¡Que hablen los obispos!

Resulta bastante insólito que en la laica Francia se presione a los obispos para que intervengan en política. Y más cuando se trata de una cuestión tan controvertida y opinable como la elección presidencial. Sin embargo, en los días previos a la elección, medios de izquierda no han dudado en exigir que los obispos católicos llamaran a los fieles a votar por Macron. Como en otras ocasiones, los obispos se limitaron a dar unas orientaciones genéricas que cada votante podía tener en cuenta para calibrar la idoneidad ética de los candidatos. Pero se abstenían de imponer el apoyo a uno u otro.

Con el miedo aún en el cuerpo por el Brexit y Trump, los medios de izquierda querían poco menos que indulgencia plenaria para el que votase a Macron y excomunión para el que apoyara a Le Pen. Un solemne editorial de Le Monde llegaba incluso a calificar de “falta moral” el hecho de que los obispos no hablaran… a favor de Macron, claro. No está mal para un medio que fácilmente descalifica como moralismo cualquier declaración episcopal que dé criterios sobre aspectos relacionados con decisiones personales, ya se trate del aborto o del matrimonio gay. Los mismos que piden que los obispos no se inmiscuyan en asuntos del dormitorio exigen ahora que se metan en decisiones de la cabina electoral.

Pero es que en esta elección no estaba bien visto que los obispos respetaran en los votantes una actitud “pro-choice” o recurrieran al consabido consejo de “votar en conciencia”. ¡Había que decir a las conciencias lo que debían pensar! Ni el Papa Francisco se ha salvado de las iras de Le Monde, porque, preguntado sobre las elecciones francesas en el avión de vuelta del viaje a Egipto, no quiso pronunciarse. En este caso, el Papa alabado por el “¿quién soy yo para juzgar?” se lleva una reprimenda por no imponer un juicio político.

Al final va a resultar que los medios de izquierda creen más en la existencia del “voto católico” que los mismos obispos. Las encuestas y los estudios sociológicos revelan que los creyentes franceses votan dentro de un amplio arco ideológico, y en las elecciones regionales de 2015 sólo un 24% de católicos apoyó al candidato del Frente Nacional. Los obispos lo saben y no creen que sea necesario ni normal declarar su preferencia por un candidato, pues la gente va a apoyar al que considere más en sintonía con sus ideales. La victoria de Macron demuestra que los votantes son menos populistas que lo que algunos medios temían. Pero siempre hay quien quiere que la Iglesia de su apoyo al César que ellos han determinado.

Al otro lado del Atlántico, las Iglesias en EE.UU. van a ser más libres para pronunciarse sobre asuntos públicos. El pasado día 4 el presidente Trump firmó una orden ejecutiva para “Promover la libertad de expresión y la libertad religiosa”. Durante la época de Obama, la Iglesia católica y otras mantuvieron un pulso con la Administración para que se respetara el ideario que inspira sus actividades sociales.

Pedían que no se les impusiera en sus seguros la financiación de prácticas que rechazan –como el llamado mandato anticonceptivo–, ni se les excluyera de la financiación pública como proveedores de servicios sociales –adopción, educación, sanidad…– por objetar ciertas conductas.

Sin descender a detalles por el momento, la orden de Trump instruye a los organismos del gobierno para que reformen las regulaciones actuales y tengan en cuenta las objeciones basadas en motivos de conciencia.

La orden afecta también a la libertad de expresión de las Iglesias y de organizaciones exentas de impuestos que, en virtud de la llamada enmienda Johnson de 1954, no podían intervenir en campañas políticas, so pena de perder la exención. Pero lo que estaba previsto para evitar la politización de las iglesias, se ha convertido a veces en una amenaza contra su libertad de expresión cuando se trata de pronunciarse sobre asuntos éticos debatidos en la vida pública.

La orden de Trump pide al Departamento del Tesoro que “no tome ninguna medida contra ninguna persona, iglesia u otra organización religiosa” por pronunciarse sobre “asuntos morales o políticos desde una perspectiva religiosa”.

La medida de Trump ha sido bien acogida por las organizaciones religiosas, aunque es más una declaración de intenciones que la solución a cuestiones aún pendientes en las regulaciones federales.

Los adversarios de Trump han criticado esta orden porque “da vía libre al activismo político de las iglesias” y socava el muro de separación entre la Iglesia y el Estado. Pero seguro que si el activismo de las iglesias se dirige contra el muro con México, será bien venido.

 

 

 

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