Mujeres solas

Desconfío de la gente que, cuando quiere cambiar una ley, primero dice que hay que “abrir un debate”, mantener “una conversación nacional”, “escuchar a la sociedad”, y en cuanto surge una voz fuera del coro (del coro que canta lo que a ellos les gusta) quieren silenciarla.

En la Francia macroniana se ha vuelto a comprobar esta reacción. Con la idea de revisar la ley de bioética, el año pasado se abrió una consulta nacional en la que podían participar personas y grupos interesados. Era un modo muy recomendable de auscultar a la opinión pública. Con las conclusiones más relevantes, el Comité Consultivo Nacional de Ética publicó un documento que reflejaba el debate. Entre otros muchos puntos, se refería a la procreación asistida (PMA). En Francia está reservada a las parejas heterosexuales infértiles, y se planteaba si había que extenderla también a las mujeres solas y a las parejas de mujeres. El informe constataba que en este punto la consulta había advertido “diferencias profundas” de opinión, mientras que la “maternidad subrogada” era rechazada de forma masiva.

En la campaña de la elección presidencial, Emmanuel Macron se había mostrado partidario de este cambio en la PMA. En la Asamblea Nacional se constituyó una “misión de información” sobre la revisión de la ley de bioética. El 15 de enero esa comisión aprobó un informe final, que recomienda que también las mujeres solas y las parejas de mujeres puedan recurrir a la PMA. La diputada Agnès Thill, miembro de la comisión y perteneciente al grupo La República en Marcha (LREM) de Macron, votó en contra. Ella no comparte la recomendación aprobada, y critica que el informe esté “orientado en un solo sentido” que “no refleja todo el contenido de las audiencias” que se mantuvieron. Además, escribió una carta a los diputados en la que explicaba por qué estaba en contra.

Inmediatamente el asunto se transformó en “el caso Agnès Thill”. Esta diputada de 54 años, católica practicante, ex directora de escuela, parece haberse convertido en una amenaza. Varios de sus colegas del grupo parlamentario LREM exigen que sea excluida del grupo. El portavoz del gobierno fustiga sus palabras como “inaceptables y despreciativas”. Le Monde y otros critican sus opiniones “polémicas” (es curioso cómo la polémica, que es un reflejo de la libertad de expresión, pasa a tener una connotación negativa en estos casos, como si el ideal fuera la voz única).

Como suele ser también habitual en estas polémicas, sus oponentes no entran en el fondo del asunto, sino que prefieren descalificarla –¡cómo no!– por su “homofobia e islamofobia”. Y si no hubiera sido mujer, no habría faltado el calificativo de “machista”.

¿Por qué escandaliza esta diputada? Thill se opone al concepto de “padre intencional”, término que, escribe, “permite la multiplicación de los padres, lo que hace que la palabra padre deje de tener sentido”. Al oponerse a la PMA para mujeres solas, ella “no quiere que mi nombre sea asociado a la evicción de los padres en la sociedad”.

En su carta, Thill plantea cuestiones que exigen respuesta. Teniendo en cuenta que en los centros de PMA hay una escasez de gametos, “¿a quién daremos prioridad y cómo?”. “A propósito del consentimiento, ¿consiente el hijo en no tener un padre?” “¿La medicina está para responder a un deseo social [de paternidad]?”.

En su carta advierte que “nuestros amigos musulmanes” son “opuestos a este alejamiento progresivo de los conceptos padre-madre, hombre-mujer” y que esto “favorece la eclosión de escuelas coránicas y la marcha de sus hijos hacia ellas”.

¡Islamofobia!, han gritado sus críticos. No se puede decir que los musulmanes no se encuentran a gusto en la escuela republicana. La diputada responde que, como ex directora de escuela, vio en 2014, en pleno debate sobre la ideología de género, que familias musulmanas retiraban a sus hijos de su escuela.

¡Homofobia!, claman otros. ¿Cómo negar el deseo de ser madres a una pareja de lesbianas? Además, en otra ocasión la diputada se refirió al “lobby LGTB en la Asamblea Nacional”. ¿Cómo se atreve? Si fuera el lobby bancario o el lobby eléctrico, pase. Pero ¿cómo suponer que hay un lobby LGTB activo en el Parlamento? Como la labor de un lobby es perfectamente legal en una democracia, no se sabe por qué no se puede hablar de un lobby LGTB, que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública para promover decisiones favorables a sus intereses. ¿Y qué otra cosa hacen las organizaciones LGTB?

Por otra parte, si el Comité Consultivo Nacional de Ética constataba que había “diferencias profundas” en torno a este asunto en la sociedad francesa, no es extraño que una diputada de la mayoría gubernamental tenga una opinión contraria y la defienda. En su favor puede alegar que ninguna de las declaraciones de derechos humanos reconoce el derecho a un hijo, como una consecuencia del derecho a la procreación humana. En cambio, hay en ellas abundantes referencias al derecho del niño a unos padres y una familia, a conocer sus orígenes para construir su identidad.

Ninguna pareja tiene un derecho al hijo. Y si además esa pareja no puede tener descendencia por el propio estilo de vida elegido, como en una pareja de lesbianas, no hay por qué presentar su infertilidad como una frustración intolerable.

Por lo menos es un asunto en el que no cabe exigir que nadie se oponga. En el propio grupo LRM ya han surgido voces que reconocen que no pensar como la mayoría no puede ser un motivo de exclusión. Y se teme que si Agnès Thill es excluida otros pueden abandonar el grupo por solidaridad.

Por el momento la diputada parece más bien una mujer sola, independiente y combativa. Ya que se debate el derecho a ser madre en solitario, no hay por qué excluir a una mujer sola que reivindica el derecho a dar a luz su propia opinión.

 

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3 respuestas a Mujeres solas

  1. Juan José Cardesa García dijo:

    Me gusta el escrito. Sería conveniente que se le pudiera hacer llegar el apoyo y el ánimo de los que estamos totalmente de acuerdo con una mujer valiente y con sentido común.

  2. Juan Carlos dijo:

    Con frecuencia me pregunto. ¿Qué será de tantos niños (y niñas) que no conocen quién es su padre? Todos queremos conocer nuestro origen, tenemos derecho a ello. En un futuro, quizá no muy lejano, llevarán a los tribunales el derecho a conocer su origen biológico. Y ganarán. ¿Y después qué?

    Todos queremos saber quienes somos, cuál es nuestro origen, nuestra identidad. Esto está marcado en cada ser humano. Es una necesidad. Un derecho. ¡Cuantas estupideces, y barbaridades se están haciendo en nombre del derecho!

  3. Jose M. dijo:

    La expresión «evicción de los padres» es probablemente una mala traducción o bien podría ser una expresión impropia del original francés.
    El DRAE indica que «evicción» es un térmico jurídico que significa: «Pérdida de un derecho por sentencia firme y en virtud de derecho anterior ajeno.»
    En el uso de este término el contexto informativo necesario es obviamente: QUÉ DERECHO ES PERDIDO.
    Luego cabe preguntar: QUIÉN (o quiénes) PIERDEN TAL DERECHO.
    Así como QUÉ INSTANCIA JUDICIAL ha emitido la sentencia de evicción.
    Finalmente es lógico informar también sobre QUÉ DERECHO ANTERIOR AJENO prevalece sobre el derecho perdido por sentencia, e incluso POR QUÉ HA DE PREVALECER ESE DERECHO ANTERIOR AJENO.

    Apunto estas observaciones porque la noticia me parece interesante.

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