Hormigas y cigarras en Europa

trabajo-sonarUna visión arraigada de la crisis económica tiende a enfrentar a la industriosa y trabajadora Europa del Norte con la gastadora y perezosa Europa del Sur. Pero esta contraposición entre hormigas y cigarras no queda avalada por las estadísticas sobre el número de horas trabajadas per cápita. Con datos de 2014, un trabajador español sumó 1.689 horas al año, lo que supone 318 horas más que un alemán.

Si la media de la OCDE es de 1.770 horas anuales, la mayoría de los países de la UE están por debajo de la media, mientras que Grecia, Corea y México superan las 2.000 horas anuales. En la franja de los que trabajan menos horas, encontramos precisamente a países de la Europa del Norte: Alemania se lleva la palma de trabajar lo justo (1.371), acompañada por Holanda (1.425), Noruega (1.427), Dinamarca (1.436) o Francia (1.473).

En cambio, un trabajador de la Europa del Sur echa bastantes más horas: Portugal (1.857), Italia (1.734), España (1.689) o Grecia (2.042) no pueden ser tachadas de perezosas. Pero en economía no se premia directamente la laboriosidad sino la productividad, y si con menos horas produces algo de más valor tienes todas las de ganar. Según Eurostat, la productividad por hora trabajada en Alemania es 42,80 €, mientras que en España se queda en 32,10 € y en Grecia en poco más de 20 €.

También hay que tener en cuenta que no todas las horas trabajadas son cobradas. Las estadísticas de la OCDE incluyen las horas extraordinarias, tanto si son pagadas como si no. Y uno de los signos de la devaluación salarial de la crisis es que en España las horas extras no pagadas son cada vez más habituales.

En 2008, del total de horas extras trabajadas a la semana, el 61% eran pagadas y el 39% no; en 2015, el 44% eran pagadas y el 55% no. Desde 2012, se mantiene la tónica de que más de la mitad del trabajo extra no es pagado. Una lectura de estos datos es que, ante la precariedad en el empleo, el trabajador no tiene alternativa y no se atreve a exigir lo que es debido.

Pero tampoco hay que perder de vista que hoy son los empleados de nivel superior los que suelen trabajar más. Donde no se apaga la luz hasta los diez de la noche es en las oficinas de grandes empresas de consultoría, informática, despachos de abogados, finanzas o comunicaciones. Allí las jornadas interminables se consideran lo normal y prueba de competencia profesional, sin que eso se note en el sueldo, hasta que a fin de año llegue el bonus según los resultados.

A la diferencia entre empleo precario y estable se une también la distinta jornada laboral en el sector público y en el privado. Dentro de las medidas de contención del gasto público, el gobierno español aprobó en 2012 el horario de 37,5 horas semanales para todo el personal del sector público estatal. Pero algunos gobiernos autónomos ya han devuelto a los funcionarios la jornada de 35 horas, y los seis días de permiso anual para asuntos propios. Así lo hizo el año pasado el gobierno de PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha y ahora el gobierno vasco ha hecho lo propio con sus funcionarios.

También en Portugal una de las primeras medidas del gobierno tripartito de izquierdas ha sido volver a la jornada funcionarial de 35 horas, jornada que el gobierno conservador había establecido hace tres años en 40 horas. Y como entre los funcionarios no existe el concepto de horas extras no pagadas, la medida solo puede suponer o menos servicio a los ciudadanos o más gasto en nuevas contrataciones, cuando al gobierno no le sobra precisamente el dinero. Pero los sindicatos son tradicionalmente fuertes en el sector público, y tienden a identificar el fortalecimiento del Estado del bienestar con la mejora del bienestar de sus servidores.

Entre Norte y Sur en Europa existe también una brecha de jornada laboral. Esperemos al menos que en el sector hotelero se paguen las horas extras dedicadas a atender al turista nórdico.

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