El paciente necesita conversación

Conversar con un pacienteCuando se habla de los cuidados que requiere el enfermo al final de la vida, algunos subrayan la necesidad de gastar más para cubrir todas las necesarias intervenciones médicas; otros, en cambio, dicen que el auténtico avance es quitar obstáculos legales para que la eutanasia o el suicidio asistido faciliten una muerte rápida e indolora. Pero está por demostrar que esto responda a las verdaderas necesidades de los pacientes.

En EE.UU. se acaba de publicar un informe titulado Dying in America, obra de un comité de 21 expertos nombrados por el Instituto de Medicina, organismo investigador de la National Academy of Sciences. Tras dos años de trabajo, su conclusión es que el sistema requiere una profunda reforma, porque no proporciona lo que realmente necesitan los pacientes en esta etapa terminal.

¿Y qué necesitan los pacientes? Primero…conversación. Para evitar tratamientos inadecuados, el comité recomienda que el personal sanitario hable a menudo con el enfermo para conocer sus valores, sus preferencias, sus objetivos respecto a los cuidados al final de la vida. “Los médicos –dice el comité– deben iniciar conversaciones sobre las opciones en los cuidados al final de la vida y asegurarse de que las decisiones del paciente y de la familia están basadas en la información y la comprensión necesarios”.

Y, curiosamente, esto es lo que más se echa en falta. El sistema está orientado a multiplicar intervenciones (hospitalización, cuidados intensivos o de emergencia), más que a interesarse por lo que el paciente siente y quiere. Pero el comité piensa que hacen falta más palabras y menos hechos. O, mejor, más palabras para saber qué acciones son las adecuadas.

El sistema sanitario americano es el más caro del mundo. Pero eso no significa que sea el más eficaz. En la medida en que los seguros –públicos y privados– pagan a los doctores en función de los procedimientos médicos realizados, se crean unos incentivos económicos perversos que favorecen excesivas intervenciones y  gastos hospitalarios, cuando muchos pacientes viejos y muy enfermos lo que quieren es recibir cuidados de “baja tecnología” que les permitan seguir en casa y controlar el dolor. Así que la conclusión más radical del comité es que habría que cambiar este sistema de financiación, y pagar también a los médicos por sus conversaciones con los pacientes.

También hacen especial énfasis en mejorar la formación del personal sanitario en cuidados paliativos. Actualmente, muchos no están preparados para proporcionar esos cuidados básicos. El comité recomienda que los cuidados paliativos se enseñen ampliamente en las facultades de medicina y de enfermería, lo cual sería una auténtica revolución en la educación médica.

Si se consiguiera, no solo los pacientes estarían mejor atendidos, sino que los costes serían menores, porque se evitarían ingresos en urgencias e intervenciones innecesarias. “Si se cubren las necesidades de los pacientes, se controla el dolor, se trata la depresión, y se les proporciona alguna ayuda en casa, los costes caen en picado”, dice Diane E. Meier, miembro del comité.

La muerte digna no es un asunto expeditivo que se resuelve con inyecciones letales. La dignidad del paciente exige que se le dedique tiempo para conocer sus preferencias y sus preocupaciones, sin insistir en intervenciones médicas que no pide ni presionarle con recomendaciones de eutanasia.

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