La calidad escolar sin pruebas

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¡Nada de evaluaciones externas! ¡Nada de publicar los resultados, que acabamos haciendo rankings de colegios! Las autoridades educativas de algunas comunidades autónomas se resisten como malos estudiantes a someter a sus alumnos a la prueba final de primaria establecida en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, aprobada por el PP en 2013. Ya se sabe que cualquier ley educativa que no proceda de la izquierda solo puede ser elitista, “invade” competencias y no vale la pena aplicarla porque pronto será abrogada. Mientras tanto, hay que resistir.

Las autoridades renuentes se presentan como defensoras de los intereses de los alumnos y de las familias frente al afán evaluador del gobierno. Lo importante, dicen, es la evaluación continua del alumno, realizada por sus propios profesores, que son los que mejor le conocen. Muy bien. Nadie descarta esa evaluación. Pero resulta que la evaluación al final de primaria (como la que se hizo el curso pasado a los alumnos de 3º) es solo una prueba diagnóstica, que no constará en el expediente del alumno. El objetivo de la prueba es que sirva para detectar fortalezas y fallos, para ver dónde hay que volcar los esfuerzos y qué hay que corregir. En último término, la evaluación del alumno sirve para evaluar la marcha del sistema.

¿No será esto lo que preocupa a algunos políticos de comunidades autónomas y a algunos sindicatos de profesores? Quizá temen que un control externo de la calidad de su trabajo ponga en cuestión su capacidad para resolver los problemas educativos. Pero en cualquier actividad el control externo es siempre la base para valorar la calidad y plantearse mejoras. ¿Por qué los informes PISA se han convertido en una referencia en el mundo de la educación? También en este caso los alumnos se someten a una prueba externa, que además permite comparar sus resultados con los de estudiantes del mismo nivel de otros países. Y lo que año tras año revelan los informes PISA es que los alumnos españoles suelen quedar por debajo de la media, y poco representados entre los alumnos excelentes. ¿Habrá que retirarlos de este examen que no se basa en la evaluación continua?

Pero si algo preocupa a los críticos de la prueba al final de Primaria es que los resultados pueden servir para establecer comparaciones entre colegios, los temidos rankings. ¿A dónde vamos a llegar? Así que el ministro de Educación ha asegurado que los resultados de estas pruebas “tendrán difusión únicamente en la comunidad educativa y los resultados de la evaluación no podrán utilizarse en ningún caso para la clasificación de centros docentes”. De este modo, los resultados de la prueba se convierten en una especie de secreto oficial, accesible solo a las autoridades educativas.

La transparencia, tan elogiada en otros ámbitos, está mal vista en la educación. El objetivo de la evaluación no es ciertamente establecer un ranking de colegios como si fuera una liga de la enseñanza. Pero el contribuyente, que aporta el dinero para la educación, tiene derecho a saber con qué eficacia se están empleando esos recursos. Y las familias, a las que se reconoce el derecho a elegir centro, tendrán que hacer una elección a base de rumores no confirmados, si no pueden saber si el colegio que van a escoger lo hace mejor o peor que otros, si avanza o retrocede.

La práctica ocultista pretende asegurar que los resultados solo sean conocidos por la Administración y que a nadie se le exijan responsabilidades. Pero no parece que estos sean los vientos dominantes en el ámbito internacional, según un documento que la OCDE dedicaba a este asunto en 2013 (Synergies for Better Learning. An International Perspective on Evaluation and Assessment), en el que comparaba la experiencia de 28 países de la organización.

El documento constata la importancia que ha adquirido la evaluación del sistema educativo: “La mayoría de los países de la OCDE consideran que la evaluación desempeña un papel estratégico central, y la utilizan cada vez más”. También recurren a ella con un enfoque más amplio. “Antes la evaluación se centraba principalmente en los alumnos, pero ahora el enfoque es más amplio e incluye un mayor uso de evaluación externa a la escuela, valoración del profesorado y de los directivos, y un mayor uso de los datos de rendimiento”.

Estos indicadores de la marcha del sistema no son secretos de Estado. “Muchos países publican clasificaciones de los resultados escolares, para uso, entre otros, de los padres, funcionarios y los medios de comunicación”. E incluso se permiten ¡hacer comparaciones!: “Los sistemas educativos están haciendo un mayor énfasis en medir el rendimiento de los alumnos, lo que permite hacer comparaciones entre escuelas y regiones y a lo largo del tiempo“.

Pero tanta transparencia puede ser demasiado atrevida para la educación española, acostumbrada a que los suspensos se lavan en casa.

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3 respuestas a La calidad escolar sin pruebas

  1. Juan luis Garcia dijo:

    Estoy a favor de los diagnósticos -que una hija mía pasa hoy- y, desde luego, que se hagan públicos. Pero ojo, pueden llevar a error, el colegio de mis hijas, es el segundo de la zona sur de Madrid (la mejor región de España que obtiene resultados en PISA compatibles con lo de los mejores, pues España no tiene un sistema educativo malo, tiene 17 entre muy buenos, regulares y malísimos) en selectividad, y tiene un sistema de módulos muy bueno, pero sus resultados en el CDI han sido más bien mediocres.

  2. Juan Carlos García dijo:

    Estamos, estoy, por la transparencia de los bienes económicamente públicos como es la ENSEÑANZA, independientemente de cómo sea su financiación: los presupuestos del estado.-

  3. G. López Mourelle dijo:

    Totalmente de acuerdo con el autor. La ley orgánica para la mejora de la calidad educativa, ¿es de obligado cumplimiento? . ¿Transparencia? . A los padres nos interesa mucho y nunca les ha interesado a profesores, sindicatos y políticos que quieren controlar la enseñanza. ¿PISA? para qué si «nosotros evaluamos a diario» dicen algunos docentes.

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