La Naturaleza no parece tan enfadada

Las noticias habituales sobre el estado de salud del planeta no pueden ser más alarmantes: calentamiento global, pérdida de biodiversidad, reducción de bosques naturales, incendios en la Amazonia, aumento de la contaminación… Todo fenómeno natural extremo, ya sea sequía o inundación, huracán o tsunami, se considera desastre y se atribuye al cambio climático. Se augura también que esto solo es el principio, y que en el futuro nos aguarda una devastación ecológica sin precedentes.

En medio de esta alarma, no viene mal tropezarse con alguna noticia positiva, que atañe precisamente a la relación del hombre con la naturaleza. Contra lo que podría parecer, el número de muertes por desastres naturales no deja de bajar desde los años treinta del pasado siglo. En 2018, un total de 10.373 personas fallecieron por desastres naturales, cifra que es la sexta más baja en lo que va de siglo, aunque superior a los 8.500 fallecidos en 2016 y los 9.700 de 2017. En cualquier caso, lejos de la media de 77.000 muertes por año en un siglo, según datos del organismo de la ONU para la Reducción de Riesgos de Desastres (UNISDR). El mismo organismo calculó el número de afectados por catástrofes naturales el año pasado en 61,7 millones, también lejos de la media del siglo (193 millones).

Es cierto que la naturaleza es impredecible, y que el año pasado no hubo ninguna catástrofe de grandes proporciones. Pero la tendencia sostenida a la baja del número de víctimas lleva a poner en tela de juicio la afirmación del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la reciente Cumbre sobre el Clima, quien dijo: “La Naturaleza está enfadada”, como si toda inundación o incendio forestal fuera un castigo por los pecados ecológicos de la humanidad.

El descenso continuado del número de víctimas se debe también a la mejora en la gestión de riesgos y a los avances tecnológicos y en la construcción, que dan mayor protección a las poblaciones. Lo cual sugiere que tampoco estamos indefensos frente a las posibles repercusiones del cambio climático. En todo caso, esta mejora no abona la idea de que el cambio climático está provocando desastres naturales cada vez más mortíferos e inevitables.

Sin embargo, noticias positivas como esta no suelen abrirse paso hasta los titulares periodísticos. Da la impresión de que uno está más comprometido en la lucha contra el cambio climático si pinta un panorama desolador, en el que todo son tendencias alarmantes, riesgos amenazadores y retrocesos irreparables. Es bien sabido que –en esta o en otras causas– los activistas son gente predispuesta a presentar cualquier retroceso en una tendencia como si fuera el fin del mundo, aunque la tendencia general sea claramente positiva.

Esto da lugar a un tipo de información histérica, que desfigura los datos por no ponerlos en su contexto. Por ejemplo, el pasado agosto parecía que la Amazonia ardía sin remedio por los cuatro costados y que nunca se había visto un desastre comparable hasta que llegó el perverso Bolsonaro. Luego resultó que esa era la temporada de incendios en el Amazonas, y que la cantidad de incendios este año no fue superior a la media anual desde 1998, aunque fuera mayor que la de 2018. El incendio informativo sobre la Amazonia se apagó y desde hace meses ya no se habla del asunto.

En el caso del cambio climático, la tendencia a presagiar siempre el peor escenario se ha convertido casi en dogma. Hasta el punto de que cualquier intento de cuestionar las tesis más extremas se considera una herejía (llámelo “negacionismo” y así se acaba la discusión). Que está aumentando la temperatura es un dato empírico. Que la acción humana influye, también. Hasta qué punto y en qué grado este aumento se debe a la acción humana y/o a las causas naturales que regulan la radiación solar, sigue siendo un tema discutido. Y las posibles consecuencias de este calentamiento no dejan de ser fruto de modelos creados por los científicos del clima, con la incertidumbre propia de una estimación.

Basta tener en cuenta que ni tan siquiera hay seguridad sobre el crecimiento de la población mundial en las próximas décadas, lo cual es un factor importante a la hora de cuantificar las posibles emisiones. Las estimaciones de la División de Población de la ONU oscilan entre una “variante media”, que situaría la población mundial en 9.800 millones en 2050 y en 11.200 millones en 2100, y una “variante baja”, en la que la población alcanzaría un máximo de 8.500 millones a mediados de siglo, y luego empezaría a disminuir rápidamente hasta los 7.000, como en la actualidad. Las diferencias no son despreciables.

