El aumento de la esperanza de vida… laboral

El aumento de la esperanza de vida es un signo evidente del progreso de la humanidad. Pero en las regiones como Europa donde hay escasos nacimientos, la relación entre los jubilados y los activos (15-64 años) no deja de crecer. En la Unión Europea, el número de personas mayores de 65 años por cada 100 en edad de trabajar, pasará de 30 en la actualidad a casi 50 en 2050, según las proyecciones de Eurostat.

Con el aumento del gasto sanitario propio del envejecimiento y el cobro de las pensiones durante más años, la factura del aumento de la esperanza de vida puede hacerse insostenible para las generaciones futuras en activo. Así que no es extraño que todas las reformas del sistema de pensiones en los últimos años vayan en la línea de retrasar la edad de jubilación. En muchos países los 67 se están convirtiendo en los “nuevos 65”.

El aumento de la esperanza de vida va a suponer también el alargamiento de la vida laboral. En Alemania, la última sacudida la ha dado el Banco Central con un informe en el que preconiza elevar la edad de jubilación hasta cerca de los 70 años. En Alemania, la ley actual va aplicando un aumento progresivo de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, hasta 2031. Pero la mayoría de los expertos piensan que esto no bastará para hacer frente al declive del número de activos y al aumento de la esperanza de vida, que pasará de 83,5 años en la actualidad a 85 en 2030. Así que el Banco Central sugiere combinar varias medidas poco populares. Entre ellas figura que los asalariados no podrían beneficiarse de una pensión máxima si no trabajan hasta los 69 años y cuatro meses. El shock psicológico de la jubilación a los 70 años se acerca.

Los sindicatos protestan, advirtiendo que los más perjudicados serán los asalariados que realizan trabajos penosos. En cambio, los empresarios lo consideran una evolución inevitable. Preocupados por la penuria de mano de obra cualificada que sufre el sector industrial, piensan que la escasez podría atenuarse trabajando más años. Así que el aumento de la esperanza de vida no debería significar una jubilación más larga, sino también una prolongación de la vida activa.

En vez de un retiro dorado en Mallorca, algunos años más en la oficina de Hamburgo. Nos hemos acostumbrado a pensar que llegar a la edad de jubilación en buena forma iba a significar más años dedicados al ocio y a las aficiones. Luego muchos abuelos han tenido que asumir la agridulce tarea de cuidar a los nietos, que, aunque sea a tiempo parcial, exige también esfuerzo. Y ahora nos anuncian que también habrá que seguir en activo durante más años, para ganarse una jubilación que tampoco va a ser muy generosa.

Pero no solo hace falta trabajadores que quieran trabajar más años, sino también empleadores que quieran contratarlos. Como recuerda un reciente informe de la OCDE sobre la empleabilidad de los trabajadores mayores, en casi todos los países de la organización la edad efectiva en la que los trabajadores mayores dejan el mercado de trabajo es hoy más baja que hace 30 años. No pocas empresas aprovechan cualquier posibilidad para desprenderse de los trabajadores más antiguos, mediante jubilaciones anticipadas o despidos selectivos. Y los curriculum vitae de los mayores de 50 no despiertan mucho entusiasmo en los empleadores, a no ser para cometidos altamente especializados donde no sea fácil encontrar candidatos.

Sin embargo, la tendencia está cambiando. Según el citado informe de la OCDE, durante la pasada década la participación de los trabajadores mayores (de 55 a 64 años) en el mercado laboral alcanzó el 64% como media, con un aumento de 8 puntos. En España, según datos recién publicados por la Seguridad Social, los trabajadores se jubilan cada vez más mayores. La edad media a la que los trabajadores empiezan a cobrar la pensión es ya de 64 años y cinco meses, un máximo desde que se empezó a registrar este dato en 2005. Esta subida se explica por la elevación gradual de la edad legal de jubilación, que, desde la reforma de las pensiones de 2011, va subiendo desde los 65 años a los 67 que se alcanzará en 2029. También han influido las mayores restricciones a las jubilaciones anticipadas, que han descendido un 13% respecto a 2018.

De todos modos, el que la edad real de jubilación haya subido no quiere decir necesariamente que los trabajadores estén empleados hasta ese momento. La OCDE habla de edad efectiva de salida del mercado laboral, es decir, el momento en que los trabajadores pierden su empleo y ya no vuelven a encontrar uno. En España eso se produce en torno a los 62,5 años. A partir de ese momento empieza a cobrarse el seguro de desempleo, que puede durar dos años, hasta que se percibe la pensión.

Afrontamos así una contradicción. Las cuentas de la Seguridad Social y las proyecciones demográficas nos dicen que hay que retrasar la edad de jubilación para trabajar más años; pero el mercado laboral parece no tener empleos adecuados para los trabajadores más experimentados.

Para buscar una salida a esta situación, habría que empezar por no poner en el mismo saco a todos los mayores de 65 años, que pueden trabajar en tareas más o menos penosas y llegar a esa edad en distintas situaciones de salud y energías. La ley debería ser lo suficientemente flexible para garantizar que los que envejecen en peor forma reciban la necesaria asistencia. Mientras que los que están en buenas condiciones no vean limitadas sus posibilidades de trabajo o su deseo de formación por la edad.

Pero no es solo una cuestión de disposiciones legales. También las empresas necesitan adaptarse al envejecimiento de la población. Andrew Scott, economista de la London Business School y coautor con Lynda Gratton de la obra The 100 Years Life, piensa que las empresas no tendrán más remedio: “Como la vida se alarga y la tasa de natalidad disminuye, los trabajadores mayores constituirán una parte más importante de la población activa. Serán necesarias muchas adaptaciones: asegurar las necesidades de formación de los seniors, adaptar el ambiente de trabajo a sus problemas físicos específicos, reconocer el hecho de que sus competencias son diferentes de las de los trabajadores más jóvenes a fin de utilizarlas mejor, ofrecerles horarios de trabajo más flexibles…”.

Las perspectivas sobre el futuro del trabajo son un tanto contradictorias. Tan pronto nos dicen que los robots nos van a quitar los empleos como nos advierten que habrá que alargar la vida laboral por la inminente escasez de mano de obra y la necesidad de pagar las pensiones. Aunque también cabe que los robots coticen a la Seguridad Social.

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