El pluralismo intolerante

Evangélicos discriminados en la Universidad de VanderbiltEncontrar un ateo entre los dirigentes de una asociación de estudiantes cristianos o a un musulmán entre los líderes de la asociación de universitarios judíos ortodoxos, puede parecer insólito.  Pero no cabe excluirlo a partir de ahora en las universidades de EE.UU., donde las medidas antidiscriminación  se están aplicando con el furor y la rigidez que caracteriza a las causas políticamente correctas en América.

En diversas universidades, se ha retirado el reconocimiento a asociaciones de estudiantes evangélicos, porque se niegan a plegarse a la exigencia de la Universidad de que cualquier alumno, independientemente de sus ideas religiosas, pueda ser candidato a dirigir cualquier grupo, aunque sea una asociación de base religiosa.

Esta colisión entre la libertad religiosa y las políticas antidiscriminación, está dando lugar a conflictos en distintas universidades, según cuenta The New York Times.  Por ahora afecta sobre todo a los evangélicos, pero puede aplicarse a cualquier otro grupo religioso en el futuro.

En Vanderbilt, más de una docena de grupos evangélicos y uno católico han perdido su estatus oficial de asociación reconocida, por no aceptar la cláusula que prohíbe exigir unas determinadas creencias religiosas en la selección de sus líderes. Al burócrata de turno le pareció inadmisible que en la lista de cualificaciones para ser líder de uno de esos grupos se exigiera tener “un compromiso personal con Jesucristo”. Quizá si se tratara de exigir al líder  un compromiso personal contra el cambio climático, la cosa sería distinta. Pero con Jesucristo… ¡qué ocurrencia!

Todas estas tensiones han surgido por la preocupación de que nadie excluya a determinadas minorías, en particular a gays y lesbianas. Pero los grupos evangélicos afirman que ellos abren sus actividades a todos los alumnos, incluidos gays y no creyentes. Aunque, habida cuenta de que sus líderes dirigen actividades que incluyen el estudio de la Biblia y reuniones de oración, requerir un mínimo de fe cristiana en los dirigentes no parece un signo de intolerancia. A su juicio, la política antidiscriminación se está utilizando contra ellos, porque a las autoridades universitarias no les gusta su cristianismo conservador.

El castigo por no someterse a la política oficial supone que estos grupos sufren la discriminación de no poder acceder a los beneficios que disfruta cualquier asociación universitaria, como utilización de locales, tablones de anuncios, actividades financiadas con la matrícula…

La intolerancia oficial se presenta como un modo de defender la diversidad. Pero más bien es un ataque contra la libertad de asociación y la libertad religiosa. Las políticas antidiscriminación están dirigidas a evitar que nadie sea excluido de una asociación por motivos que nada tienen que ver con la actividad de que se trate. Como que nadie sea excluido de un equipo de fútbol por ser negro o que no se impida que el presidente de un club de escritores sea homosexual. Pero parece bastante razonable que no se admita en un club de vegetarianos al que se presenta a las reuniones comiendo una hamburguesa.

Al exigir que no se pueda excluir a nadie por sus creencias en una asociación de carácter religioso, lo que se está diciendo es que las ideas religiosas son tan irrelevantes como la longitud del cabello.

La verdadera libertad es no prohibir ni discriminar a nadie por el hecho de que se asocie con quien quiera para actividades lícitas. Así se respeta el pluralismo de ideas y de actividades. Pero imponer la diversidad de ideas en el seno de cada institución, solo lleva a desvirtuar el pluralismo.

La Rochefoucauld decía que “la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”.  Parafraseándolo, podríamos decir que también es el homenaje que la intolerancia rinde al pluralismo.

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