Las incertidumbres sobre la magnitud y las consecuencias del cambio climático actual no son razón para aplazar las medidas necesarias para afrontarlo. Ir sustituyendo las energías fósiles por las renovables, evitar la deforestación, favorecer el transporte colectivo, mejorar la eficiencia en el consumo de energía… son medidas en sí mismas convenientes, y que además contribuyen a disminuir las emisiones.

Otra cosa es que haya que reducir las emisiones “a cualquier precio”. La caída de la actividad económica durante la pasada crisis contribuyó a reducir las emisiones, pero no parece que estemos dispuestos a evitar el calentamiento al precio del paro. El calentamiento de la Tierra es también una cuestión económica, y a la hora de buscar soluciones hay que hacer cálculos de costes y beneficios. Los medios disponibles siempre son limitados, y el cambio climático no es el único problema que reclama nuestros recursos. Para proteger el planeta necesitamos más recursos económicos, por eso hay que buscar siempre el equilibrio entre la preservación del medio ambiente y el desarrollo que nos dará los medios para lograrlo.

Lo que sirve de poco son las manifestaciones apocalípticas de grupos como Extinction Rebellion, que aseguran que la humanidad está condenada si no alcanza para 2025 el objetivo de cero emisiones. En otros tiempos, eran grupos fundamentalistas religiosos los que anunciaban el fin del mundo para una fecha determinada que solo ellos conocían. Sus profecías nunca se cumplieron, pero tampoco crearon mucha inquietud. Ahora tenemos estos milenaristas seculares, que invocan a la ciencia aunque están movidos por un catastrofismo irracionalista. Lo curioso es que los profetas del inminente Armagedón religioso eran tratados como chalados, mientras que los del apocalipsis ecológico son presentados como gente especialmente consciente del problema.

Greta y compañía dicen textualmente que quieren que sintamos el pánico, para que hagamos algo. Pero el pánico es lo menos recomendable para tomar soluciones sensatas en cualquier campo. También es un abuso asustar a los niños con una dieta diaria de miedo e historias de infiernos climáticos. “Vivimos en un mundo ­–ha escrito el ensayista británico Frank Furedi– en el que asustar a los niños se ha convertido en una forma de ‘concienciarles’ sobre la supuesta inminente extinción de la humanidad. Vivimos en un mundo en que los catastrofistas ambientales usan a los niños para educar a los mayores aparentemente irresponsables. Vivimos en un mundo en el que parece que está bien que los activistas climáticos se escondan detrás de una chica de 16 años y usen su juventud y su inocente imagen para introducir subrepticiamente sus opiniones políticas”.

Esta elevación artificiosa del nivel de alarmismo sí es una amenaza que debería enfadar a la Naturaleza.

 

 

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3 respuestas a La Naturaleza no parece tan enfadada

  1. Francisco Javier Vazquez Fernandez dijo:

    Has tocado la llaga de los alarmistas miserables, que utilizan menores de edad despiedadamente.
    Muchisimas gracias por los argumentos que has presentado.
    Francisco Javier Vázquez Fernández

  2. josemaria ródenas dijo:

    Interesante y comedido análisis del problema del «cambio climático» que muchos se empeñan en querer controlar y parar, como si fueran los nuevos dioses del universo. Los nuevos catastrofistas revestidos de autosuficiencia seudocientífica, basada solo en la cantidad de «expertos»que viven precisamente del maná de subvenciones institucionales y no de su cualificación e independencia.

  3. jose joaquin chaverri dijo:

    Le saludo desde la la Precop de Costa Rica, llena de iniciativas positivas y de gobiernos deseos de trabajar por la conservación racional de los recursos . Gracias por su interés. Costa Rica ha dado su aporte ambiental a la región en medio de la modestia de sus recursos. Siempre hay que actuar con sentido positivo.La reforestación de Costa Rica se debe a políticas correctas y compromiso individual de muchos.
    José J .Chaverri

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