Gente embarazada

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Ignoro si se han publicado ya diccionarios del lenguaje políticamente correcto, pero creo que son cada vez más necesarios. Es ya difícil saber si uno está utilizando un lenguaje suficientemente inclusivo, con el que nadie puede sentirse marginado. Resulta cada vez más arduo encontrar las palabras para “celebrar la diversidad”, de modo que cualquier minoría no se sienta ofendida. Porque el peligro está ahí, incluso en las palabras que hasta ahora parecían más inocentes.

Por ejemplo, uno ve a una mujer manifiestamente embarazada y al referirse a ella hablará de una futura mamá. Pues no, muy mal. Ese lenguaje no es inclusivo. La Asociación Médica Británica acaba de publicar unas directrices en las que recomienda a los médicos que al referirse a las embarazadas no hablen de “expectant mothers” sino de “pregnant people”, para incluir también a los transexuales que podrían quedar embarazados.

La razón aducida es todo un ejemplo de la colonización del lenguaje por la ideología de género: “Una gran mayoría de la gente que ha estado embarazada o que ha dado a luz se identifican como mujeres. Sin embargo, hay algunos hombres intersexuales y transexuales que pueden quedarse embarazados”. Así que en vez de madres, “personas embarazadas”.

Con la misma lógica, también podría recomendar que no se hable de “los” pacientes de cáncer de próstata como si todos fueran hombres, porque también pueden padecerlo algunos transexuales a los que se les “asignó” el género masculino en el nacimiento pero que se sienten y son mujeres.

De hecho, la misma guía establece que al referirse a los transexuales hay que evitar el uso de los términos “nacido hombre” o “nacido mujer”, así como los de “biológicamente hombre” o “biológicamente mujer”. Estas frases serían “reduccionistas y simplificadoras de un asunto complejo”. En su lugar, lo correcto sería decir que al individuo en cuestión se le “asignó” el sexo masculino o femenino al nacer. No se sabe por qué este término ya no sería reduccionista ni simplificador. Como la biología ya no cuenta, da la impresión de que el sexo se le “asignó” a causa de unos padres caprichosos, un médico despistado o un funcionario incompetente, que no supieron apreciar los sentimientos del bebé.

Lo más paradójico de estas contorsiones lingüísticas es que van en contra de la “perspectiva de género” que no hace mucho se consideraba un avance en los estudios y en las políticas sociales. En vez de englobar en un único colectivo a hombres y mujeres, había que tener en cuenta en el lenguaje y en las políticas los problemas y las necesidades específicas de las mujeres, que no tenían por qué ser iguales a los de los hombres. Pero con la ideología de género se pierde esta perspectiva, ya que ahora el género es algo elegido y cambiante, y lo importante es incluir a todos en lo colectivo. No se trata ya de distinciones de género, sino de anular las diferencias entre hombre y mujer.

Ahora ni tan siquiera se puede utilizar un término tan específico de la mujer como el de “mamá”, no se vayan a ofender los transexuales. Ya la adopción por parejas homosexuales supuso sustituir padre y madre por “progenitor 1” y “progenitor 2”, y ahora se trata de cambiar “madres” por “gente embarazada”.

Cabría esperar que el movimiento feminista se encrespara contra esta eliminación de algo específicamente femenino. Como ha comentado Laura Perrins, ¿qué es peor: adoptar el apellido del marido al casarse o que se pierda la misma idea de la condición femenina en los registros médicos y legales?

Pero más bien son excepción las feministas que reaccionan contra esta tendencia. Una de ellas ha sido Germaine Greer, para quien el fenómeno de las mujeres trans no sería más que un nuevo modo de colonización masculina del otro sexo, un intento por parte de hombres de apropiarse de las características femeninas. Pero esto le ha valido inmediatamente ser marginada de los círculos intelectuales que celebran la diversidad y la inclusión.

En realidad, este nuevo lenguaje PC lo que celebra es la ilusión, la fantasía de que los propios deseos son realidades. Aunque para eso tenga que silenciar la evidente realidad de que solo la mujer puede quedarse embarazada y dar a luz. No “personas que se identifican como mujeres” sino que son mujeres. También puede haber algunas mujeres psicológicamente confusas que, gracias a sus órganos reproductores femeninos, pueden quedarse embarazadas aunque se consideren hombres. Pero eso solo demuestra que no lo son.

Al hacer afirmaciones de este estilo uno tiene la sensación de estar recordando lo obvio. Pero ante el lenguaje ideológico hay que defenderse invocando la realidad. El newspeak orwelliano de la ideología de género es tan artificial y falso que tiene que dar instrucciones lingüísticas para renombrar las realidades naturales que no responden a sus premisas. Y siempre bajo la amenaza de un Ministerio de la Verdad, del que es un buen ejemplo esta ridícula guía de la Asociación Médica Británica.

 

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3 respuestas a Gente embarazada

  1. Roberto Dotta dijo:

    Durante decenas de años en el siglo XX muchas naciones europeas vivieron en regímenes en los que imperaba, en la práctica, el principio «prohibido pensar». Pensar libremente, que es lo característico del pensar. Lo vivieron y sufrieron en Rusia y los países dominados bajo la Unión Soviética, en la Italia de Mussolini, en la Alemania de Hitler. Un pequeño ejemplo de «lo peligroso» que puede ser pensar y expresarlo con amplitud de mente es un suceso relatado por Joseph Ratzinger en el discurso que pronunció en París el 7 de noviembre de 1992, con motivo de la recepción como «membre associé étranger» de la Académie des Ciencies Morales et Politiques del Institut de France. En noviembre de 1955 se hicieron importantes ensayos con armas termonucleares que ocasionaron dos muertes: un joven soldado y una niña. En el pequeño banquete posterior Sajarov brindó manifestando su esperanza en que las armas rusas no explotarían jamás sobre ciudades. El director de las pruebas, un alto oficial, explicó que la tarea de los científicos consistía en perfeccionar las armas. Pero no era asunto suyo ocuparse de cómo se deberían emplear. El comentario de Sajarov fue «Ningún hombre puede rechazar su parte de responsabilidad en aquellos asuntos de los que depende la existencia de la humanidad». Fue apartado de esos trabajos.
    Parece que hoy -olvidando su pasado- algunos organismos de la Unión Europea están velando para que ningún ciudadano se aparte del pensamiento establecido como «correcto».
    ¡Qué falta de frescura mental, de mente abierta, libre, capaz de dialogar, de no tener miedo de llamar a las cosas por su nombre! Un prócer argentino, Sarmiento, escribió en la pared de la cárcel en la que lo encerraron por defender sus principios: «¡Bárbaros! Las ideas no se matan!».

  2. Isabel Riñón Martínez-Gallo dijo:

    Habría que preguntarse qué ha de sentir uno para poder decir soy mujer y qué ha de sentirse para poder decir soy hombre.
    Mis sentimientos son de alegría, tristeza, enfado… pero no sabría decir qué es sentirse mujer si me lo preguntan. Y a pesar de que nunca he querido ser otra cosa.
    Y como los sentimientos varían, tampoco sé si un día podría sentirme mujer y otro hombre.
    Si un día alguien me dijera que puedo elegir entre ser humana o de otra especie, según mi sentimiento, tampoco sabría decir si hay un sentimiento propio ni en qué consiste.
    Alguien tendría que explicar en qué consiste «sentirse» algo

  3. Luz Pacheco dijo:

    Este análisis es de gran ayuda para prevenir esta colonización ideológica en países donde se quiere imponer

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