado como una cuestión de igualdad de derechos laborales. Cualquier distinción con las tareas de los hombres sería una forma de discriminación. Esto explica que el año pasado cuatro mujeres, que habían servido en Irak y Afganistán, demandaran al departamento de Defensa por su política de prohibir la presencia de mujeres en puestos de combate. “Sus carreras y sus oportunidades han sido limitadas por una política que no les garantiza el mismo reconocimiento por su servicio que a sus colegas hombres”, argumentó la American Civil Liberties Union, que las representaba.

Pero también se podría lograr que su carrera militar no fuera perjudicada por el hecho de no asumir determinadas tareas de combate. No deja de ser curioso que en una época en que la guerra se apoya cada vez más en drones y ataques informáticos, parezca indispensable para el ascenso luchar en primera línea. Los expertos militares sabrán.

Al plantearlo en términos de discriminación laboral, puede pasarse por alto que también se está cambiando la posición de la mujer en la guerra. Hasta ahora, la mujer era por definición no combatiente, alguien que no era llamada a filas como los hombres. Si a partir de ahora se la considera necesaria para la defensa, también podría ser alistada aunque no quisiera.

Vista por el adversario, la mujer era un no combatiente, alguien que no representaba  una amenaza, una persona a respetar. Es verdad que, habida cuenta de los atropellos que sufre la población civil en las guerras modernas, la mujer no ha estado exenta de riesgos. Pero no cabe duda de que el modo de ver su papel cambiará.

Por el momento, la Administración Obama intenta desarmar a las mujeres (y a los hombres) en casa, y dejarlas apretar el gatillo a discreción en el ejército. El tiempo dirá si la mujer sale ganando con el cambio.

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