Cuotas de diversidad en la UE

Viviane Reding

Viviane Reding

La vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, está dando una particular batalla para lograr que aumente la presencia de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas. Los números indican que hay mucho que avanzar en este campo. La presencia femenina es solo el 13,7% en estos consejos, porcentaje que crece lentamente.

A fin de darle un acelerón, y tras rebajar sus pretensiones iniciales, Reding ha conseguido que la Comisión apruebe su plan para imponer una cuota femenina del 40% en los consejos de Administración de las empresas de más de 250 trabajadores y que coticen en Bolsa. El porcentaje debería alcanzarse de aquí a 2020, y correspondería a cada Estado el diseño de las medidas necesarias para lograrlo, así como la penalización en el caso de las empresas que no lo cumplan.

A la propuesta le queda todavía un largo camino por delante. Debe conseguir el apoyo del Parlamento Europeo y evitar la amenaza de bloqueo por parte de nueve países que ya se manifestaron en contra. Por si fuera poco, a esta resistencia se ha sumado la de canciller Merkel, la mujer que se ha alzado con la mayor cuota de poder de la UE sin necesidad de discriminación positiva.

Aunque la medida se plantee en nombre de la igualdad, en realidad a esos niveles de empresas grandes el cambio no afecta a “la mujer” en general, sino a un puñado de mujeres. Una iniciativa de este porte se implantó en Noruega en 2003, y según un balance hecho en 2010, la relativa escasez de mujeres con la suficiente capacidad para ocupar esos puestos había llevado a que un reducido grupo de 70 mujeres se repartiera más de 300 puestos en distintos consejos de administración. La prensa las llamó las “faldas de oro”. Curiosamente, a la Comisión Europea parece preocuparle más la paridad de sexos en los consejos de administración que las desmesuradas desigualdades salariales entre los miembros de la cúpula directiva –sean hombres o mujeres– y el empleado medio.

A favor de la paridad en las empresas y en otros órganos de poder, se aducen no solo razones de igualdad, sino también de diversidad y eficacia. La presencia de la mujer –o de la “minoría” de que se trate en cada caso– reflejará el pluralismo social, aportará puntos de vista diferentes, será más sensible a ciertas iniciativas, en suma, enriquecerá al conjunto y mejorará la eficacia. Por eso, si es preciso, hay que forzar la máquina.

Puestos a avanzar, la Comisión Europea puede abrir camino en su propia casa, ya que actualmente hay 9 mujeres de 26 comisarios, lo cual deja el porcentaje en un insuficiente 34%.

La nueva prueba del algodón
Precisamente ahora hay que elegir al comisario 27, que se ocuparía de la cartera de Sanidad. Según el reparto de un comisario por país, la cartera corresponde a Malta, que ha propuesto a Tonio Borg, un destacado político que ha sido ministro de Asuntos Exteriores y presidente del Parlamento. Es abogado, especialista en casos de derechos humanos, y católico –cosa nada extraña en un país como Malta–.

En la vida pública se ha ocupado de diversos temas, desde la inmigración a la Justicia. Con su trayectoria y experiencia política, cualquier otro candidato no suscitaría problemas. Pero resulta que a lo largo de su vida pública se ha manifestado en contra del aborto –no legalizado en su país-, del matrimonio gay y de otorgar a las parejas no casadas los mismos beneficios que a los matrimonios y además votó en contra del divorcio cuando fue aprobado en Malta.

Suficiente para que europarlamentarios socialistas, verdes y liberales se rasguen las vestiduras. En seguida empezó una campaña contra él, con el fin de que el Parlamento Europeo desaconseje su nombramiento. El lobby LGBT, dirigido por el eurodiputado británico Michael Cashman, vocifera contra él. La campaña mediática simplifica el reproche: “Un enemigo del aborto y los gays aspira a dirigir la salud en la UE”.

Borg se ha sometido a las audiencias con los diversos comités del Parlamento Europeo, respondiendo a sus preguntas y dudas. Ha insistido en que asuntos como el aborto o el matrimonio gay son competencias de los Estados, y que por lo tanto la política de la Comisión Europea debe respetar el principio de subsidiariedad.

Los europarlamentarios han observado que, para el poco tiempo de que ha dispuesto, Borg domina bastante bien los dossiers de la cartera de Sanidad. De hecho, ningún grupo ha formulado reparos en este aspecto. Los motivos de rechazo expresados por socialistas, verdes y liberales, tienen que ver con sus opiniones sobre el aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, cohabitación, derechos de los homosexuales…

Parece como si la prueba del algodón para ejercer responsabilidades políticas en Europa hoy día fuera estar a favor del aborto y del matrimonio gay, asuntos en los que los tratados europeos no imponen ninguna norma a los Estados. En cambio, la libertad de opinión y expresión, tan vinculadas a los valores europeos, deben suspenderse al tratar de estos temas para dar paso a un pensamiento único. También es curioso que haya que obtener el placet del lobby gay para ser nombrado comisario de Sanidad. ¿Qué diríamos si se necesitara la luz verde de los laboratorios farmacéuticos?

Finalmente, la Eurocámara ha dado su visto bueno a Borg  por 386 votos a favor, 281 en contra y 28 abstenciones. Por la aritmética parlamentaria, se ve que en la votación secreta también hubo socialistas que le apoyaron. La Comisión Europea gana así en variedad ideológica.

A lo mejor Viviane Reding podría pedir que, en nombre de la diversidad y de la igualdad de oportunidades, se reserve en la Comisión una cuota para políticos que no están a favor del aborto y del matrimonio gay. Seguro que aportarían otra sensibilidad.

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