Ames a quien ames

A medida que el matrimonio legal ha ido perdiendo en Occidente sus características esenciales, era inevitable que se planteara también ¿por qué no la poligamia? Si en algunos países el matrimonio ya no es “de uno con una”, ¿por qué el Estado puede prohibir que esa relación sea de uno con varias/os?

En Canadá la libertad conyugal se pone a prueba en un juicio por poligamia que acaba de empezar en la provincia de Columbia Británica. El juicio se centra en dos miembros de una comunidad escindida de los mormones, llamada Bountiful, que tienen múltiples mujeres. Winston Blackmore, que se ha casado o ha tenido relaciones conyugales con 24 mujeres, y James Oler, que se conforma con cuatro. No es que hayan salido ahora del armario. Ambos practican la poligamia a la luz del día y vienen siendo investigados por la Policía Montada del Canadá desde los años 90.

En Canadá la poligamia está prohibida desde hace 127 años. Pero, ante el caso de la comunidad Bountiful, había la duda de si su peculiaridad matrimonial estaba amparada por la Carta Canadiense de Derechos y Libertades de 1982, que protege la libertad religiosa. La cuestión se clarificó en 2011 en una sentencia del Tribunal Supremo de Columbia Británica, que dictaminó que la ley que prohíbe la poligamia es constitucional y que el riesgo de que las relaciones polígamas supusieran un daño para las mujeres y los hijos era razón suficiente para limitar la libertad religiosa de este grupo de mormones.

A raíz de esta aclaración, un nuevo fiscal decidió perseguir a Blackmore y Oler. En el juicio que comienza ahora, y que ha interesado no solo a la opinión pública canadiense sino también a expertos en libertad religiosa, el juez deberá decidir si la libre expresión de las creencias religiosas de los encausados legitima sus uniones polígamas.

El abogado de Blackmore le defiende alegando que la sociedad admite en otros casos lo que se le reprocha a su cliente: “Está siendo perseguido a causa de sus creencias religiosas, porque tiene más de una relación. Si no hubiera celebrado una ceremonia religiosa y hubiera tenido todos esos hijos con diferentes mujeres, no habría nada malo. La única diferencia es que Blackmore celebró una ceremonia para cada relación”.

Pero, aun sin buscar la cobertura de la libertad religiosa, es difícil encontrar argumentos para prohibir la poligamia cuando previamente se ha reformulado el concepto de matrimonio para admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, como hizo Canadá en 2005.

En su decisión de 2011, el Tribunal Supremo de Columbia Británica aseguraba que las mujeres que viven en relaciones polígamas están en una relación desigual y tienen más riesgo de sufrir malos tratos. Esto no deja de ser una suposición paternalista, que pretende saber mejor que las interesadas lo que más les conviene. Pero, ¿y si la relación matrimonial fuera de un hombre con varios hombres? ¿Dónde estaría la desigualdad entre los sexos? Este tipo de relaciones, que se presentan como “poliamor”, también tienen sus partidarios en Canadá y reclaman un reconocimiento jurídico para su situación.

El Tribunal Supremo también aducía contra la poligamia los posibles riesgos para la crianza de los hijos. Pero si se afirma que un niño no sufre ningún perjuicio por estar a cargo de una pareja del mismo sexo, hay que reconocer que el nacido dentro de una unión polígama tiene al menos un padre y una madre, por lo que estará en mejor situación que el otro, aunque el padre reparta su atención entre una familia más amplia.

Ya cuando se planteó este caso en 2011, la B.C. Civil Liberties Association advirtió que “la ley se extralimita cuando se inmiscuye en las decisiones que toman los adultos sobre la forma de unión conyugal que satisface mejor sus necesidades y sus aspiraciones personales”. Esas mismas invocaciones al respeto a la privacidad y al libre desarrollo de la personalidad, que sirvieron para justificar el matrimonio gay, valdrían también ahora para los que se encuentran a gusto en una unión polígama. Si para el matrimonio ya no importa el sexo sino el afecto de los contrayentes, es difícil explicar por qué el número de afectos ha de ser un problema.

Si lo único que cuenta para el matrimonio es que exista amor y compromiso entre los contrayentes, nadie ha demostrado que no pueda haberlo en la poligamia, que, por delante del matrimonio gay, tiene a sus espaldas una larga tradición y es reconocida, formalmente o de hecho, en más de sesenta países.

Puestos a implantar el “matrimonio igualitario” ¿cómo dejar de lado a los partidarios del matrimonio polígamo, que siguen siendo aún en Occidente un grupo discriminado, cuando no perseguido?

En otro juicio sobre poligamia en el estado de Utah en 2014, el juez federal decidió que el estado tiene derecho a no dar licencias para matrimonios múltiples. Pero reconoció de facto la poligamia, al declarar inconstitucional la penalización de la cohabitación entre un hombre y varias mujeres.

Quizá no sea mala solución, cuando el Estado ha renunciado a defender el concepto “tradicional” de matrimonio. A fin de cuentas, los polígamos canadienses no pretenden que el Estado cambie la definición legal de matrimonio para que ellos puedan casarse; sólo piden que les dejen en paz.

Esta postura dejaría clara una distinción importante: una cosa es que el Estado no se inmiscuya en las relaciones afectivas y otra que tenga que cambiar el concepto de matrimonio para que ampare cualquier tipo de relaciones. El Estado no te dice con quién te debes casar, pero siempre te dice con quién no te puedes casar, por razones de edad, parentesco, sexo o número de contrayentes.

Es incierto si los tribunales canadienses acabarán poniendo fin al modelo de familia de la comunidad Bountiful. Pero si tienen problemas, pueden venirse a Madrid, que se prepara para el World Pride con el eslogan: “Ames a quien ames, Madrid te quiere”.

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1 respuesta a Ames a quien ames

  1. Eva dijo:

    En unos años a la vista de tantas infancias frustradas el legislador volverá a darse cuenta de que importa y mucho saber de quien es el óvulo y el espermatozoide, de que el niño tiene un orígen merecedor de respeto y que la familia natural es la mejor institución para nacer , crecer, vivir y morir.

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