Espacio libre de eslóganes

Aunque la nuestra parezca una época descreída, está convencida del poder taumatúrgico de las palabras. Dame un eslogan y moveré el mundo. Es un tiempo de lemas, pancartas y camisetas con mensaje. Hay que mostrar la preocupación por un problema social, exhibiendo alguna frase que demuestre un alto grado de concienciación: “No hay planeta B”, chilla la camiseta. Hay que exhibir la solidaridad, aunque el compromiso se agote en la pancarta. Hay que denunciar, aunque sea al precio de la simplificación.

Por lo general, el riesgo que corre el portador del eslogan suele ser inversamente proporcional a la magnitud de su crítica. En estos días, muchos cubanos han hecho de la canción “Patria y vida” un símbolo de su resistencia al “Patria o muerte” comunista y de su ruptura con el inmovilismo de la revolución. Y muchos han acabado en la cárcel o apaleados. En cambio, en las sociedades liberales muchos lemas denuncian la opresión causada por poderes tenebrosos –el heteropatriarcado, el capitalismo depredador de la Tierra, los supremacistas…– sin que estas fuerzas se molesten en aplastar al disidente.

En estos casos da la impresión de que el eslogan está muchas veces al servicio del postureo ético, para mostrar un compromiso ostentoso con alguna causa y situarse a un nivel moral superior. Como en la antigua beatería religiosa, lo importante es exhibir la adhesión a unos valores morales que permitirán mejorar el concepto que los demás tienen de ti, por lo consciente que eres de algunas lacras sociales.

He observado uno de estos exhibicionismos de virtud en algunos lugares con carteles que proclaman: “Espacio libre de violencias machistas”. Lo he visto en algunas bibliotecas públicas, pero seguro que aparece en otros sitios. No niego la importancia de luchar contra cualquier violencia contra las mujeres. Lo que discuto es que ese tipo de carteles sirvan para algo, excepto para proclamar la elevada estatura moral de los que los ponen, sean hombres o mujeres.

Si hemos de tomar en serio lo que el cartel proclama, concluiremos que ese espacio es distinto, que una mujer está ahí a salvo de los peligros que corre en otros sitios. La idea implícita es que la calle es la jungla para las mujeres, que estarían expuestas a todo tipo de violencias. “El patriarcado es uno, las violencias mil”, como decía una pancarta feminista. Ese espacio sería un refugio para las mujeres, que fuera de él estarían sometidas a un riesgo constante.

Sin embargo, observé que en esas bibliotecas las mujeres entraban y salían con toda normalidad. Ni llegaban corriendo asustadas como quien busca amparo en un refugio antiaéreo y respira tras superar el peligro, ni salían mirando a los lados atemorizadas ante las amenazas que iban a afrontar en la calle. Incluso salían charlando y riéndose con algún compañero. Quizá eran unas inconscientes que todavía no han interiorizado el riesgo extremo de violencia machista. Tampoco los hombres que entraban en la biblioteca eran sometidos a ningún chequeo o interrogatorio para detectar su más que probable machismo ni sus intenciones violentas. Un descuido imperdonable que desmentía la falsa seguridad del cartel. Quizá el mero hecho de leer libros es una garantía de que están inmunizados contra el virus de la masculinidad tóxica.

Si en algún sitio es superfluo ese cartel es en una biblioteca, que no parece un territorio propicio para agresiones, ni contra mujeres ni contra hombres.  Lo difícil es que toda la sociedad sea un espacio libre de violencias. Probablemente nadie hace mucho caso del cartel, porque todo el mundo sabe que forma parte del postureo políticamente correcto. Pero incluso así me parece que es un mensaje contraproducente. Si en una biblioteca leemos: “Espacio libre de humos”, entendemos que allí no se permite fumar, y que hay que salir a la calle para hacerlo. Igualmente, un cartel que anuncia “Espacio libre de violencias machistas” es como decir: Vaya usted a pegar a su mujer a otra parte, que aquí no se puede.

Este tipo de cartelería bienintencionada y superflua recuerda al “Detente, bala”, un escapulario que llevaban junto al corazón soldados carlistas de las guerras españolas de los siglos XIX y XX. No protege contra la violencia, pero puede elevar el estatus moral del que lo pone.

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2 respuestas a Espacio libre de eslóganes

  1. Juan Llor Baños dijo:

    Magistral!!

  2. José María Medina Montes dijo:

    Excelente artículo, lleno de sentido común y de fina ironía. Felicito a su autor.

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