Dardos económicos fuera de diana

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Periódicamente, y a menudo con no menos de un año de antelación, organismos económicos internacionales y centros de investigación pronostican cuál va a ser la evolución de las variables económicas en España, en Europa, en el mundo… “El FMI dice que la economía española crecerá un 1,6% el próximo año”. Los titulares periodísticos tienen a presentar la previsión como si fuera un hecho consumado más que como un pronóstico. El anuncio genera comentarios de los articulistas, rifirrafes parlamentarios, alarmas o sosiego en el público.

Sin duda, las previsiones son importantes, pues influyen en las expectativas que juegan un papel clave en las decisiones individuales y colectivas. De hecho, el análisis económico ha elaborado diversos modelos para explicar la formación de las expectativas de los agentes económicos.

Siendo importantes las previsiones, sorprende que, cumplido el año, apenas se dedique atención a contrastar las previsiones con los resultados. ¿Han acertado? ¿Han fallado? Una excepción es la Diana ESADE, que sintetiza las predicciones económicas de 23 organismos internacionales, servicios de estudio e instituciones y las compara con lo que ha resultado en realidad.

La Diana de esta escuela de negocios se fija en las previsiones sobre el crecimiento de la economía española. Ahora acaba de publicar su escrutinio de las previsiones para 2015, y el resultado no deja en buen lugar a los augures económicos. Ni las previsiones más optimistas supieron anticipar el crecimiento real de la economía española en 2015 (3,2%). Los tres organismos que más se acercaron fueron el servicio de estudios del BBVA (2,3%), el Centro de Predicción Económica de la Universidad Autónoma (2,2%) y los economistas de la Universidad Rey Juan Carlos (2,2%), aunque con una desviación de casi un punto a la baja.

Los dardos que dieron más lejos fueron los del FMI, la OCDE y el siempre categórico The Economist, que pronosticaron un crecimiento del PIB de solo el 1,6%, apenas la mitad del real.

A pesar de que la desviación media ha sido elevada (1,2 puntos), ESADE advierte que en general el grado de acierto de este año ha sido mayor que el anterior. Es un consuelo. Pero no deja de ser llamativo que organismos que disponen de tantos datos y equipos económicos experimentados, instituciones que ofrecen consejos a veces imperiosos a los gobiernos, fallen tanto en sus pronósticos. Quizá deberíamos acostumbrarnos a ver sus predicciones como apuestas sobre la buena o mala marcha de la economía más que como veredictos anticipados.

Pero las previsiones –a ser posible con dos decimales– nos dan la sensación de controlar el futuro. Es la magia de la cifra. En cierto modo, pedimos a la economía, y a las ciencias sociales en general, que sean tan exactas como la física. Pero la economía está sujeta a vientos cambiantes. Y en 2015 los vientos inesperados –la caída a la mitad del precio del petróleo, la rebaja de impuestos o la compra de deuda por parte del Banco Central Europeo– fueron vientos de cola que impulsaron la economía y desbarataron tantos pronósticos.

Deberíamos acostumbrarnos a valorar los pronósticos de los expertos con más reserva. O, si no, que algún organismo se dedique a hacer predicciones sobre el posible grado de acierto de las previsiones de los otros.

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