La libertad de discutir bebiendo cerveza

Un signo necesario, aunque no suficiente, de que uno vive en un país libre es que puede beber la cerveza de su elección sin necesidad de pedir permiso a nadie y sin que la marca se vea sometida a la amenaza de un boicot por motivos políticos. Esta libertad no parece garantizada ni en Hungría ni en Australia, a juzgar por acontecimientos recientes.

En Hungría, el gobierno de Viktor Orbán amenaza con prohibir la estrella roja de cinco puntas, que es el logo de la cerveza Heineken, por considerarlo un símbolo “comunista”. El partido del gobierno ha presentado un proyecto de ley para prohibir el uso comercial de símbolos “totalitarios”, ya sea la esvástica nazi, la estrella roja o la hoz y el martillo. Alega que esta prohibición es una “obligación moral” con los húngaros que sufrieron bajo el reino del terror de los nazis y de los comunistas.

Heineken insiste en que su logo “no tiene ningún significado político” y que se remonta a los fabricantes medievales de cerveza. La marca comenzó a utilizar el logo en los años 30. Cuando el símbolo fue asociado con el comunismo tras la Segunda Guerra Mundial, Heineken lo cambió por una estrella blanca, pero tras la caída del comunismo en 1991 volvió al diseño original. Y así se vende en todos los mercados, sin que nadie haya protestado, excepto el gobierno húngaro, conocido por sus arrebatos nacionalistas.

Como suele ocurrir muchas veces, detrás de las invocaciones patrióticas, hay también intereses comerciales. En Rumanía ha habido una batalla legal entre Heineken y una cerveza que se vende entre la minoría húngara del país, y los tribunales han dictaminado que el nombre de esta infringía los derechos de marca de la cerveza holandesa. La decisión ha molestado al gobierno húngaro, y de ahí que pretenda que a los húngaros se les atragante la Heineken.

Para evitarse problemas, Heineken ha llegado finalmente a un acuerdo con la cerveza magiar de modo que esta no tenga que cambiar de nombre. Pero la ley húngara sigue adelante, aunque el partido del gobierno matiza que podrá haber “excepciones”.

En Australia, ha sido la cerveza Coopers la que, sin comerlo ni beberlo, se ha visto expuesta a un boicot acusada de homófoba, después de que sus botellas aparecieran en el vídeo de un debate sobre el matrimonio gay organizado por la Bible Society. La Sociedad Bíblica celebraba sus 200 años y aprovechó la ocasión para establecer una colaboración con Coopers, interesada en lanzar una cerveza baja en alcohol. La Sociedad Bíblica decidió empezar una serie de debates en video sobre temas importantes discutidos en el país, en los que los contendientes y el moderador aparecen bebiendo la cerveza Coopers.

El eslogan del debate era “Keeping it Light”, es decir, una cerveza ligera para un debate tranquilo, suave. Y de hecho así fue el debate entre los dos parlamentarios contendientes, uno a favor y otro en contra, que esgrimieron sus razones de un modo educado y razonable mientras bebían Coopers Light. Hay que tener en cuenta que en Australia el matrimonio gay no está reconocido, y hay un debate abierto sobre si el tema debe decidirse en un referéndum o en un debate parlamentario.

Pero si el debate fue ligero, la reacción que provocó entre los partidarios del matrimonio gay fue histérica, como si la Coopers Light se les hubiera subido a la cabeza. Los airados tuits decían que Coopers estaba destilando homofobia por permitir que su cerveza apareciera en una discusión sobre el matrimonio gay. Naturalmente surgió un hashtag de boicotCoopers. Se vieron videos de bares que rompían sus botellas de Coopers. Otros hoteles y bares pusieron carteles en los que decían que dejaban de servir Coopers hasta que “diera una respuesta positiva al debate sobre el matrimonio igualitario”.

Naturalmente, Coopers se rindió en seguida. Dijo que sentía mucho cualquier “ofensa” que hubiera podido causar por la aparición de la cerveza en un debate de este estilo y aseguró que, por supuesto, apoyaba el matrimonio gay. Lo cual confirmaba que, incluso en un país donde no es legal, el matrimonio entre personas del mismo sexo es un asunto sobre el que no se puede debatir, un tabú indiscutible, so pena de verte sometido a escarnio y boicot.

Es paradójico que precisamente los que se presentan como adalides de la tolerancia y la diversidad sean tan intolerantes con el derecho de otros a disentir de sus opiniones e incluso a que se sometan a debate. Como ha escrito Brendan O’Neill en Spiked, comentando este episodio, “son los supuestos progresistas los que se han comportado como celosos fanáticos religiosos, no la Sociedad Bíblica. Son ellos los que han exigido completa sumisión a su visión moral. Son ellos los que han destrozado los productos de los que disienten de ellos, los que han advertido que cualquiera que no dé una ‘respuesta positiva’ a la cuestión del debate sobre el matrimonio igualitario solo puede esperar ser expulsado de la sociedad decente”.

Tanto en Hungría como en Australia encontramos poderes autoritarios que se arrogan el derecho a boicotear una cerveza si no se rinde a sus tesis políticas. El gobierno de Viktor Orbán alega que la estrella roja de la multinacional cervecera “hiere la sensibilidad” de los húngaros que sufrieron bajo el comunismo. Los activistas australianos en favor del matrimonio gay aseguran que incluso un debate –y mucho más un referéndum– sobre el este tema es inadmisible porque hiere los sentimientos de los homosexuales que han sufrido discriminación. La alternativa que se ofrece a las marcas afectadas es también la misma: si no quitas la estrella, te prohibimos; si no apoyas el matrimonio gay, te denigramos y boicoteamos.

La única diferencia está en los adjetivos que se colocan a los iniciadores de estas cruzadas: la actitud del gobierno de Orbán es la propia de un partido “ultraconservador y nacionalista”; la de la bandera del arco iris en Australia es la de un movimiento “progresista y defensor de la diversidad”. Pero ninguno brinda por la libertad de expresión y de beber la cerveza que uno quiera.

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