Modas de adultos para niños

Para bien o para mal, los niños siempre son sujetos pasivos de las ideas de moda entre los adultos. Así está ocurriendo ahora con la mayor popularidad del veganismo. Hay padres que aplican dietas veganas a sus hijos desde que nacen. Mientras la lactancia materna esté asegurada, no hay problema. Pero luego se plantea si seguir una dieta vegana a tan temprana edad puede generar carencias y problemas de crecimiento.

Aunque el modo de alimentar a un hijo es una cuestión muy personal, últimamente la dieta vegana ha pasado a ser motivo de controversia pública. Si miramos a lo que dicen los nutricionistas, no hay unanimidad. La Academia de Nutrición de EE.UU., junto con expertos canadienses y australianos, sostienen que la dieta vegana puede seguirse a cualquier edad, siempre con la debida vigilancia. En cambio, el servicio de salud británico no la recomienda para los menores de dos años. Más tajante ha sido la Academia de Medicina belga, que ha dictaminado que una dieta enteramente vegana –con exclusión de los huevos y de la leche– “entraña carencias inevitables y necesita el seguimiento permanente de los niños para evitar retrasos irreversibles en el crecimiento”. El comité de expertos belga piensa que, al seguir la dieta vegana, los niños no reciben vitaminas esenciales como la D y B12, calcio, oligoelementos y otros nutrientes esenciales.

Con más o menos reparos, en general los expertos piensan que los niños sometidos a una dieta vegana necesitan tomar suplementos vitamínicos, lo cual no deja de ser una paradoja para una dieta “natural”. Hay pediatras que advierten a los padres que una dieta vegana para un niño es una dieta de riesgo, y ¿hay derecho a poner en peligro el crecimiento del niño?

También ha creado polémica el movimiento antivacunas, que ha llevado a una minoría de padres a no inmunizar a sus hijos. Alegan que las vacunas contienen sustancias peligrosas, o que aumentan el riesgo de alergias y enfermedades autoinmunes, o que la protección natural es mejor que la inducida por la vacuna. En este caso no puede decirse que haya distintas opiniones entre los expertos, los cuales rechazan sin fisuras los argumentos antivacunas y recuerdan que antes se moría de enfermedades como el sarampión, la difteria o la polio. De hecho, han empezado a detectarse brotes de sarampión en países con un buen sistema sanitario como EE.UU.

La repercusión en los niños de las ideas de los mayores se nota también en la aceptación social de nuevos modelos de familia en los que los deseos de los adultos cuentan más que las necesidades de los hijos. Si creemos que los niños tienen derecho a ser criados por una madre y un padre –preferiblemente sus propios padres biológicos–, negarles ese derecho para satisfacer el ansia de descendencia de una pareja del mismo sexo o de una mujer sola, no deja de ser una imposición. Muchas personas a las que se ha privado de su padre biológico por haber nacido de un donante anónimo de semen se describen a sí mismos como “huérfanos genéticos”. ¿No es esto una carencia más grave e irreversible que la posible falta de vitaminas de la dieta vegana?

La proliferación de “niños transexuales” es otro fenómeno en el que se comprueba la influencia en los menores de las ideologías de los adultos. Nos encontramos ya con niños pequeños que piden que se les nombre y se les vista como si fueran del otro sexo. Recientemente un juez del Tribunal Supremo del Reino Unido reconoció que un chico de ¡cuatro años¡ que se identifica como chica, podía empezar la “transición” al otro sexo con el apoyo de sus padres adoptivos. Pero en este auge repentino de casos de disforia de género no es extraño ver la influencia de una ideología en la que los niños –como en tantas otras cosas– imitan modelos de adultos. La experiencia ha demostrado que la mayoría de los niños que expresan esta insatisfacción con su cuerpo acaban superando ese problema y se identifican con su sexo biológico. Así que un elemental sentido de prudencia debería llevar a no tomar medidas como el bloqueo hormonal en la pubertad o intervenciones quirúrgicas que llevarán a situaciones irreversibles, cuando el interesado no ha llegado ni a la mayoría de edad.

Sin duda, la educación de los niños siempre va a estar condicionada por las ideas de los mayores, sobre todo de sus padres. Cuando se trata de concepciones sobre el sentido de la vida y de la transmisión de criterios éticos, son los padres los primeros y fundamentales educadores de sus hijos. De ahí que muchos se rebelen cuando en la escuela se pretende inculcar a sus hijos, en materias como la educación sexual, unos valores contrarios a lo que se les enseña en casa. Pues en muchos de estos conflictos son otros adultos –profesores– los que pretenden saber mejor que los padres las ideas que hay que inculcar a los niños, y que intentan lograr un cambio en la mentalidad social a través del adoctrinamiento de los pequeños.

Cuando alcancen el suficiente desarrollo, serán los hijos los que decidirán las ideas que gobernarán su vida. Lo que cabe pedir a los adultos es que no les sometan a dietas nutritivas o mentales que comprometan su crecimiento físico e intelectual.

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